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Nuestra historia, a modo de presentación

viernes, 3 de septiembre de 2021

César Terrón: del sindicalismo revolucionario a la guerilla

César Terrón Abad nació en Fabero en 1915, dos años antes de que se pusiesen en marcha las primeras explotaciones industriales de carbón. Su biografía se puede dividir en cuatro grandes etapas. Comenzando por su nacimiento en una familia campesina, pasando a su trabajo de minero y sindicalista en el SUM, capitán del ejército Popular de la República y, por último, guerrillero.

A comienzos del siglo XX Fabero, como en el resto de la comarca, es una zona con una economía ganadera y agrícola de autoproducción y subsistencia cuyas posibilidades de desarrollo están bloqueadas. En ella se abre paso de forma brusca la sociedad industrial, se desarrolla una nueva clase social (la obrera) y llegarán inmigrantes de todas las partes de España. Es en este contexto en el que crece César Terrón. En una familia, como relataría su hermano Eloy Terrón, “campesina pobre, como todas las del pueblo”, educado en el trabajo desde pequeño y las labores agrícolas.

En esa nueva sociedad industrial que emerge, la clase obrera se hará mayoritaria y con ella sus ideologías y organizaciones. El Sindicato Único Minero de Fabero (SUM), adscrito a la CNT, fue la organización que nucleaba la vida de los trabajadores del Fabero de los años 30. Su presidente era Clemente Aparicio y Cesar Terrón el secretario de organización y finanzas. En torno al SUM se crea un Ateneo, biblioteca, escuela racionalista, Juventudes Libertarias (con sede propia), cuadro artístico, cooperativa de consumo, Liga de Inquilinos y hasta una mina en colectividad en Bárcena de la Abadía.

El 11 de diciembre de 1933, en un contexto internacional de auge del fascismo y siguiendo las consignas de la CNT, estalla la insurrección en Fabero. Los revolucionarios toman el ayuntamiento, queman el archivo municipal y proclaman el “Comunismo Libertario”. Acto seguido se hacen con el control del cuartel de Vega de Espinareda y llegan a Cacabelos, donde el movimiento será derrotado y fuertemente reprimido en los días siguientes. El propio César Terrón fue detenido por su participación en esta insurrección.

Tras la revolución de 1934 y la ilegalización de las organizaciones obreras, los trabajadores de la cuenca del Cua se centrarán en la lucha por obtener la amnistía que pasaba por hacer triunfar las candidaturas del Frente Popular. En la primavera de 1936 el contexto de desestabilización contra el nuevo gobierno se palpa en la zona. Empresarios mineros como Miguel Lípiz impulsan la Falange, que en junio asesinan a un militante del PCE en Vega de Espinareda, Aurelio Marote.

A raíz del golpe de Estado los mineros organizan un Comité de Defensa en Fabero que consigue detener el avance fascista en dos ocasiones. Finalmente en la noche del 20 al 21 de agosto, Fabero es ocupado por las tropas golpistas y centenares de personas huyen en dos grupos hacia Ancares (dirigido por el propio César Terrón) y Fornela, para pasar a la zona republicana más cercana, Asturias. El resto quedarán sometidas al nuevo régimen.

Distintos batallones del Frente Norte serán nutridos, formados y dirigidos por sindicalistas de Fabero. En el batallón 210 se encuadrará César Terrón que llega a alcanzar el grado de capitán de ametralladoras dentro de la 192 Brigada de Higinio Carrocera. Este Batallón tuvo una acción destacada en El Mazuco, con alto número de bajas. Muchos de estos mineros, ahora milicianos del Ejército Popular, morirán bajo las bombas incendiarias de la aviación italiana. Por esta defensa del Mazuco a Cesar Terrón le sería concedida la más alta condecoración de la República Española.

Tras la caída del Frente Norte en manos franquistas, César evita que Eloy se suicidase con su naranjero pues una bronquitis mal curada y pensar en “volver a las montañas sin otra perspectiva que escapar a la muerte no [le] compensaba”. De forma amarga Eloy Terrón describe la derrota y la nueva huida a las montañas, “¡Cuántos esfuerzos, trabajos y miserias para seguir viviendo!”.

Los grupos de combatientes republicanos regresan a sus pueblos, algunos se entregan a las autoridades franquistas, siendo represaliados. Como apunta Secundino Serrano, “todo minero o familiar de minero es sospechoso y, consecuentemente, [se convierte] en candidato a engrosar las listas de ``paseados´´ o de algún Consejo de Guerra”. En estas circunstancias surgen las primeras partidas de huidos, grupos de mineros, principalmente, que se echan al monte para salvar la vida. Estos fugados, con la experiencia militar adquirida, se irán agrupando en partidas que progresivamente responderán a un encuadramiento político-militar, lo que le conferirá su carácter de organización guerrillera: cierta estructuración, disciplina y un estricto código de conducta.

Pronto empiezan a definirse una serie de grupos estables en los ayuntamientos de Fabero, Peranzanes, Vega de Espinareda, Arganza y Cacabelos que se apoyan en la población local y el abrigo  del terreno. En la cuenca de Fabero se asientan dos partidas, la liderada por Cesar Terrón -con base entre Fabero y Ancares- y la de Serafín Fernández “Santeiro”- que se movía entre Fabero, Fornela, el suroccidente asturiano y Lugo.

El grupo liderado por César Terrón estaría compuesto por unos 37 ex combatientes de los que solo 7 continuarían en la resistencia armada, el resto intentarían huir a Portugal. Eloy Terrón forma parte de esta partida por un corto periodo, pues sus precarias condiciones de salud lo desaconsejan.

La guerrilla es una creación del movimiento obrero que adapta sus formas de lucha a las condiciones de extrema represión y dictadura fascista. Entre las acciones protagonizadas por la partida de Cesar Terrón destacan incautaciones económicas en San Martín de Moreda y La Bustarga, la liberación de José Fernández Pérez o el ajusticiamiento del cura de Fresnedo (Juan Álvarez García, a quien acusaban de haber inducido a Falangistas de Toreno a asesinar al maestro de Finolledo, Manuel Pérez Abad). También se les inculpó por la muerte de un oficial del ejército en Vega de Espinareda en julio de 1940, el teniente Avay, aunque posteriormente se demostró que no tendría que ver con los huidos.

Patrullas mixtas, compuestas por Guardia Civil, Ejército (entre ellos el Tabor de Regulares, -conocidas como tropas “moras”-) y los falangistas de la zona, que son armados, desatan una dura represión. La persecución de la partida de César Terrón se agudizó a raíz de la muerte del párroco de Fresnedo, acrecentándose cuando fueron neutralizando varios de sus puntos de apoyo.

La muerte sorprendió a César Terrón el 21 de julio de 1940 en Villar de Otero en compañía de Amadeo Ramón Valledor y otros compañeros que pudieron huir. El ruido del cordero que transportaba por las cercanías de un apostadero militar, llamó la atención de un “moro” de Regulares que terminó con su vida con un disparo en la cabeza. Los grados de violencia empleados en la cuenca minera fueron extremos, un hecho del que no escapó Terrón. Su cuerpo fue enterrado en la puerta del cementerio de Vega de Espinareda tras ser expuesto en la plaza como forma de castigo ejemplarizante y humillación pública.

A raíz de su muerte, fue detenido en León Eloy Terrón, pues César portaba un mapa de la región noroeste de la Península con anotaciones suyas para tratar de salir de España. Tras permanecer un año aislado en el calabozo, esperando el Consejo de Guerra, fue condenado a seis meses y un día por el delito de adhesión a la rebelión.

Por su parte, el mando guerrillero pasa a “El Maestro”, que a su vez morirá abatido junto con Luis el de Fontoria, Brindis Mauriz de Paradaseca y un Guardia Civil en un tiroteo en un pinar de Canedo. El resto, unos se entregarán y serán represaliados, y otros se integran en la partida del Santeiro.

César Terrón fue un hombre producto de sus circunstancias, pero no pasó por su época de puntillas. Formó parte del movimiento obrero organizado en las diferentes expresiones que este fue tomando, pagando un alto precio por ello.

 

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