Las consignas “ni un céntimo menos, ni una hora más” y “llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones”, podría resumir la transformación de un sindicalismo reivindicativo, pero economicista, a otro revolucionario en el Fabero de los años 30 del s. XX. El Sindicato Único Minero de Fabero, es más que un sindicato, es el centro de la vida en la única cuenca anarcosindicalista de España. Su liderazgo es claro entre los sindicatos de la CNT en El Bierzo, colaborando con los cementeros de Cosmos, en Toral de los Vados o asesorando a trabajadores de la cuenca del Sil, algunos afectos a la UGT.
En 1933 la amenaza del fascismo es creciente a nivel internacional. En España la organización regional de Asturias, León y Palencia de la CNT plantea que si en las elecciones “triunfan las tendencias fascistas” y “el pueblo se rebela, la CNT tiene el deber de impulsar este deseo popular (…) del comunismo libertario.” Tras los comicios, “el peligro fascista” sería respondido mediante la Huelga General.
En la cuenca del Cua Antonio Monje,, “El Ilustrado”, recibe instrucciones claras para
preparar la Huelga General Revolucionaria. De Barcelona, Gijón y León, llegan
armas y dinero. El domingo 10 de diciembre se ultiman los preparativos
bajo la supervisión de Clemente Aparicio, quién lidera el grupo de
revolucionarios.
El lunes 11 de
diciembre Fabero amanece temprano. Los acontecimientos se suceden: requisas,
asaltos, reuniones, etc. Los
revolucionarios se hacen con el control del ayuntamiento, queman el archivo
municipal y proclaman el “Comunismo Libertario”.
Controlada la situación salen en camiones hacía Vega de Espinareda, pasando por
Berlanga del Bierzo, Sésamo y Fontoria. En Vega se hacen con el polvorín y
toman posiciones para asaltar el cuartel de la Guardia Civil.
Tras un duro combate los agentes deciden rendirse. Los trabajadores continúan con la requisa de armas, dinero, 800 pesetas del Banco de la familia “Pugas”, y prendas de vestir del comercio “Casa García”.
A medio día se
nombra un “Comisario del Pueblo” y deciden continuar hacía Ponferrada al
encuentro de los mineros de Laciana. El cortejo insurrecto, compuesto por siete
camiones, se detiene en Ocero, donde elige un Comité Revolucionario y deciden cambiar de dirección,
ahora hacia Cacabelos, pasando por Arganza. Allí, siguiendo el procedimiento,
se requisan armas y se quema el archivo municipal, con la colaboración del
Sindicato Único de Campesinos y Oficios Varios de Arganza.
Un camión se desvía hacia Quilos,
para realizar una requisa de armamento, el resto del convoy se dirige hacia
Cacabelos donde llega en torno a las 18:00 horas, cuando ya había oscurecido.
En la villa del Cua el primer objetivo es el ayuntamiento, aquí se produce una
refriega con la Guardia Civil, apoyada por civiles como el bodeguero socialista
Antonio Guerra y otros miembros de UGT. En el intercambio de disparos fallecen
el jornalero cacabelense José Yebra Nieto y el minero asturiano José
Barrero de la Peña.
Los insurrectos fracasan en la
toma de la casa de los banqueros Abella. Por entonces ya habían llegado las
tropas gubernamentales y los mineros huyen, haciéndose fuertes en el monte de
San Juan de la Mata, donde son atacados por dos aeroplanos pertenecientes a las
fuerzas de la Aviación del aeródromo de la Virgen del Camino. Dos compañías
del 36 Regimiento de Burgos acantonadas en León y una compañía de
ametralladoras de Astorga, los apoyarán en la misión.
Durante la mañana del 12 de
diciembre la fuerza pública abate a un numeroso grupo de revolucionarios entre
los pueblos de Cueto, Arganza y San Juan de Mata. La desigualdad en el combate es
manifiesta, mineros casi desarmados se enfrentan a tropas fuertemente armadas y
que “llevan órdenes terminantes” de acabar con ellos.
Los “caras negras” de la comuna huyen en dirección a los montes de Ancares y Fornela, en su retirada se ven obligados a abandonar hasta 7 camiones con explosivos y municiones en Vega. Cuando las fuerzas entran de nuevo en Fabero se produce un tiroteo, para facilitar la retirada de los mineros, en el que muere un revolucionario.
El miércoles 12 queman el ayuntamiento de Candín en represalia por la represión. Desde el día 13, el gobierno consigue hacerse con la situación y, aunque da por controlada la zona, hasta el día 14 de diciembre tratan de mandar refuerzos, que no llegan porque el fuerte temporal de nieve lo impide.
A pesar de ello, unos 25 mineros que habían escapado de la represión permaneciendo en el monte durante semanas logran cruzar por Fornela a Asturias. A este grupo se le achacarán los asaltos a los ayuntamientos de Ibias y Degaña en enero de 1934. En San Antolín, según la prensa, llegaron a nombrar a un obrero “comisario del pueblo” y obligaron al notario a tomar acta de tal designación. Finalmente, perecerían atrapados por el temporal de nieve en la Braña de la Carolina en Valdeprado. Otros, como el propio Clemente Aparicio, huyen a Francia vía Portugal, escapando de la represión
Tras el fracaso de la insurrección, la represión se cebará con los mineros. 102 trabajadores son condenados en distintos procesos abiertos por la vía militar. Represión judicial, a la que habrá que sumar la laboral, con decenas de despedidos.
La Huelga General Revolucionaria liderada por los mineros de Fabero se agotó en sí misma al no poder extenderse, se queda aislada. Sin embargo, la magnitud de los acontecimientos es tal, que el historiador Manuel Tuñón de Lara, sitúa como uno de los lugares más destacados todo el país junto a Aragón, La Rioja, Hospitalet del Llobregat (Barcelona) y Villanueva de la Serena (Badajoz), zonas de tradicional influencia cenetista. Un hecho que dará fama nacional, por su combatividad, al proletariado faberense en los años posteriores.
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