El 30 de junio de 2020 se procedió a la desconexión definitiva de la red eléctrica de la Central de Compostilla II, poniendo fin a varias décadas de producción térmica en la comarca berciana. Las movilizaciones laborales de plantilla y subcontratas de Endesa se sucedieron durante años y no se han terminado, un conflicto largo que se suma a muchos que le precedieron. Quizás el primero de gran envergadura fue el de 1964.
A comienzos de los 60 Endesa terminaba de construir el complejo energético más importante del país, el que hoy se está desmontando. Con el fin de las obras de los diferentes sistemas que tenía en la comarca, del pantano de Bárcena y el desvío del ferrocarril minero entre Ponferrada y Villablino, comenzarán los despidos de trabajadores. En agosto de 1963, coincidiendo con la oleada huelguística que recorre Asturias y León se dan las primeras protestas. En septiembre solicitan una reunión con el Consejo de Administración y proponen su recolocación en AUXINI, dependiente del INI, o en otras obras de la eléctrica pública.
A comienzos de 1964 comienzan los despidos masivos. Los trabajadores afrontan esta lucha apoyándose en todos los medios posibles, batalla judicial, plantes, escritos a los periódicos, cartas al Ministro de Trabajo o al propio Franco, asesoramiento eclesiástico, denuncias a La Pirenaica, comisiones de obreros, pleitos en Magistratura y a través del Sindicato Vertical, etc.En enero envían una carta a Diario de León, Proa, A.B.C. y Pueblo
explicando que no son ceses, sino despidos de “fijos de plantilla” según la Reglamentación Nacional de la
construcción en ENDESA. La misiva sin embargo no es publicada. La empresa se
escuda en que era personal eventual y recurre al Tribunal Supremo la decisión
de la Dirección General de Trabajo, que los declaraba fijos de plantilla, tal y
como lo había reconocido ENDESA antes de efectuar los despidos.
Numerosos recursos en Magistratura del Trabajo son fallados a
favor de la eléctrica. 2.000 trabajadores son despedidos en los primeros meses
de 1964, 600 con una antigüedad de más de 17 años. Los trabajadores se siente
indefensos: “¿Qué podemos hacer los que quedamos?”, le preguntan al Ministro de
Trabajo, José Solís.
Un verticalista de Ponferrada, nada sospechoso de subversivo, se cuestionaba
“¿Por qué tanta insistencia en (…) sembrar el descontento? (…) no somos la
clase trabajadora la que trata de crear problemas al Gobierno, ni a nuestra
Patria, sino cierto número de empresas que no quieren seguir las directrices de
nuestro Caudillo”.
Los miembros de la HOAC, como Francisco Beltrán, están coordinados
con los trabajadores y reclaman una “salida más humana y beneficiosa para
todos”. Consideran que antes de acudir al despido, se deberían tomar otras
medidas como reducir “los márgenes de beneficios, y el tren de vida de los
empresarios”. También obreros del PCE envían crónicas frecuentes sobre el
conflicto a la emisora comunista, La Pirenaica.
Mientras se suceden juicios, actos de
conciliación y recursos, Endesa presiona individualmente a los trabajadores,
sobre todo a los obreros mixtos, quienes combinan este trabajo con la actividad
agrícola o ganadera. La dirección quiere que firmen el despido voluntario,
renunciando a sus derechos. Algunos ceden y se van a la emigración.
Los trabajadores comunistas denuncian las
presiones sobre algunos enlaces que los habían representado con honradez y valentía: “El sindicato [Vertical] ha hecho como siempre el juego
al patrón”. Las presiones e
intimidaciones sobre esos enlaces honestos hacen que algunos se desdigan,
traten de convencerlos de que no tienen “no tenían ningún derecho” y acaben
expresando que “los curas los habían engañado”.
El 1 de febrero de 1964 se celebra un acto
de conciliación en Ponferrada y los trabajadores se presentan en “manifestación”, la acción reivindicativa llevan
tiempo preparándola, en su organización participan militantes comunistas y de
la HOAC. Las crónicas clandestinas recogen que los trabajadores salen
“destrozados” al perder el juicio, pero no cesan.
En abril continúan los recursos y el Sindicato Vertical autoriza
la celebración de una asamblea con los trabajadores para valorar la situación,
bajo la dirección del Delegado Comarcal. Además, celebran reuniones
clandestinas en la iglesia de Cuatro Vientos. Cuentan con el amparo de Don
José, el capellán. El eclesiástico los asesora legalmente e invita a que se
unan y “que se acabe el miedo (…) que fuesen unidos que todos juntos paseasen
por la calle, protestasen, que se enterase todo el pueblo”.
Tras varios años, el conflicto se saldará
con despidos, bajas indemnizaciones y la emigración para cientos de
trabajadores. Esto provoca la indignación de los comunistas bercianos que
durante meses envían cartas a Radio España Independiente. Denuncian las
promesas incumplidas de creación de empleo con el Plan de Estabilización.
Critican el crimen con miles de obreros,
los problemas con las liquidaciones y el papel de la OSE. G. R., irónicamente
se preguntaba:
“¿Dónde están esos centenares de miles de puestos de trabajo que el Plan de Desarrollo debería de crear? En Francia, en Suiza, Bélgica, Alemania…”.
La historia no se repite pero, en
ocasiones, rima.
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