Presentación

Nuestra historia, a modo de presentación

sábado, 20 de junio de 2020

“Los del otro lado. La juventud minera en el campo faccioso”. Un reportaje de época sobre la vida en Fabero durante la guerra civil.


Bajo este titular, “Los del otro lado. La juventud  minera en el campo faccioso”, el periódico “La Hora. Diario de la Juventud” del 9 de diciembre de 1937, editado en Valencia, dedica un completo reportaje a la cuenca minera de Fabero. 

El artículo nos narra la vida y el trabajo en la mina durante los primeros meses tras la ocupación franquista de Fabero, centrado especialmente en los nuevos mineros. Recordemos que en estos momentos España se encuentra inmersa en plena guerra civil.

El periódico “La Hora” era el órgano de expresión de la JSU (Juventudes Socialistas Unificadas), la organización juvenil más grande del país, fruto de la unión de la Juventud Comunista y la Juventud Socialista y que por entonces contaba con un cuarto de millón de afiliados.

Entre otras muchas cuestiones, apelando a la heroica analizaba los actos de resistencia recurriendo al orgullo de oficio:
 “El verdadero minero no se entrega: se defiende hasta el último momento; sabe ya bastante de la demagogia de la, Guardia Civil, sabe que le espera la muerte”.

La crónica a pesar de provenir de un periódico de parte y ser un artículo de propaganda política es un documento histórico de gran relevancia. Por un lado nos ofrece datos que contrastados con otras fuentes y a pesar del lenguaje grandilocuente, o ciertas exageraciones, son en general fidedignos. Por otro lado, aún siendo prensa partidaria, es una pieza única y da muestra de la relevancia que el movimiento obrero faberense había alcanzado en el conjunto del país.
A continuación he transcrito el contenido para facilitar su lectura, que recomiendo encarecidamente, pues no tiene desperdicio.

“Los del otro lado. La juventud  minera en el campo faccioso”. (09/12/1937)
El fascismo y el mineral

Cordillera rocosa de Galicia, Asturias y León. Formando un triángulo está la cuenca minera de Fabero. Por aquí pasaron, el 18 de julio, los mineros asturianos, víctimas del engaño del traidor Aranda. Aquí se defendieron, en retirada; aquí murieron muchos.

Ponferrada. La villa leonesa de Queipo de Llano es hoy el lugar más odiado de los jóvenes mineros, "que trabajan bajo el terror del sargento Vidarte.

-Cuando llegue la nuestra –dicen-, iremos a Ponferrada y la vamos a arrasar.

Ponferrada, sólo por su aspecto, es merecedora de tal odio. Aquí están los clásicos explotadores de la clase trabajadora, aquí han llegado los "especialistas" alemanes, que van a explotar hasta el máximo la cuenca minera de Pabero, Villablino, Tromalego [Tormaleo] y otras más.

Los mineros legítimos han huido todos. Enrolados, en fuertes columnas, todos se han internado en Asturias. Tras de ellos, muchas mujeres, jóvenes, niños, han escapado de las minas, han abandonado sus hogares para ir junto con sus hermanos de clase.

Tal problema, grave; la falta de "picas" y de "guajes" especializados en el trabajo, la han visto desde el primer momento los esbirros de Franco y sus "orientadores científicos", los alemanes.

¡Hay que tener mineros! ¡A los que están escapados por los montes hay que buscarlos! Pero esto es difícil. El verdadero minero no se entrega: se defiende hasta el último momento; sabe ya bastante de la demagogia de la Guardia Civil, sabe que le espera la muerte.

El sargento Vidarte está preocupado. Desde Ponferrada, León, Burgos y Salamanca le acosan constantemente. Mineros, mineros, hacen falta mineros; hombres que extraigan el carbón para enviarlo a Alemania.

Vidarte viaja de un sitio a otro. Siempre acompañado de su guardia negra, del sanguinario cabo Soto; estudia la forma de empezar su tarea. No han sido suficientes los espías en los pueblos, en los montes, para buscar y descubrir a los rojos. No ha sido suficiente toda su represión por los míseros pueblos de León.

Si dentro de quince días no hace funcionar las minas del capitalista Mora, las de la Compañía de la Reguera, a todas las empresas de Fabero, será destituido, quizá fusilado, por la mano invisible de los "técnicos".

Vidarte monta a caballo, acompañado de su banda. A su derecha va Soto; detrás, cincuenta falangistas de Ponferrada. Son hijos de curas, hijos de terratenientes; de lo peor de nuestra sociedad.

El reclutamiento

Llegan a las proximidades de un pueblo. Son las cuatro de la madrugada. Por el camino enlazan con el "nuevo alcalde" y el cura. Empiezan las descargas cerradas. Los campesinos, las mujeres y los niños escapan al monte. Acribillados por las balas han caído millares de campesinos en decenas de pueblos. Guímara, pueblo mártir, ha sido atacado ya varias veces. Peranzanes, Villablino, Trascastro, pueden hablar mucho del paraíso fascista.

Los campesinos que no pueden escapar y se libran de la muerte son copados y llevados a Fabero.

Muchachos de quince, dieciséis y diecisiete años empiezan su nueva vida: la vida de minero.

La cuenca minera de Fabero

Vidarte es el jefe. Jefe de la represión, jefe de los salarios, jefe de las tabernas. Dueño y señor absoluto de la respiración de toda la vida en Fabero. El joven campesino, hoy ya minero, se encuentra con la sorpresa de una organización. Si, de un Sindicato. El Sindicato de Vidarte, la C. O. N. S. En seguida empieza la ficha: fotografías, toda la composición social de la familia, miembros de  ésta que están con los rojos, su comportamiento en el pueblo, si va a misa, etc.

Inmediatamente le aguarda la mina. El campesino, acostumbrado a las tareas del campo, donde respira aire puro, se introduce en los túneles, farol de carburo en la mano, y, controlado por el vigilante, casi siempre traidor a la causa del pueblo, empieza su tarea.

Las "picas" son muy débiles. No es sencillo extraer carbón. Para ser una "pica" buena hay que tener la práctica de varios años. Pero no importa que los mineros "improvisados" revienten. Hace falta carbón, mucho carbón. Los técnicos alemanes esperan. Al comienzo, fuera; después ya conocen a todo el personal.

En tiempos normales, un buen picador de carbón extraía dos metros cuadrados de carbón. Ahora tienen que ser cuatro metros cuadrados, aunque tengan que trabajar catorce y dieciséis horas.

Y Vidarte está al corriente de todo. Tiene montado un servicio de espías dentro de la mina. Todo lo sabe; los picadores, los vagoneros, los guajes, todo el personal tiene su ficha personal.

Pero la Falange, a través de su Sindicato profesional, resuelve «el problema de los salarios. Sí; respeta unas bases de trabajo nuevas que el Gobierno de Burgos ha establecido: los jornales de hambre.

Pero Vidarte es también inteligente. Hace que a veces no se respeten sus bases de trabajo. E inmediatamente sale la C.O. N. S. en defensa de los mineros e impone el respeto de las bases primitivas. Y la demagogia continúa día tras día.

La nueva juventud minera de Fabero odia a muerte a sus explotadores. Y lo demuestra prácticamente. En la mina se vive la guerra con bastante intensidad. Casi todos los jóvenes tienen familiares con los rojos. Todos ellos son rebeldes por su propio trabajo.

Ellos piensan en nosotros y desean nuestra victoria. Todos los días, burlando la vigilancia de los espías, se comentan las novedades de la guerra.

Una palabra en contra de Franco significa, a la media hora, la muerte. Aquel joven minero que dudaba de la pérdida de Bilbao fué inmediatamente sacado de la mina y acribillado a balazos. Y así todos los días.

La carretera de Fabero a Ponferrada tiene para los transeúntes nueves paisajes macabros. El paisaje de las sepulturas. A cada paso que se da surge un nuevo espectáculo de terror. Centenares de vidas, casi infantiles, han encontrado muerte aquí en esta carretera.

Otras cuestiones hay que asfixian a la nueva juventud minera. El problema de la ropa. El que conozca la mina, el modo del trabajo, arrastrado siempre en una capa de 50 a 60 centímetros de altura, siempre tumbado en aquel agujero, podrá darse cuenta de la cantidad de ropa que el minero precisa al mes. Siempre destrozado, con la ropa mojada, sin ver el sol y sin posibilidades de mudarse, el minero, a los treinta años, es hombre perdido.

Heridas continuas, la vista siempre lesionada por el carbón, él grisú siempre acechando. Y todo esto lo tienen que soportar los jóvenes mineros en el paraíso fascista. Y todos los días hay accidentes de trabajo, nuevas víctimas en la lista interminable de la Junta facciosa, de Burgos.

Actos patrióticos

Pero hay más cosas. Una muy importante. Vidarte es ya el comandante del puesto militar de Fabero. Y, sin embargo, las cosas no marchan de color de rosa. Un día es apaleado un vigilante en el camino por tres desconocidos. Otro día es la interrupción de la línea de vagonetas. Camionetas de transporte que se estropean. Un balance elevado de lesionados. Poco carbón, cada día menos carbón para los fascistas.

La juventud minera trabaja en contra de sus explotadores. Cada noticia favorable para la causa de la República es acogida con entusiasmo en las minas. Vidarte necesita levantar la "moral", y organiza "actos patrióticos". Los domingos, fuertes concentraciones fascistas, con su misa de campaña. Bailes, juegos de bolos, copas de coñac. Y cuidado para el que no asista; ya sabe lo que le espera.

En la plaza, Vidarte, el cabo Soto, asesino de mujeres; "el Lobato", jefe de Falange y dueño de la taberna, del ganado de los familiares de los mineros, pregonan a los cuatro vientos las excelencias del fascismo. Al día siguiente, fotografías en las que quieren demostrar la convivencia de les obreros con la reacción.

Y no hablemos de la suscripción obligatoria para la bandera de la Guardia civil de Fabero o la suscripción pro avión. Y los sellos, tarjetas y toda clase de granujerías para dejar sin un céntimo a la juventud.

Por algo lo dice Vidarte. Es mejor que estos granujas no tengan ni cinco; así no se emborrachan.

Cada día se preparan nuevos refinamientos para dominar a la juventud. Pero no conseguirán nada. La retaguardia fascista se derrumba. Después de toda represión surge la rebeldía. Y esta ha sido ya manifestada notablemente por la juventud minera de Fabero, Villablino y Tromalego.

Y no tardará en que el Ejército del pueblo tenga un colaborador eficaz en la victoria. A la juventud de la España invadida.

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