El 21 de agosto de 1936 las tropas franquistas ocuparon Fabero, poniendo fin a un mes de resistencia antifascista en la cuenca del Cua, desde el golpe de Estado contra la II República Española del 18 de julio. El día 20 de julio León queda bajo poder de los golpistas que controlarán gran parte de la provincia exceptuando las cuencas mineras, en las que existían unas fuertes organizaciones obreras.
En
Fabero, el día del golpe de Estado los efectivos de la Guardia Civil permanecen
leales a la República pero, tras abandonar la localidad, se pasan al bando de
los sublevados. La Falange lleva meses haciendo acopio de armas y guardándolas
en el sótano de los médicos Terrón en Vega de Espinareda. Por su parte, los
mineros organizan un Comité de Defensa antifascista, liderado por Clemente
Aparicio, que organiza desde comedores populares, en el barrio de la Cortina, a
la defensa del pueblo, en la zona alta del “Rebullin”.
Los mineros de Fabero participan en Villafranca y Ponferrada en la defensa de la legalidad republicana aunque con escaso éxito. El 21 de julio, con la caída de Ponferrada en manos fascistas, se repliegan a Fabero. Allí se organiza la defensa del pueblo, consiguiendo detener el avance fascista hasta en dos ocasiones.
Primero
rechazan el intento de penetración de falangistas de las cercanas localidades
de Argayo, Sorbeda y Páramo del Sil, que intentan entrar por la zona de
“Valdesalgueiro”. Este primer ataque será repelido, no sin víctimas por parte
de los trabajadores leales a la República.
Sin
embargo, el cerco principal a la localidad tendrá lugar en la zona de la
carretera de Ponferrada. El 26 de julio los mineros detienen una nueva
tentativa de ocupación que la Guardia Civil y la Falange realizan en las zonas
del “Rebullin” y el “Boreguero”. Se
producen intensas escaramuzas pero la “línea defensiva” de los mineros no es
sobrepasada. Estos actos de resistencia serán recogidos con entusiasmo por la
propaganda republicana. La prensa del V regimiento de Milicias Antifascistas titula
“De la sierra de Ronda a la cuenca de Fabero el enemigo es atacado por todas
partes”, alabando la “lucha heroica” de sus de “bravos mineros” y “expertos
dinamiteros”.
Entre
los últimos días de julio y los primeros de agosto habían tenido lugar algunas
incursiones nocturnas de falangistas en el pueblo, llegando a quemar algunas
casas. Poco a poco la tensión va en aumento, especialmente cuando empiezan a llegar
las noticias de los primeros fusilados en los pueblos bajo control falangista. El
diario de la JSU, republicano, pinta en sus páginas la macabra escena:
“La
carretera de Fabero a Ponferrada tiene para los transeúntes nuevos paisajes
macabros. El paisaje de las sepulturas. A cada paso que se da surge un nuevo
espectáculo de terror. Centenares de vidas, casi infantiles, han encontrado su
muerte aquí en esta carretera.”
En
torno al 18 de agosto, fuerzas de la falange local y de la Guardia Civil atacan
nuevamente las posiciones de los mineros. En ese momento en la zona conocida
como la “Rubiona” está accediendo un “gran contingente militar”. Finalmente,
tras varios intentos frustrados, en la noche entre el 20 y el 21 de agosto
unidades del Ejército y de la Falange gallega entran en Fabero y centenares de
personas se ven obligadas a huir en medio de la noche. Eloy Terrón, presente en
estos sucesos, los describe de la siguiente manera:
“(…)
fui testigo hacia el 20 o 21 de agosto de 1.936 de cómo unidades del Ejército y
de la Falange gallega entraron en Fabero disparando sus armas contra el pueblo.
Yo estaba durmiendo, pues ocurrió al amanecer. Tuve que huir solo, medio
desnudo, en dirección al Valle de Ancares.”
Los
contingentes de huidos se dirigen en dos grupos hacia Ancares y Fornela, desde
donde el Comité de Defensa se reorganiza y prepara la evacuación hacia la zona
republicana más cercana, Asturias. El 24 de noviembre de 1936, 469 personas
consiguen atravesar el puerto de Leitariegos para refugiarse y combatir en el
frente Asturiano.
Desde
ese 21 agosto de 1936 la cuenca del Cua queda sometida al poder de los
sublevados. El nuevo régimen se va implantando combinando los nombramientos de
cargos públicos con las “operaciones de limpieza” a quienes no se mostrasen
partidarios del mismo. Los partidos
políticos, exceptuando FET de las JONS, son ilegalizados. También los
sindicatos y las organizaciones sociales fueron disueltas y sus bienes y
propiedades incautadas. Por ejemplo, un falangista se adueña del local de la
CNT faberense, donde instalará un comercio.
El 29 de agosto tendrá lugar la “sesión extraordinaria para [la] constitución de la Comisión Gestora” del Ayuntamiento, presidida por el delegado Gubernativo del Partido Judicial de Villafranca. En esta reunión se nombra a Pedro Martínez Abella como primer alcalde franquista. A la par, quedan “destituidas en este acto los concejales que pertenecían a la anterior corporación” republicana. Cómo recoge el acta que presentamos en la imagen adjunta.
El
delegado gubernativo en su discurso a la nueva corporación apela a “los
supremos intereses comunales que son los de la Patria para que la España que
renace con el Glorioso movimiento nacional vuelva a ser noble y grande como lo
fue en tiempos pretéritos”, utilizando la clásica retórica falangista.
Las
primeras medidas del consistorio son realmente ilustrativas de lo que será el
nuevo régimen. La “corporación por unanimidad
acuerda hacer constar la más enérgica protesta por los hechos vandálicos
cometidos por los comunistas mineros durante su dominación en esta localidad”. Utilizan los tópicos de la propaganda
franquista de la época, acusándo a los trabajadores de quemar el Cuartel de la
Guardia Civil, profanar “saacrilégicamente las iglesias” y reclaman que hagan
frente a los gastos de reparación. Hechos
que no ocurrieron, pues entre las instrucciones del Comité de Defensa de
Fabero, estaban la custodia de la iglesia y el cuartel para evitar ataques y
agresiones a falangistas.
Llama la atención que un ayuntamiento conformado
mayoritariamente por población minera hable de este colectivo laboral en
tercera persona, cómo algo ajeno.
Otro acuerdo otorga “voto de gracia” a la Guardia Civil y a
la Falange por su “abnegación en la defensa del orden que ha hecho nacer la
tranquilidad en el vecindario”. Las muestras de gratitud hacía las fuerzas
golpistas por parte del consistorio serán abundantes, e irán desde ceremonias
de agradecimiento ó regalos de banderas, al sacrificio de terneros para su
deleite.
La
implantación de un régimen que cuenta con la reprobación de la mayoría de la
población no es sencilla y requiere de un fuerte aparato represivo. Un hecho
que se comprobará a lo largo de los días siguientes y durante 40 años más.
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