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Nuestra historia, a modo de presentación

miércoles, 17 de septiembre de 2025

Langre 1985 – Lusío 2025: de aquellos fuegos estas cenizas

El 17 de septiembre de 1985, un incendio originado en la localidad de Tombrio de Arriba arrasó 6 casas y entre 15 y 28 fueron afectadas en menor medida (según las fuentes) en la localidad de Langre (municipio de Berlanga del Bierzo), 20 cuadras, decenas de animales (sobre todo gallinas, conejos y cerdos) y varias decenas de hectáreas de castaños, robles y monte bajo, comprendidas entre las dos localidades. Por suerte, y a pesar de la magnitud del incendio, no se registraron víctimas mortales ni heridos de consideración. Aun así, cinco familias se quedaron en la calle.

“Los nueve miembros de una brigada de extinción de incendios de Icona, se personaron en el lugar de los hechos sobre las dos de la tarde, según estas fuentes -a las 16.00 horas del martes según los vecinos- e intentaron sin éxito, junto con los afectados, sofocar el incendio”, recogía el diario El País, en su edición del día 19.

“La situación se vio agravada –continuaba la crónica periodística- por la falta de agua en el pueblo, a causa de las explotaciones mineras de interior, que van secando paulatinamente los manantiales que posee este pequeño núcleo rural, según los vecinos. Por otra parte, este mismo día se localizaron en la provincia de León 65 incendios "la mayoría de ellos provocados", según fuentes de la Jefatura Provincial de Montes, "que hace a todas luces insuficiente cualquier empeño de la actual dotación humana con que cuenta la jefatura".” Unas palabras que nos suenan, por desgracia, muy actuales.

Las pérdidas se cuantificaron en unos 100 millones de pesetas. Una Comisión Pro-Damnificados de Langre trató de recaudar y repartir las escasas ayudas, procedentes sobre todo de la solidaridad de vecinos de los municipios cercanos, a los que acudían directamente los afectados.

El 17 de agosto de 2025. 39 años y 11 meses después, el pueblo de Lusío, en el municipio de Oencia, quedó completamente arrasado.

40 años después de la tragedia de Langre, las comarcas de Laciana y El Bierzo han sufrido devastadores incendios durante el mes de agosto y septiembre. Los daños al patrimonio natural y a las poblaciones han sido inmensos. Las respuestas —comunicados, concentraciones, manifestaciones— no se han hecho esperar. Se ha hablado mucho de prevención, de la necesidad de que pueblos, juntas vecinales y ayuntamientos gestionen sus montes, y de un dispositivo profesionalizado, público, permanente, con medios suficientes y centrado en la prevención.

Reivindicaciones justas, no nuevas. Mirar al pasado nos permite comprender el presente y alejarnos del relato interesado. Mucho se ha dicho sobre que ahora, cuando todo ocurre, “todo el mundo exige”, o que los sindicatos no habían dicho nada hasta ahora. Lo cierto es que la magnitud de las tragedias de los incendios forestales es evitable y hubo quienes lo advirtieron, también antes de la primavera de 2025. No es cierto que no se haya dicho nada; lo que ocurre es que hubo quien no quiso escuchar. Las organizaciones obreras, desde finales de los años ochenta y más allá de los problemas laborales o de la reconversión, han permanecido atentas a otros conflictos generados por el abandono del medio rural y la despoblación. Entre ellos, el de los incendios.

Hoy recuperamos un documento clarividente que, con la perspectiva de los años, explica mucho de lo sucedido. En la primavera de 1990, Germán Fernández, representante del Sindicato Provincial de Administración Pública de CCOO, y Rafael Marina, secretario provincial del Sector Autonómico de la FSP-UGT, reclamaban con urgencia la convocatoria de la Comisión Provincial de Montes. Su petición era clara: dotar de brigadas-retén a la campaña de extinción de incendios forestales de aquel año y frenar la privatización de los trabajos forestales en favor de empresas privadas.

Los sindicatos advertían ya entonces que la defensa de los montes debía hacerse con medios públicos, estables y con la participación de las administraciones locales, no dejando en manos privadas un servicio esencial. Más de tres décadas después, sus palabras siguen siendo de una inquietante actualidad: los incendios arrasan nuestros pueblos, el operativo continúa siendo precario, insuficiente y fragmentado, y la gestión forestal activa brilla por su ausencia.

No es que no se dijera, es que hubo quien no quiso escuchar. Lo demás, tierra -vidas y viviendas- quemadas.

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