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miércoles, 28 de febrero de 2024

La Cooperativa Lacianiega y Juan Alvarado

Hace unas semanas presentamos una entrada con el reportaje: “Los orígenes de la minería en Laciana publicado en el periódico El Fígaro el 24 de diciembre de 1918. Aunque entonces ofrecimos el periódico completo, hoy queremos detenernos en uno de sus artículos dedicados a la Cooperativa Lacianiega, una pionera industria de producción de la famosa manteca leonesa fabricada en el Valle.

Y si mencionamos a la Cooperativa Lacianiega es obligado mencionar a Juan Alvarado, de quien ya hablamos con ocasión de su libro “Colección de cantares de boda. Recogida en el Valle de Laciana, Babia y Alto Bierzo (1919)”.

Alvarado, quien se convirtió en un experto en la materia a nivel nacional y europeo, llevaba detrás de este proyecto que fructificó en la Cooperativa Lacianiega desde 1896, tratando de aplicar sistemas ya probados en varios países europeos. Su biografía elaborada por Víctor del Reguero, que también reproducimos a continuación, se puede consultar la página de la Real Academia de la Historia.

 

“VILLABLINO = (LEÓN) = LA "COOPERATIVA LACIANIEGA"

Cuando en el mes de febrero de 1915 se fundó en Villablino «La Cooperativa Lacianiega», sólo contaba con 35 socios, y en el día pasan de 130 los ganaderos asociados. Este es, sin duda, el mejor elogio que de ella puede hacerse.

En un espacio de nada más tres años ha realizado una labor tal, que asombra el esfuerzo y se comprende el orgullo de los ganaderos leoneses cuando hacen constar su condición de asociados de la Cooperativa. Para la edificación del establecimiento y montaje de las máquinas hubo de hacerse al pósito ganadero de la Asociación general de ganaderos un empréstito de 10.000 pesetas, y el resto, hasta las 65.000 pesetas que se consideraban necesarias, se cubrió entre los ganaderos asociados con un interés de 4 por 100, a devolver en cuatro años, y al finalizar este año, es decir, a los dos de haber sido hecho el empréstito, sólo deberá la Asociación pesetas 25.000.

En los últimos doce meses se han trabajado más de 450.000 litros de leche, unos 26.000 kilogramos de manteca, que supone un rendimiento del 6,50 por 100, caso verdaderamente extraordinario en el mundo entero, pues ni en Jersey, cuya leche de vacas, la más mantequera que aparece en los mercados, es famosa por la riqueza, no ha logrado nunca en los análisis químicos sino un promedio de 6 por 100. Y la raza de vacas que surte hoy de leche a la Cooperativa Lacianiega da, como queda apuntado, un 6,50 por 100 en fabricación.

Antes de fundarse la Cooperativa, pagaban la leche los fabricantes de mantecas a un precio medio de 14 céntimos, mientras que ahora la Cooperativa la abona a sus asocios a 20 céntimos, habiendo llegado este año a pagarse a más de 60 céntimos, devolviendo además el 80 por 100 de la leche desnatada.”

Publicado en el periódico El Fígaro el 24 de diciembre de 1918.

 

“Alvarado Albo, Juan de Mata

 

Juan Alvarado. Vivero (Lugo), 25.III.1865 – Villablino (León), 8.IX.1914. Profesor e investigador de industrias lácteas.

Hijo de Salustio Víctor Alvarado Somoza (1836-1886) y de María del Carmen Albo González (1830-1890), fue el mayor de cinco hermanos. El padre, abogado, notario y fiscal con inquietudes culturales, compatibilizó su profesión de jurista con su faceta política como republicano. Durante la I República, fue diputado a Cortes Constituyentes y gobernador civil de Lugo y Zaragoza.

Juan Alvarado cursó el bachiller en el Colegio Apóstol Santiago de Camposancos (Pontevedra) entre 1876 y 1880. A continuación, sabemos que se matriculó en Ciencias Exactas, Físicas y Naturales en la Universidad de Valladolid, ciudad en la que recaló la familia en 1884 cuando el padre fue nombrado fiscal de la Audiencia Provincial. Su fallecimiento en 1886 obligó a un nuevo traslado, este a Madrid, donde el hijo mayor continuó sus estudios como alumno libre de la Universidad Central.

Dos años más tarde, en 1888, recibió la encomienda de la Institución Libre de Enseñanza para trasladarse a Villablino, en la provincia de León, donde Francisco Fernández-Blanco de Sierra y Pambley había fundado una Escuela Mercantil y Agrícola junto a Francisco Giner de los Ríos, Gumersindo de Azcárate y Manuel Bartolomé Cossío. Sus enseñanzas se basaban en los principios krausistas, orientadas sobre todo a una formación práctica de comercio y agroganadería. Juan Alvarado fue profesor y, a partir de 1895, también director, siéndolo hasta su muerte.

Además de la labor educativa, que tuvo gran éxito con las sucesivas promociones salidas del centro, la escuela introdujo maquinaria y metodología para el tratamiento industrial de la leche. En ella se recibió en 1888 maquinaria importada de Francia, la primera de su tipo que entró en España, con la que se inició la modernización del arcaico proceso de elaboración de la manteca fina de vaca (mantequilla), que posibilitaría tanto su producción a gran escala con procedimientos industriales, como la mejora de la calidad del producto final. Para ello fue enviado a Francia, con una beca costeada por el fundador de la escuela, el profesor Manuel Díaz Seco, como lo sería más adelante Buenaventura Alvarado Albo, cuyos pasos vitales y profesionales fueron en paralelo a los de su hermano Juan.

Fruto de esa evolución en la transformación láctea fueron las firmas “Mantequerías Leonesas”, de Marcelino Rubio, y “Mantequera Leonesa”, de Manuel García-Lorenzana, ambos alumnos de la Escuela de Sierra Pambley de Villablino, cuyos productos alcanzaron gran fama, así como las numerosas lecherías cooperativas que se crearon en la montaña leonesa para suministro de ambas fábricas. La actividad tuvo un gran impacto económico, que, apenas despegada, se vio totalmente desplazado al término de la I Guerra Mundial por el desarrollo de la minería del carbón en la zona, si bien la actividad se mantuvo hasta el último tercio del siglo XX.

Los hermanos Alvarado emprendieron otras iniciativas en el campo ganadero, como el ensayo de nuevos cultivos o la mejora de la raza vacuna autóctona, la mantequera leonesa, con el fin de incrementar tanto su producción de leche como el porcentaje de materia grasa de esta, lo que cristalizó en concursos de selección genealógica de la raza (el primero tuvo lugar en Villablino en 1918). Otros empeños fueron la Mutua Lacianiega (sociedad de seguros mutuos contra la mortalidad del ganado vacuno fundada en 1907), o la Cooperativa Lacianiega, cuyo primer embrión intentó Juan Alvarado en 1896 siguiendo el modelo extendido en varios países europeos, y que no se hizo realidad hasta 1915. Fue la primera cooperativa lechera constituida en España.

En continua formación y contacto con otros expertos europeos, los hermanos Alvarado asistieron frecuentemente a congresos de lechería en distintos países (Francia, Holanda, Suiza, etc.), al tiempo que se convertían en referentes de la materia en España gracias a sus habituales colaboraciones en publicaciones periódicas especializadas, como la Revista Agrícola Popular (Astorga, León), Agros: Revista de Agricultura (Madrid), Prácticas Modernas (La Coruña) y, sobre todo, su continua presencia en El Progreso Agrícola y Pecuario y La Industria Pecuaria, órgano oficial de la Asociación General de Ganaderos del Reino.

En 1908, fue premiada su memoria “Leche, manteca y quesos” en el II Concurso Nacional de Ganaderos. Con su publicación, Juan y Ventura Alvarado estrecharon lazos con la Asociación General de Ganaderos del Reino, para la que realizaron poco después otro trabajo sobre el queso manchego, que también editó esa institución. En 1911, la Asociación puso en marcha la “Sección de Fomento de Industrias Lácteas” bajo dirección de ambos hermanos. Desde ella, se resolvían consultas de todo tipo enviadas por correspondencia, se atendían peticiones de análisis de leche, quesos y mantequilla, y se llevaban a cabo investigaciones y demostraciones prácticas en cursos y jornadas divulgativas. Fruto de ese papel llevaron a cabo un viaje de estudio a Picos de Europa en 1911, con importantes aportaciones para la mejora del proceso de elaboración y tratamiento del queso Cabrales, y otro en 1912 al Alto Aragón y el Llano de Zaragoza. Una actividad que, en el caso de Juan Alvarado, truncó el fin de su vida, pues en 1914 solicitó una beca a la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas para estudiar las industrias y ganadería lechera en Francia, Bélgica y Suiza, con el propósito de acercarse a la elaboración del queso Roquefort y trasladar el progreso en la elaboración que aquel había experimentado, sobre los de Cabrales y Picón, típicos de Picos de Europa. Su enfermedad y muerte hicieron imposible ese propósito.

Suyas son también otras creaciones sociales como la Asociación de Antiguos Alumnos de la Escuela de Sierra Pambley (1911), con delegaciones en Villablino, Madrid y Argentina, puntos adonde había emigrado el grueso de sus discípulos, o la Liga de Amigos de la Escuela de Laciana (1912), institución que fundó junto a otros diez burgueses para la construcción de nueve escuelas en otros tantos pueblos de la zona, la organización de premios escolares y la celebración de la fiesta del árbol.

Fue además uno de los pioneros de la explotación de carbón en Laciana, cuya cuenca sería de las más importantes de España, con actividad documentada al filo de 1899. Su curiosidad le hizo interesarse por múltiples ramas del saber, como la astronomía, la fotografía, la historia o el derecho consuetudinario. Colaboró con diversos trabajos de investigación con instituciones como el Ateneo de Madrid o la Real Academia de la Historia, y también con estudiosos como Ramón Menéndez Pidal. Emprendió la recopilación del vocabulario de la lengua vernácula de la montaña asturleonesa –hoy conocida como patsuezu–, siendo el primero en hacerlo, además del estudio de distintos aspectos antropológicos y etnográficos (ritos de paso, cantares de bodas, adivinanzas, etc.). La mayor parte de su obra en este campo no ha llegado a nuestros días.

Se casó en 1907 en matrimonio civil con Luisa de la Vega Wetter (1863-1944), nacida en París y viuda de Augusto González de Linares. Desde dicho año, ella se ocuparía como profesora de Francés, Comercio y Matemáticas en la Escuela de Sierra Pambley junto a su marido, y a partir de 1913 con la ayuda de su hija Genara González de Linares del aula formada para niñas.

Juan Alvarado murió en Villablino el 8 de septiembre de 1914, a los 49 años, a causa de un cáncer de estómago. La Escuela de Sierra Pambley fue cerrada dos cursos más tarde, y su viuda, Luisa de la Vega, trasladó su vida a Madrid, donde trabajaría como acuarelista en el Museo Nacional de Ciencias Naturales.

En 1917, el Ayuntamiento de Villablino acordó dar el nombre de Juan Alvarado a la que entonces era calle principal de la localidad, nomenclatura que se mantiene.

(…)

Víctor del Reguero”

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