Y si mencionamos a la Cooperativa Lacianiega es
obligado mencionar a Juan Alvarado, de quien ya hablamos con ocasión de su
libro “Colección
de cantares de boda. Recogida en el Valle de Laciana, Babia y Alto Bierzo (1919)”.
Alvarado, quien se convirtió en un experto en la
materia a nivel nacional y europeo, llevaba detrás de este proyecto que
fructificó en la Cooperativa Lacianiega desde 1896, tratando de aplicar
sistemas ya probados en varios países europeos. Su biografía elaborada por
Víctor del Reguero, que también reproducimos a continuación, se puede consultar
la página de la Real Academia de
la Historia.
“VILLABLINO
= (LEÓN) = LA "COOPERATIVA LACIANIEGA"
Cuando en el mes de febrero de 1915 se fundó en
Villablino «La Cooperativa Lacianiega», sólo contaba con 35 socios, y en el día
pasan de 130 los ganaderos asociados. Este es, sin duda, el mejor elogio que de
ella puede hacerse.
En un espacio de nada más tres años ha realizado una
labor tal, que asombra el esfuerzo y se comprende el orgullo de los ganaderos
leoneses cuando hacen constar su condición de asociados de la Cooperativa. Para
la edificación del establecimiento y montaje de las máquinas hubo de hacerse al
pósito ganadero de la Asociación general de ganaderos un empréstito de 10.000
pesetas, y el resto, hasta las 65.000 pesetas que se consideraban necesarias,
se cubrió entre los ganaderos asociados con un interés de 4 por 100, a devolver
en cuatro años, y al finalizar este año, es decir, a los dos de haber sido
hecho el empréstito, sólo deberá la Asociación pesetas 25.000.
En los últimos doce meses se han trabajado más de
450.000 litros de leche, unos 26.000 kilogramos de manteca, que supone un
rendimiento del 6,50 por 100, caso verdaderamente extraordinario en el mundo
entero, pues ni en Jersey, cuya leche de vacas, la más mantequera que aparece
en los mercados, es famosa por la riqueza, no ha logrado nunca en los análisis
químicos sino un promedio de 6 por 100. Y la raza de vacas que surte hoy de
leche a la Cooperativa Lacianiega da, como queda apuntado, un 6,50 por 100 en
fabricación.
Antes de fundarse la Cooperativa, pagaban la leche
los fabricantes de mantecas a un precio medio de 14 céntimos, mientras que ahora
la Cooperativa la abona a sus asocios a 20 céntimos, habiendo llegado este año
a pagarse a más de 60 céntimos, devolviendo además el 80 por 100 de la leche
desnatada.”
Publicado
en el periódico El Fígaro el 24 de diciembre de 1918.
…
“Alvarado Albo, Juan de Mata.
Juan Alvarado. Vivero (Lugo), 25.III.1865
– Villablino (León), 8.IX.1914. Profesor e investigador de industrias lácteas.
Hijo de Salustio Víctor Alvarado Somoza
(1836-1886) y de María del Carmen Albo González (1830-1890), fue el mayor de
cinco hermanos. El padre, abogado, notario y fiscal con inquietudes culturales,
compatibilizó su profesión de jurista con su faceta política como republicano.
Durante la I República, fue diputado a Cortes Constituyentes y gobernador civil
de Lugo y Zaragoza.
Juan Alvarado cursó el bachiller en el Colegio
Apóstol Santiago de Camposancos (Pontevedra) entre 1876 y 1880. A continuación,
sabemos que se matriculó en Ciencias Exactas, Físicas y Naturales en la
Universidad de Valladolid, ciudad en la que recaló la familia en 1884 cuando el
padre fue nombrado fiscal de la Audiencia Provincial. Su fallecimiento en 1886
obligó a un nuevo traslado, este a Madrid, donde el hijo mayor continuó sus
estudios como alumno libre de la Universidad Central.
Dos años más tarde, en 1888, recibió la
encomienda de la Institución Libre de Enseñanza para trasladarse a Villablino,
en la provincia de León, donde Francisco Fernández-Blanco de Sierra y Pambley
había fundado una Escuela Mercantil y Agrícola junto a Francisco Giner de los
Ríos, Gumersindo de Azcárate y Manuel Bartolomé Cossío. Sus enseñanzas se
basaban en los principios krausistas, orientadas sobre todo a una formación
práctica de comercio y agroganadería. Juan Alvarado fue profesor y, a partir de
1895, también director, siéndolo hasta su muerte.
Además de la labor educativa, que tuvo gran éxito
con las sucesivas promociones salidas del centro, la escuela introdujo
maquinaria y metodología para el tratamiento industrial de la leche. En ella se
recibió en 1888 maquinaria importada de Francia, la primera de su tipo que
entró en España, con la que se inició la modernización del arcaico proceso de
elaboración de la manteca fina de vaca (mantequilla), que posibilitaría tanto
su producción a gran escala con procedimientos industriales, como la mejora de
la calidad del producto final. Para ello fue enviado a Francia, con una beca
costeada por el fundador de la escuela, el profesor Manuel Díaz Seco, como lo
sería más adelante Buenaventura Alvarado Albo, cuyos pasos vitales y
profesionales fueron en paralelo a los de su hermano Juan.
Fruto de esa evolución en la transformación
láctea fueron las firmas “Mantequerías Leonesas”, de Marcelino Rubio, y
“Mantequera Leonesa”, de Manuel García-Lorenzana, ambos alumnos de la Escuela
de Sierra Pambley de Villablino, cuyos productos alcanzaron gran fama, así como
las numerosas lecherías cooperativas que se crearon en la montaña leonesa para
suministro de ambas fábricas. La actividad tuvo un gran impacto económico, que,
apenas despegada, se vio totalmente desplazado al término de la I Guerra
Mundial por el desarrollo de la minería del carbón en la zona, si bien la
actividad se mantuvo hasta el último tercio del siglo XX.
Los hermanos Alvarado emprendieron otras
iniciativas en el campo ganadero, como el ensayo de nuevos cultivos o la mejora
de la raza vacuna autóctona, la mantequera leonesa, con el fin de incrementar
tanto su producción de leche como el porcentaje de materia grasa de esta, lo
que cristalizó en concursos de selección genealógica de la raza (el primero
tuvo lugar en Villablino en 1918). Otros empeños fueron la Mutua Lacianiega
(sociedad de seguros mutuos contra la mortalidad del ganado vacuno fundada en
1907), o la Cooperativa Lacianiega, cuyo primer embrión intentó Juan Alvarado
en 1896 siguiendo el modelo extendido en varios países europeos, y que no se
hizo realidad hasta 1915. Fue la primera cooperativa lechera constituida en
España.
En continua formación y contacto con otros
expertos europeos, los hermanos Alvarado asistieron frecuentemente a congresos
de lechería en distintos países (Francia, Holanda, Suiza, etc.), al tiempo que
se convertían en referentes de la materia en España gracias a sus habituales
colaboraciones en publicaciones periódicas especializadas, como la Revista
Agrícola Popular (Astorga, León), Agros: Revista de
Agricultura (Madrid), Prácticas Modernas (La Coruña)
y, sobre todo, su continua presencia en El Progreso Agrícola y Pecuario y La
Industria Pecuaria, órgano oficial de la Asociación General de Ganaderos
del Reino.
En 1908, fue premiada su memoria “Leche, manteca
y quesos” en el II Concurso Nacional de Ganaderos. Con su publicación, Juan y
Ventura Alvarado estrecharon lazos con la Asociación General de Ganaderos del
Reino, para la que realizaron poco después otro trabajo sobre el queso
manchego, que también editó esa institución. En 1911, la Asociación puso en
marcha la “Sección de Fomento de Industrias Lácteas” bajo dirección de ambos
hermanos. Desde ella, se resolvían consultas de todo tipo enviadas por
correspondencia, se atendían peticiones de análisis de leche, quesos y
mantequilla, y se llevaban a cabo investigaciones y demostraciones prácticas en
cursos y jornadas divulgativas. Fruto de ese papel llevaron a cabo un viaje de
estudio a Picos de Europa en 1911, con importantes aportaciones para la mejora
del proceso de elaboración y tratamiento del queso Cabrales, y otro en 1912 al
Alto Aragón y el Llano de Zaragoza. Una actividad que, en el caso de Juan
Alvarado, truncó el fin de su vida, pues en 1914 solicitó una beca a la Junta
para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas para estudiar las
industrias y ganadería lechera en Francia, Bélgica y Suiza, con el propósito de
acercarse a la elaboración del queso Roquefort y trasladar el progreso en la
elaboración que aquel había experimentado, sobre los de Cabrales y Picón,
típicos de Picos de Europa. Su enfermedad y muerte hicieron imposible ese
propósito.
Suyas son también otras creaciones sociales como
la Asociación de Antiguos Alumnos de la Escuela de Sierra Pambley (1911), con
delegaciones en Villablino, Madrid y Argentina, puntos adonde había emigrado el
grueso de sus discípulos, o la Liga de Amigos de la Escuela de Laciana (1912),
institución que fundó junto a otros diez burgueses para la construcción de
nueve escuelas en otros tantos pueblos de la zona, la organización de premios
escolares y la celebración de la fiesta del árbol.
Fue además uno de los pioneros de la explotación
de carbón en Laciana, cuya cuenca sería de las más importantes de España, con
actividad documentada al filo de 1899. Su curiosidad le hizo interesarse por
múltiples ramas del saber, como la astronomía, la fotografía, la historia o el
derecho consuetudinario. Colaboró con diversos trabajos de investigación con
instituciones como el Ateneo de Madrid o la Real Academia de la Historia, y
también con estudiosos como Ramón Menéndez Pidal. Emprendió la recopilación del
vocabulario de la lengua vernácula de la montaña asturleonesa –hoy conocida
como patsuezu–, siendo el primero en hacerlo, además del estudio de
distintos aspectos antropológicos y etnográficos (ritos de paso, cantares de
bodas, adivinanzas, etc.). La mayor parte de su obra en este campo no ha
llegado a nuestros días.
Se casó en 1907 en matrimonio civil con Luisa de
la Vega Wetter (1863-1944), nacida en París y viuda de Augusto González de
Linares. Desde dicho año, ella se ocuparía como profesora de Francés, Comercio
y Matemáticas en la Escuela de Sierra Pambley junto a su marido, y a partir de
1913 con la ayuda de su hija Genara González de Linares del aula formada para
niñas.
Juan Alvarado murió en Villablino el 8 de
septiembre de 1914, a los 49 años, a causa de un cáncer de estómago. La Escuela
de Sierra Pambley fue cerrada dos cursos más tarde, y su viuda, Luisa de la
Vega, trasladó su vida a Madrid, donde trabajaría como acuarelista en el Museo
Nacional de Ciencias Naturales.
En 1917, el Ayuntamiento de Villablino acordó dar
el nombre de Juan Alvarado a la que entonces era calle principal de la
localidad, nomenclatura que se mantiene.
(…)
Víctor del Reguero”
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