El
dictamen lo forman 14 páginas y está compuesto de “las siguientes partes”:
· Introducción
· Observaciones in
situ de la Comisión Técnica
· Pruebas
testificales y físicas
· Discusión y
razonamientos para determinar las causas
· Conclusiones
· Notas finales
· Objetivos
inmediatos del SOMA-UGT
Cuando
el equipo técnico del SOMA conoce la magnitud del accidente, decide que el
secretario General se desplace hasta Laciana. Le acompaña un equipo técnico en materia
de Seguridad e Higiene del sindicato en HUNOSA. El objetivo es “prestar toda la
colaboración precisa en el aspecto técnico y humano” y ya con la idea de
“elaborar un informe detallado sobre las causas que motivaron el accidente”.
El
dossier del sindicato socialista afirma que se encuentra con la oposición de
los responsables del pozo y de CC.OO. Manuel Lastra, trabajador y sindicalista
de CCOO en María, negó esas acusaciones. Explica que no “creíamos oportuno que
entrarán a la mina (…) parecía que eran los salvavidas. Nosotros no dejamos
entrar a nadie allí hasta que el rescate estuviera en marcha”.
El
texto elaborado por los técnicos de UGT señala que a pesar del “temor” a que con
“el paso del tiempo ``desaparecieran´´ indicios”, pudieron llegar a “conclusiones
definitivas y veraces”. Gracias al testimonio directo de los testigos y
trabajadores que participan en el equipo de rescate.
El
informe constata el reducido tamaño de la galería en la que se hallaba la locomotora
eléctrica, la cual había sido retirada. Más allá de datos técnicos, el documento
refleja que los 6 o 7 cuadros finales estaban “inclinados hacia delante” y la
presencia de grisú.
Incluso
durante la visita, la ventilación “no era muy activa” aunque se “respiraba con
relativa facilidad”. Los ingenieros les comunican que el taller “estaba
``trancado´´” lo que llamó la atención de los técnicos. Al realizar las tareas
de rescate, los trabajadores estaban “sin ventilación por estar sus pozos
llenos de carbón”, que no habían sido deshullados en el primer relevo. Un hecho
que ya habían recogido los primeros reportajes de prensa. También que el taller
no estaba hundido después del accidente, sino posteriormente. Los técnicos
ugetistas apuntan a que la “totalidad o casi totalidad de la madera de
entibación” en la última serie del nivel está nueva, lo cual indicaba que fue sustituida
porque había “sido arrasada”. Sin embargo, no encuentran desprendimientos ni grietas
y el techo ofrecía un estado “completamente normal”.
Las
escasas medidas de seguridad se ven en que sólo hay 8 lámparas de seguridad
para todo el pozo y sólo les muestran 5,
alegando que las otras 3 están siendo utilizadas en la mina. Un hecho
importante es que a pesar de estar numeradas no tienen un “destinatario
concreto” lo cual es un índice de “una total dejadez e indisciplina en tema tan
importante como es la seguridad, deduciendo que no se hace ningún
reconocimiento previo en las labores.”
El informe del SOMA aporta el testimonio
de Ubaldo Fernández, miembro del subcomité de Seguridad del pozo, que en el
momento del accidente se encuentra trabajando en una galería próxima. El minero
afirma que tras escuchar un golpe de ventilación salió al transversal y vio
como de “la galería de la capa 13 salía una especie de polvo impalpable, como
humo, (…) muy caliente y que se hacía irrespirable”. Cuando llega el Ingeniero Jefe y el
vigilante, los acompañan al lugar del suceso y reconoce que “le daban vómitos,
por efecto del aire cargado de tóxicos.”. Ya trabajando en labores de rescate
pudo constatar cómo los 2 primeros fallecidos “tenían el pelo y la piel de la
cara quemados”. Y no es hasta las 2 de la mañana cuando la ventilación “se hace
efectiva” y cómo tuvieron que levantar y postear los cuadros tumbados.
Otro testigo, el posteador del Grupo
Lumajo José Feito Álvarez, que desempeña las funciones de “Policía Minero” (Delegado
Minero de Seguridad), que entra a las 10 con la Brigada de Salvamento, constata
la gran cantidad de carbón presente en la galería. Feito declaró que “tuvo que
auxiliarse con los aparatos de respiración (…) por falta de aire respirable o
ausencia de oxígeno”. Un hecho clave es que lo tienen que comprobar “con lámpara
de gasolina y grisúmetro. Este último muy antiguo, que sólo tiene escala para
detectar hasta el 3% de grisú.”
Este minero es el primero en ver a los
accidentados (maquinista y ayudante) y, según recoge el informe, la maquina no
estaba descarrilada y los trabajadores, sin vida, todavía tenían la lámpara
iluminada. Además apreció telas y signos de ropa “desgarrada”.
El último de los testigos, Francisco
Aller Cuellas, del grupo Carrasconte, que entra el jueves 18 a continuar con
las labores de salvamento, manifestó que el quinto cadáver había sido
desplazado por la explosión: “apareció colgado por una pierna de una mamposta o
puntala, cabeza abajo y apoyando ésta sobre el carbón”. Aller confirma que los
hastiales “estaban normales, sin roturas ni desprendimientos”.
Aparte de los testimonios, el informe
hace constar que el “Subcomité de Seguridad tiene en su poder, recogido del
lugar de los hechos, un trozo de plástico e hilo de pega con muestras claras de
haber sido sometidos a elevada temperatura”.
En el apartado “Discusión
y razonamientos para determinar las causas”, los técnicos de UGT van explicando cada
una de las hipótesis. El “derrabe” lo descartan por ser una pequeña cantidad.
De ser así el carbón se rompería sin tirar la madera. Además la pendiente (50º)
lo impediría y hay trabajadores con quemaduras y signos de asfixia. También
descarta el polvo de carbón por su ausencia y que se hubiera necesitado para su explosión “una temperatura del orden
de 700 a 800 grados” producida “por llamarada o explosión de grisú, por disparo
de explosivo o por arco eléctrico”. Y de haberse incendiado “habría dejado
enormes vestigios que lo demostrarían”. En tercer lugar desecha el
“desprendimiento instantáneo de grisú” pues no se arrojó gran cantidad de
carbón y los cadáveres “mostraban quemaduras”.
Tras descartar estas hipótesis, el informe afirma que “es seguro que la
causa del accidente ha sido la explosión de grisú por ignición del mismo, el
cual estaba acumulado en la campana o bóveda y niveladura del tajo último, el llamado de ramal, y en la
galería.”
La conclusión es “Que hubo EXPLOSIÓN DE GRISÚ POR INGICIÓN”. Los técnicos
del SOMA-UGT atribuyen a la acumulación de “cantidad suficiente” de grisú para
su explosión “por no mantener las mínimas normas de Seguridad en materia de
ventilación.” El tranque del carbón es clave pues “fue necesario cargar 142
vagones para dar paso y ventilar”.
La empresa no hizo las labores de reconocimiento y eran escasas las medidas
de seguridad en la explotación, 8 lámparas cuando harían falta cerca de 30. El
informe reconoce que la capa 13 “es productora de grisú en gran cantidad, dando
un porcentaje de un 1% en lugar sometido a ventilación”. Para más inri la manga
de 40 m/m de diámetro soplando no es reglamentaria y la mina debería “estar
calificada en superior categoría de acuerdo a su peligrosidad”.
En las “notas finales” el informe recoge la ausencia de camillas, de medios
sanitarios, de mascarillas de salvamento de urgencia, de detectores tipo
Drager, de grisúmetros y de cursillos de salvamentos. Además, cuenta con un
comprobador de lámparas eléctricas que pierde carga y “estaba averiado”,
galerías abandonadas sin cierre, etc... “En resumen, (...) la despreocupación y
abandono en que se encuentra el pozo María en materia de Seguridad”.
Por último, el SOMA propone la renovación de las leyes y normativas, un
control por parte de las centrales sindicales del Instituto Nacional de Silicosis,
una campaña de sensibilización de los problemas de los trabajos mineros, el
control de los puestos expuestos a enfermedad y accidentes y un Organismo paritario
para el control de la Seguridad e Higiene en el que el “Policía Minero” pueda
tener poder ejecutivo para suspender los trabajos que sean susceptibles de
“crear un peligro para la salud, la integridad física o la vida”.
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