Al
corazón: El primero de ellos, el más reciente, es la poesía “Eloy
Terrón en su centenario” publicada en el suplemento que La
Nueva Crónica de León publicó el 15 de julio de 2020, coincidiendo con el
centenario (retrasado) de su natalicio, en diciembre de 2019. El origen del
poema fue una pregunta que le lanzamos a Carmen Busmayor para la actividad “Un
paseo por el Fabero del Siglo XX”, en la que le preguntábamos
si había algún poema dedicado a Eloy. No lo había, pero Carmen, prestosa, se afanó
en crear uno, lo cual fue el origen del reportaje citado.
A la razón: El segundo de los textos (que publicaremos el próximo día) se trata del documento “La cuestión de clase en la poesía de Carmen Busmayor”, que podemos encontrar en la recopilación “Escritos de sociología del sistema educativo español” realizada por Rafael Jerez Mir. Su versión original era el artículo «Contenidos originales de clase en la poesía de Carmen Busmayor”, publicado en la Revista “Tierras de León' (Nº 102 en agosto de 1997).
Poema “Tres momentos para
recordar a Eloy Terrón”
(CARMEN BUSMAYOR)
I
Primero sucedió el hombre bueno que pastoreaba
los días arropándolos con sus ojos paloma.
Entonces Las Linares comenzaban
a ser un canto que desembocaba en la mortaja.
Lo demás, huertos encharcados, a veces, más
un viento ululante
que desequilibraba luciérnagas y jilgueros
registrados con tristeza en el cuaderno
estival de los campesinos,
hombres rápidos por todos los senderos.
Los mismos que llegado el otoño
escuchan entonar sus penas a los ciervos
en lugar de la berrea;
los mismos que acarician la sombra
elegante de los castaños;
los mismos que practican el duro
laboreo del viñedo en La Pedrera;
los mismos que por encima de todo aman
el resplandor de los ojos maternos
en horas tormentosas discurriendo
veloces por la acequia roja del corazón.
II
Luego avanzó el azul antracita
en
profundidades con acuoso
silencio,
donde dóciles percherones saboreaban
el azúcar ofrecido con dulzura
por las manos de los caballistas.
Entonces, en la hora izquierda,
tuvo lugar un latido urbano definitivo,
procelosas rutas o penurias,
brillantes y lúcidas palabras trepanadas,
persecuciones constantes,
huidas montaraces,
campos de trabajo, cárceles y más cárceles,
días y noches en sangre inocente envuelta
por seres envilecidos.
La negación dominaba entonces casi todo.
Entonces y entonces y otra vez entonces.
Ninguna canción., ninguna alegría,
Muchos rostros cansados.
Increíble, pero aun así el alma
era grande en la resistencia.
III
Llueve menudo sobre Valdeguiza.
Una mujer
sencilla pisa sedosa la hierba
mientras pone en práctica la veneración.
Aquí, entre la ginesta y el llantén,
reposan las cenizas de Eloy Terrón,
abundante en la misericordia.
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