Tal y como anunciábamos recientemente en el primero de ellos, vamos a mostrar como se vieron reflejados estos acontecimientos en la prensa de los partidos obreros. Comenzamos por el periódico Mundo Obrero del Partido Comunista de España en sus ediciones 7 y 8 de agosto de 1936. Estos ejemplares, aunque contienen inexactitudes y elementos propios de la propaganda de guerra, constituyen documentos originales que nos permiten ver como se presentaron en este diario de tirada nacional los acontecimientos de la caída de Ponferrada que había tenido lugar el día 21 de julio.
A
continuación los reproducimos en su totalidad para que nuestras lectoras y lectores
puedan leerlos. Aprovechando para ofrecer una nueva herramienta para que continuéis
buceando en la red, en este caso la hemeroteca del Catálogo Colectivo de las
Bibliotecas de los Archivos Estatales (CCBAE) del que han sido extraídos.
Mundo
Obrero, 7 de agosto de 1936
“Cómo se produjo en
Asturias la traición de Aranda
La sorpresa en el
cuartel de Asalto de Oviedo y la encerrona en la plaza de Ponferrada.--Cada
minero ha puesto precio a la cabeza del coronel
Se tiene ya una referencia exacta de cómo se produjeron en Oviedo los suceso
que han levantado a toda la zona minera asturiana contra la capital.
Concretamente se saben las características que presenta la traición del coronel
Aranda y la adecuada respuesta que en los momentos actúales le preparan
nuestros camaradas.
Parece que el
mencionado coronel hasta el último momento estuvo ofreciendo a los trabajadores
asturianos, como asimismo al gobernador civil, una firme garantía de su
republicanismo. Cuando en toda España se producían chispazos precursores del
alzamiento militar, varios diputados socialistas, entre los que se hallaban
González Peña, Amador Fernández y Graciano Antuña, sostuvieron con el coronel
una entrevista en el despacho del gobernador civil, apremiándole para que
armase al pueblo. Se habían recibido informes confidenciales de que la tropa
andaba presta a sublevarse. El coronel, que traidoramente había maquitando una
traición de marca mayor, no tuvo inconveniente en ofrecer a una columna de
mineros una cantidad pequeña de armamento, ofreciéndola equipar en determinado
punto de León, siempre cuando se organizasen en seguida los medios de
trasladarla al mencionado sitio.
EN EL CUARTEL DE ASALTO
ESPERABA LA TRAICIÓN
Allí se trasladaron
varios camiones de mineros. Mientras tanto, como el tiempo apremiaba y las
noticias que en Oviedo se recibían eran cada vez más graves, el coronel Aranda,
haciendo siempre protestas de su republicanismo, invitó a los dirigentes
obreros a que llevasen al cuartel de Asalto a grupos de trabajadores, que irían
siendo armados con el material allí existente.
Sin poderse
materialmente recelar todavía la traición fueron compareciendo los obreros en
dicho lugar. Cuando se hallaban delito, el coronel Aranda, desde las galerías
donde tenía apostados fuertes núcleos de facciosos, comenzó a fusilar, a las
inocentes víctimas que a su merced tenía. En dicho instante las tropas tomaron
las calles a sangre y fuego. De Oviedo tuvieron que escapar a punta de lanza,
aquellos que pudieron por las circunstancias del momento. Entre ellos González
Peña y Amador Fernández. Graciano Antuña quedó en poder de los rebeldes.
LO QUE SUCEDIÓ A LA
COLUMNA DE PONFERRADA
La columna que se
dirigió a León, sin percance llegó a Ponferrada. Allí les esperaba la segunda
parte de la traición ideada por el coronel Aranda. Cuando los mineros se
hallaban dentro de la plaza circular de dicho pueblos desde todos los rincones
de ella comenzó un fuego graneado. Hubo muchas víctimas. Los hombres inermes
escapaban como podían, dejando el suelo sembrado de heridos. Entre los muertos
se halla Manuel Otero, destacado militante de las Juventudes Socialistas, que
había sido condenado a muerte en Octubre.
Diezmada la columna, a
toda marcha escapó a Oviedo. Por el camino se enteró de lo que sucedía en
aquellos lugares. Y de la traición de la capital. No llegaron, por tanto, a
ella. Por el contrario, dedicáronse a organizar la insurrección y el
levantamiento popular en toda la zona minera, a desenterrar las viejas armas de
Octubre, a preparar, en definitiva, la ofensiva contra el traidor emboscado en
Oviedo.
Esta es la historia de
la traición de un hombre al que ha puesto precio cada trabajador asturiano, y
en afán de tomar el cual toda Asturias hoy se halla en pie de guerra”.
…
Mundo
Obrero, 8 de agosto de 1936
“Cómo intentó aniquilar
a una columna de mineros el traidor Aranda
Nuestro colega «El
Socialista» publica hoy una interesante información facilitada por la compañera
.Matilde do la Torre. Se refiere a la columna de mineros que dirigía el
camarada Otero. En León, un jefe u las órdenes de Aranda—a quien los mineros
suponían leal— les dijo que en Ponferrada les darían arma». He aquí el relato:
Los camiones, rebosantes
de mineros, cargados de entusiasmo, se ponen en marcha hacia Ponferrada. El
viaje está animado por las canciones revolucionarias. Los mineros cantan sin
estruendo con un acento grave que resulta impresionante. Allá arriba, «La
Internacional» tiene algo de himno religioso. Cuando se la oye cantada por los
mineros, algo dentro de nosotros se estremece profundamente: acaso nuestra
dormida emoción religiosa. El afán de las armas aceleraba la marcha. Por fin,
tras de no pocas dilaciones enojosas, la columna iba a quedar en disposición de
emplearse a fondo.
¡Ponferrada!
La columna era
esperada. Recibió orden de avanzar hasta la plaza del pueblo, donde se haría el
reparto de armas. Los mineros desmontaron de los camiones y fueron invadiendo
la plaza.
¿Conoce –me pregunta
Matilde de la Torre- la plazona de Ponferrada? Grandona, vieja, es una de esas
plazas impresionantes que caracterizan a bastantes pueblos españoles. En ella
se agolparon nuestros hombres, esperando el momento de recibir las armas. No tuvieron
lugar a impacientarse. Cuando estuvieron reunidos, de todos los huecos de la
plaza se inicio un terrible fuego de fusilería sobre la masa compacta de
mineros. Al estruendo de los disparos se inició un griterío ensordecedor.
-¡ Traición! ¡Traición!
Y voces reclamando a
los amigos:
-¡Antonio! ¡Luis!
¡Juan!
En oleada, los mineros
buscaron las salidas de la plaza, seguidos de las descargas de fusilería.
Asaltaron los camiones y rugieron los motores. Muchos camaradas se oprimían sus
heridas, buscando parar la hemorragia. En el primer instante cada uno cuidaba
de sí mismo. Fuera de la zona de fuego, los indemnes se ocuparon de los
heridos. Los vendaban con los pañuelos y cuidaban de evitarles los golpetazos
de la marcha. Faltaban bastantes. Entre heridos y muertos, la columna podía
considerarse diezmada. Entre sus pérdidas se contaba la del jefe, Manuel Otero.
Debió quedar –dice Matilde, bajando la voz- entre los muertos de la plaza. No
tenemos detalles. Quedó muerto con otros varios. ¡Terrible pérdida!”
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