Las huelgas que los mineros y otros trabajadores industriales protagonizaron desde 1962 en España en general, y en Laciana y El Bierzo en particular, fueron fundamentales para la conquista de derechos laborales, sociales y democráticos. A la muerte de Franco tenían una estructura organizativa que hicieron descarrilar las iniciativas que promovían un franquismo sin Franco.
En el imaginario
colectivo pervive la figura del minero luchador. Las mujeres, sin embargo, son
las grandes olvidadas de estas luchas. Pocas personas conocen que si estas
movilizaciones tuvieron la envergadura que alcanzaron fue precisamente porque
en sus momentos iniciales, cuando todo estuvo a punto de abortarse, estas
consiguieron impedirlo y consiguieron que dieran sus primeros pasos.
En Laciana y El Bierzo los primeros piquetes en la minería durante el franquismo, fueron protagonizados por mujeres.
A pesar de ello, como explicaba el minero de la MSP José Ramón Vega “que poco suenan las mujeres en estas cosas”. Hoy comenzamos con un reportaje sobre tres momentos y lugares clave, Laciana (1962), Fabero (1962 y 1963) y Matarrosa (1968).Tan importante fue, que
el periódico de la emigración “España Republicana portavoz del movimiento
antifranquista” del 1 de julio de 1962 ilustró su reportaje sobre las huelgas en
la provincia de León con una imagen de Ruy Renau alegórica a su acción, y que hoy
(con retoques de color) sirve para acompañar a este texto.
Villablino,
mayo de 1962
El 5 de mayo de 1962 la
huelgona comienza en el Pozo María en
Caboalles de Abajo. A los pocos días se hace general en el Valle de Laciana.
Sin embargo, la guardia civil, las autoridades y la MSP maniobran para tratar
de acabar con ella. El viernes 11 la empresa trata de romper la huelga
promoviendo la vuelta al trabajo de varios esquiroles que, sin embargo, son
frenados por la acción decidida de grupos de mujeres. En Villablino impiden, a pedrada limpia, la entrada de un
trabajador de conservación que había sido llamado para arreglar una bomba de
achique.
También, cuando la
Guardia Civil escolta a un grupo de capataces y encargados para entrar a
trabajar, son las mujeres quienes se organizan para impedirlo, encarándose y
haciendo frente a la benemérita. Estas se ponen un mandil delante de la ropa
para esconder piedras. Otras se ponían un cojín, simulando estar embarazadas, e
iban a parar a los esquiroles, insultándolos. Así lograban que la policía no
cargase contra ellas.
Benjamín Rubio afirmaba
que de “esta manera las mujeres impidieron que los esquiroles entraran a la
mina, les agarraban y la Guardia Civil no se atrevía a hacer nada. Las mujeres
fueron muy importantes, pues los guardias nos hubieran impedido a nosotros
cortar el paso a los esquiroles”.
Grupos de mujeres
también cortan la carretera de Villablino, deteniendo el paso de nuevos
contingentes de fuerzas de seguridad, y paralizan el coche en el que viajaba un
teniente de la guardia civil.
Varias son detenidas
por reivindicar la libertad de los trabajadores detenidos por negarse a
realizar labores de mantenimiento en el grupo Orallo. También reclaman la
libertad de Eliseo, un minero que había estado en Francia y es arrestado
simplemente por sospechas, por si traía consignas del exterior, aunque no
estaba relacionado con la organización de la huelga.
Tras estas detenciones
la situación se agrava. Centenares de personas organizadas por grupos de
mujeres se concentran ante el cuartel de la Guardia Civil de Villablino,
logrando la liberación de las personas detenidas apenas 24 horas después de ser
apresadas. Entre quienes lideran los piquetes y el movimiento de mujeres
estarán Alicia Alonso (La Quinta),
Albita -maltratada en el Cuartel-, Consuelo, Toña y Pepa de San Miguel
de Laciana; Amelia Alonso, Úrsula, Carmen y Josefa de Caboalles de Abajo o
Balbina de Orallo, entre otras.
Muchas de ellas familiares de represaliados.
Por estas acciones,
nuevamente, el lunes 14 se detiene a dos mujeres que permanecerán una semana en
la comandancia de Villablino, Josefa y Antonia. Toña se destacaba por su carácter combativo, es una mujer joven y valiente, que llegaría a
enfrentarse con la Guardia Civil. Interrogada en el cuartel sobre su
procedencia, la muchacha de San Miguel de Laciana, responde: “Española, pero
desearía ser cubana para estar con Fidel Castro”.
Los sacerdotes,
interceden por las mujeres, reclaman la liberación de las detenidas, aunque sin
éxito. Un informe interno del PCE, recoge que la discusión alcanza cierto grado
de violencia entre el religioso y el teniente de la Guardia Civil. Amenazándose
mutuamente con quitarse la sotana o las estrellas, respectivamente.
Este documento ensalza
la labor de las mujeres que, para impedir la entrada de los esquiroles al
trabajo, han llegado a formar “verdaderos piquetes”, destacando especialmente
en Villablino y Fabero (que analizaremos en la próxima entrega).
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