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miércoles, 18 de octubre de 2023

El Centro Social de Matarrosa del Sil (años 60)


En 2022 publicamos el artículo “La Casa del Pueblo de Matarrosa del Sil (Años 30)” sobre la sede que el influyente Sindicato Minero Castellano (SMC), afecto a la UGT, tenía en la localidad minera. Hoy presentamos un artículo sobre el Centro Social ligado a la acción obrera católica, en un contexto totalmente diferente. Los años 60, en plena dictadura franquista.

El local estaba ubicado en el bar de “Chispún”, en la cuestina del zapatero, según nos explica Manuel Ramos, que recientemente la ha reconstruido en miniatura. Era el local “más vigilado de Matarrosa”, hasta el punto que en la maqueta, aparte del párroco Javier Rodríguez, aparezca la guardia civil.

En Matarrosa la energía social desatada con la huelgona del verano de 1963 se irá transformando, a pesar de la represión, en organización. En la localidad del Sil el impulso corre del cura más activo de la comarca, Javier Rodríguez Sotuela. El párroco había contactado con los líderes de las huelgas de 1962, Tomás de la Fuente, Zaragoza y Bicho, y los había atraído hacia la acción católica.

Con estos mimbres, en octubre de 1963, se abre un centro social orientado a la juventud, con talleres de teatro, conferencias y debates de temática variada, religión, salud, familia, sexualidad o literatura, y biblioteca de la editorial ZYX, cuyo nombre, con las 3 últimas letras del abecedario, en oposición al ABC, las tres primeras, era ya toda una declaración de intenciones.

María Luisa Picado explica así la labor cultural: “Desde allí se movía la biblioteca más impresionante y emocionante que te puedas imaginar… repartíamos libros prohibidos, desde la huelga de Bandas a La Madre de Máximo Gorki… Hacíamos correr esos libros de persona en persona. Pero sabiendo a quien se lo dabas… se los ofrecías a gente que eran de la tendencia de lo que íbamos haciendo”.

La primera encargada de los libros era Isabelita, después, y a pesar de su juventud, fue Rosa María Alonso, Rosi.  A pesar de que la editorial era legal, los libros eran perseguidos. A Rosi se los entregaba Ovidio y ella era la encargada de custodiarlos y distribuirlos. Los guardaba en el armario de su madre en un bolso que posteriormente transportaba cómo si fuese a la compra y los entregaba a sus lectores. Así, además de los descritos, también tenían títulos como “El coraje de vivir” de Maxence Van der Meersch o “El diario de Ana Frank”.

En el centro también se impartían los cursos de iniciación de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) y la Juventud Obrera Cristiana (JOC). Organizaciones que a pesar de ser legales, no pudieron evitar infiltraciones, detenciones o intimidación a sus miembros.

El 3 de octubre de 1963, la Guardia Civil intenta entrar a uno de estos cursos. Francisco Beltrán, conferenciante y Provicario de El Bierzo, se verá obligado a usar su condición de autoridad impidiendo el acceso a la fuerza pública. Sin embargo, no puede evitar que infiltren a un vecino, el zapaterín.

Al día siguiente la benemérita y Antracitas de Gaiztarro tienen el listado de asistentes. Los trabajadores son llamados al cuartel y el alcalde de Toreno lo traslada a la Falange, que hostigará a Sotuela.

Lo cierto es que las amenazas tras la asistencia a estos cursillos apostólicos, legales pero no tolerados por el régimen, se venían sucediendo con militantes, laicos o religiosos, de  Berlanga del Bierzo, Santa Cruz del Sil, Argayo o Toreno, que son denunciados. Varios sacerdotes son fichados y su correspondencia controlada.

Estos “abusos de autoridad y sus consecuencias para la evangelización de los pobres” serán denunciados por los párrocos de la cuenca del Sil y obligarán a intervenir a Beltrán. Los religiosos denunciaban como “pecados sociales contra la justicia y la caridad, (…) causa de los pecados más graves entre la clase trabajadora como consecuencia de la amargura (…) [en] una comarca que sufre toda clase de abandono y explotación.”

La actividad del Centro despertaba los recelos de Falange pues competía con el del Frente de Juventudes, ubicado en la carretera general. El avance del obrerismo católico pone nerviosas a las autoridades, ya que la HOAC había sido creada para potenciar un referente cristiano entre la clase obrera, frente al marxismo, esta se estaba convirtiendo en una oposición al sistema a través del compromiso temporal.

Los hoacistas y jocistas convivirán con los militantes comunistas o trabajadores sin adscripción, junto a quienes participaban de las incipientes comisiones obreras, cuyas reuniones en los momentos de huelga se realizaban en el propio centro o en la casa de Javier Rodríguez Sotuela.

El centro social había adquirido una televisión de segunda mano donde los niños y niñas de la localidad veían Valentina y Torrebruno. Especialmente los jueves por la tarde, que no tenían clase, también aprovechaban para proyectar filminas y grababan en magnetófono cuentos como el de Pinocho.

También surgieron otras iniciativas culturales, quizás la más destacada fue el concierto de Manuel Díaz, la única vez que además, Javier Rodríguez, también cantautor, actuó en Matarrosa.

También del propio local surge la insólita idea de sacar pancartas durante una procesión en 1968. Estas rezaban “Jesús echó a los mercaderes del templo” y “Dios abre los ojos al ciego con la verdad”.  “Cosas muy concretas” que pusieron “en mayúsculas para que los analfabetos cogieran bien las palabras”, según Sotuela. Una acción que no pasó inadvertida para la benemérita y que supuso sendas denuncias al cura. Por las palabras, denuncia por desacato a la autoridad, y por las pancartas, lo denuncian por propaganda ilegal.

Además, los militantes más comprometidos con el catolicismo social, todas las semanas analizaban un hecho, hacían un compromiso y una acción. Esto valía para la vida cotidiana, el movimiento obrero y cualquier faceta vital.

Algunos se acercan por su convencimiento previo, otros como Manuel Ramos, por vivir nuevas experiencias. “Yo no era nada religioso (…) nadiña, nadiña (…) bueno como [aquello] era algo novedoso, las chicas estaban allí (…) dialogabas con chicas.”  Allí Ramos conoció a la que sería su esposa, María Luisa Picado, que nos explica que se acercó a la organización porque “era una iglesia un poco más moderna, y diferente, a esta iglesia represora”.  

Rosi también añade que se aproxima cuando terminan la educación obligatoria, al no haber instituto, ni expectativas, es un refugio que va más allá de las labores domésticas o el estudio con maestras privadas que muchas familias no se pueden permitir. Además era una iglesia que reivindica la práctica con el prójimo y una escuela de democracia: "A Dios lo ves en lo demás y no es rezar" y "a la gente joven le sirvió para empezar a pensar y reivindicar la libertad", nos relataba.

El compromiso ascendente les llevaba a asumir mayores grados de conciencia y acción. Por ejemplo, durante los conflictos de finales de los 60, cómo nos relata Ramos: “en esto de que uno se comprometía, y como estábamos inmersos en lo de la huelga, que pasa, cuando hacías una promesa y te comprometías a algo que a ti te iba a afectar. Bueno, te has metido en la huelga, pues me voy a comprometer, a que mañana que tenemos que acudir a los centros de trabajo… que no entre nadie y te comprometías a eso. Llegabas allí, hablabas con la gente, hacíamos las sentadas, y no echábamos un paso atrás y esa era la consigna. No moverse de allí [en la bocamina] y aguantar el tirón”.  “En Escandal había tres plantas y había que intentar que ninguna entrara”.

Desde el centro también surgen iniciativas internacionalistas de integración de los primeros trabajadores inmigrantes. En una ocasión en una reunión con el alcalde de Santa Cruz en el centro de Matarrosa estaban tratando la situación de los trabajadores portugueses del Escobio por lo que fueron denunciados y Javier perseguido.

El centro dinamizó culturalmente Matarrosa del Sil durante sus años de existencia con charlas y encuentros con curas y frailes, teatros, ballet, excursiones, canto, magostos o carnavales. Hasta el punto que otra de las curiosas iniciativas que pusieron al cura local en el ojo de la represión fue la celebración de un guateque cuando la sala de fiestas local había subido los precios y los jóvenes deciden boicotearla con una huelga de baile. Esta acción los lleva al centro social que se habilita cómo improvisada sala de fiestas. La jerarquía eclesiástica amenaza con la expulsión al cura que se defiende explicando que él no había bailado.

Al Centro social de Matarrosa del Sil lo llamaban el reformatorio, porque cambiaba a la gente. Y es cierto que tuvo una importantísima labor cultural, sindical y de promoción de la educación y ocio alternativo desde la infancia a la juventud obrera. En palabras de María Luisa Picado, el Centro Social “era cómo cuando hacías pan …. La masa madre, el fermento que hace crecer la masa, que vaya creciendo y evolucionando, o la semilla que florece”.

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