Cada 12 de octubre se celebra en Villablino la feriona. Un gran mercado que congrega a los habitantes del Valle, pero también de las poblaciones del resto de la provincia y el suroccidente asturiano. Al mes siguiente, el 12 de noviembre, se celebra la ferina, más pequeña, menos vistosa y con participación mayoritariamente local. Quizás podría ser un símil de lo que fue la huelga de 1963. No tanto por su seguimiento y duración sino por su conocimiento, sus repercusiones, limitadas a los márgenes de las cuencas mineras, y sus resultados, menos conquistas, menos visibilidad y más represión.
1963 se vive entre la resaca de la huelgona del año previo y la lucha por obtener representantes genuinos en las elecciones sindicales. El año comienza con una victoria de la Comisión Obrera de Laciana que sienta a representantes del régimen en Villablino para discutir sus reivindicaciones. El Delegado Provincial de Sindicatos consideraba que en esta comarca “más que problemas económicos y sociales, existe un grave problema político (…) una fortísima acción democristiana”.
En Laciana son numerosas las resistencias a la introducción de los sistemas de cronometración que hace que los trabajadores salgan reventados mientras sus sueldos bajan y la inflación y los accidentes crecen.
En julio en Asturias estalla una nueva huelga cuando en Fabero comienza a remitir la conflictividad tras 2 meses y pequeñas victorias. Nuevamente en Mieres, y nuevamente atendiendo a una causa aparentemente fortuita, pero pronto se extiende a todo el sector. Muchas son las reivindicaciones pendientes.
En la MSP la
movilización coincide con la compleja elaboración del convenio “a espaldas de
los trabajadores”. La Comisión Obrera había exigido la reducción de jornada a 7
horas y mejoras económicas y sociales, también otras políticas, cómo el derecho
de huelga.
El 15 de agosto, mientras Alfredo Di Estefano es secuestrado en Venezuela,
Villablino
está de gala, es víspera de las fiestas de
San Roque. En los corrillos en el prao
de la fiesta no solo se habla del baile, sino de lo que está sucediendo en
Asturias. Ese mismo día la dirección del PCE y trabajadores de El Bierzo y
Laciana están llamados a una accidentada reunión para analizar la situación
creada por la huelga asturiana. El 17 la huelga salta a la cuenca oriental de
León con los primeros paros en Sabero.
Finalmente el
lunes 19 de agosto comienza la huelga en Laciana, paran Carrasconte, Paulina y
Lumajo. La MSP y el sindicato vertical reaccionan para romper la unidad.
Convocan a una reunión a todos los enlaces, menos a Benjamín Rubio. De ella
sale el compromiso de convencer a sus compañeros para volver al trabajo a
cambio de reconocer sus reivindicaciones en el Convenio Colectivo. La propuesta
es trasladada a algunos grupos y después los enlaces firman un texto que
afirman “de forma espontánea y tras
consultar a los grupos” deciden la “normalización del trabajo”. El miedo se
apodera de muchos enlaces, incluso quienes habían formado parte de la candidatura
antiverticalista.
Benjamín Rubio
considera “una traición” entrar a trabajar sin consulta a los trabajadores y
sin alcanzar las reivindicaciones. Algunos enlaces se enfrentan a Benjamín y le
hacen responsable si la huelga continua. Al día siguiente varios grupos se
reincorporan, pero ni Lumajo, ni Carrasconte, ni Paulina lo hacen. Allí los
trabajadores reciben a los enlaces con “silbidos e increpaciones” los acusan de
“chaqueteros”. Por la tarde todos los grupos de MSP vuelven a estar parados. La
huelga no se rompe y Rubio evita el destierro, no lo pueden acusar de ser el
incitador de la protesta a ojos de la guardia civil.
El jueves 22,
5000 de los 20.000 huelguistas de toda España corresponden a la provincia de
León. La Pirenaica alienta que “los
leoneses señalan el camino: luchando junto a los huelguistas de Asturias”. El
sábado 24 por orden gubernativa se empiezan a cerrar los primeros pozos en
Laciana. La oleada huelguística, que se ha
extendido a El Bierzo, es discontinua y de intensidad variable según momentos
y zonas. Se suceden incorporaciones al trabajo, nuevas huelgas, cierres
gubernativos, trabajo a bajo rendimiento y plantes por horas. Las
reivindicaciones alcanzan un mayor grado de politización: pensiones, higiene,
derecho de huelga o libertades sindicales.
En este contexto
Franco afirma que los “mineros ganan lo suficiente (…) y no carecen de nada” y
acusa a los mineros de no esforzarse lo suficiente. Su primo y secretario, lo
desmentirá en conversación privada: “hay
minas en Villablino donde no hay escuelas para los hijos de los mineros, ni se
dan medios para ir a la mina. No existen hospitales de urgencia y se da el caso
de que si un minero cae herido por accidente de trabajo o se pone
repentinamente enfermo, hay que trasladarlo en un mulo, recorriendo grandes
distancias y con un gran frío en los meses invernales.”
En algunos grupos
los servicios de conservación dejan su tarea alegando “trastorno mental” que
imputan al “disgusto” de ver como sus “compañeros les miran mal por ir a trabajar”,
para disgusto de los mandos del sindicato vertical, como Ramonín. Los trabajadores de HBG y HCC en el valle se unen a la
huelga. Únicamente permanecen trabajando empresas pequeñas como Minas de Regino
Álvarez o Hullas de Requilán, que se unirán progresivamente a pesar del goteo
de despidos como medida disciplinadora.
Por su parte, la
Pirenaica se disculpa con los mineros leoneses, muchas veces invisibilizados y
llaman a toda España a imitarlos pues siempre son “los primeros en responder
solidariamente”. El 24 de septiembre, cuando la huelga da sus últimos
coletazos, hace un llamamiento, casi desesperado, a la clase obrera española
para que los apoye, porque “hay una gran desproporción entre (…) la aportación
de los mineros asturianos y leoneses a la causa general del antifranquismo y lo
que el antifranquismo hace por los mineros”.
Con el fin del
verano termina esta segunda oleada huelguística sin conquistas claras y con 38
despedidos en Laciana (20 en MSP) que serán respondidos con plantes de media hora
en toda la empresa para exigir el reintegro
de los compañeros, subidas salariales y “libertad para constituir sus
sindicatos de clase, independientes de los patronos y del gobierno”. “La
huelga de 1963 terminó mal, dieron mucha leña”, reconoce José Ramón Vega,
entibador de Calderón.
En octubre
enlaces de la MSP negociarán la readmisión de los despedidos con la Delegación
Provincial de León. En las conversaciones llega a intervenir el vicepresidente
del Gobierno Agustín Muñoz Grandes que se compromete ante Benjamín Rubio a su
reincorporación en el plazo de tres meses, como finalmente sucedió.
En total llegó a
haber unos 10.000 trabajadores en huelga entre Laciana y El Bierzo. El epicentro
es la MSP lacianiega donde la memoria anual registra 31 jornadas perdidas.
La conquista, y
consecuencia indirecta, más importante de las huelgas será la elaboración de
una nueva Ordenanza Laboral de la Minería del Carbón al año siguiente. Esta
será la última oleada huelguística
simultánea. En años posteriores la movilización se centrará en paros de
empresas y cuenca. Estas luchas favorecen el impulso de una actividad sindical
al margen del verticalismo. Los desarrollos organizativos de la oposición sociopolítica
en el Valle, el PCE y las Comisiones Obreras, serán más lentos, pero más
firmes.
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