En concreto nos referimos al poema “Huelga del 62”de José Antonio Martínez Diez reflejado en su obra “Entre el Cúa y el Sil. Coplas a Fabero y su cuenca minera”, publicado en 2009.
Cómo explica el profesor Benigno Delmiro Coto en su artículo “La
huelga de 1962 en la literatura española”, por lo general los poemas que se
crean al calor de las huelgas tienen como eje central la esperanza, que se expresa a través de una semántica clara: levantarse, resurgir, confianza, verde alma,
la savia renacida o primavera vivida. Y esta obra no podía ser menos.
La labor del
historiador es ser precisos con las fuentes históricas, contrastarlas y
verificarlas. En la memoria social, en los testimonios de los protagonistas, en
la poesía o en la literatura, el relato no siempre coincide con la fidelidad
histórica, aunque tampoco es su labor. Aunque el poema deje algunas sombras en
cuanto a la veracidad histórica de todos los hechos, lo cierto es que es un
destello cultural de una brillante lucha, y por tanto, la labor del historiador
hoy, no es otra que invitar a leer y disfrutar de los siguientes versos.
Huelga del 62
En víspera del
verano
del año sesenta
y dos,
una huelga
estremeció España,
que en Asturias
comenzó.
Una huelga de
mineros
en plena época
franquista
que al régimen
denunciaba
y animaba a
comunistas.
De Asturias
saltó a León,
a las cuencas
mineras,
entre ellas la
de Fabero,
en las luchas la
primera.
Se encerraron
los mineros,
en el pozo
Vertical,
protestando por
los sueldos,
negándose a
trabajar.
Luchaban por sus
salarios,
por un trabajo
más digno,
por su propia
identidad
y por el pan de
sus hijos.
El pozo Julia
tenía
cuatro cientos
metros de hondo
y más de dos mil
mineros
trabajando el
negro oro.
El encierro en
este pozo
la cuenca entera
paró,
uniéndose a la
gran huelga
que a España
paralizó.
Para sofocar la
huelga,
desde León nos
mandaron
a unos veinte
policías
“los de la
porra” llamados.
Se aplicó estado de sitio
y también toque de queda,
pa´control de la
situación
y abortar así la
huelga.
Desde la diez de
la noche
a las nueve la
mañana,
estaba todo
cerrado
no se movía ni
un alma,
por miedo a “los de la porra”
y a la propia
benemérita
que atizaban de
lo lindo
a todo el que se
moviera.
Teniendo yo aún
cinco años,
contemplé como a
una madre
le daban la gran
paliza
benemérita y
gendarmes.
Ella iba a
comprar pan
pa´que comieran
sus hijos,
pero las nueve
no eran
y le dieron con
ahínco.
Como era la
dictadura,
al final la
huelga acabó,
por la falta de
recurso
y una brutal
represión.
Pero el germen
se quedó,
empezando Comisiones,
que seguiría
creciendo
a pesar de los
galones.
Tras muchos años
de lucha
la Dictadura
cayó
y a la ansiada
democracia,
el sindicato
accedió.
José Antonio Martínez
Diez
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