“…Igual es una mina, que he oído que
también puede ser, y a mí no me importaría, porque estoy acostumbrado, yo soy
de Fabero, ¿sabes?, un pueblecito de León, cerca de la raya de Asturias, en el
país del Bierzo... —el guardián que estaba fumando empezó a andar en nuestra
dirección con la metralleta entre las manos, pero el silencio no duró más del
tiempo que necesitó para alejarse tres pasos—. Toda esa región es minera,
bueno, ya te lo imaginarás, porque la empresa que explota las minas de mi
pueblo es muy famosa, Antracitas de Fabero, se llama, en Madrid, en la Gran
Vía, hay un cartel muy grande con su nombre, porque las oficinas están allí,
claro, aunque... —el guardián volvió a pasar a nuestro lado para regalar a mis
oídos un descanso igual de breve—. Los que trabajan en esos despachos no han
pisado mi pueblo en la vida, en Fabero ni los conocemos, pero muy bien que
vivirán gracias al carbón, porque ya se han ocupado ellos de que allí no haya
trabajo fuera de la mina, ni agricultura, ni ganadería, nada... —el hombre de
la metralleta dio por terminado su paseo y volví a girar la cabeza para mirar
al charlatán—. Mis abuelos, y mi padre, y...”
Almudena
Grandes, Los pacientes del doctor García
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