El año pasado publicábamos el artículo “Tiembra, el primer encierro minero en El Bierzo durante el franquismo” en el que hacíamos un análisis histórico de este hecho tan destacado.
Hoy presentamos
un relato novelado basado en esos acontecimientos que transcurrieron en 1966 en
esta mina que Combustibles de Fabero tenía en Lillo del Bierzo.
…
Tiembra
tiembla, tiembla la cuenca
Un universo de
sonidos envuelve sus entrecortados sueños. La madera tira mientras las gotas caen metódicamente, parecen un contador de
segundos. Segundos que parecen horas. Horas que parecen días. En la mina
siempre es de noche, pero pocas veces se duerme. El frío y la humedad penetran
por debajo de la funda, ese extraño pijama que han escogido para esa noche.
La mina está paralizada pero nunca quieta. Sus moradores, tampoco. La agitación en movimiento de un corazón que palpita sin cesar lo recuerda. Nunca habían estado tan quietos allí abajo y sin embargo, tienen más pulsaciones que nunca. Un sudor frío recorre su cuerpo, como el agua que se filtra por las galerías y pozos. El frio y la humedad que se vive al interior de la bocamina contrasta con los cuerpos enérgicos y calientes de aquellos hombres y sus bocas secas.
Es martes 1 de
febrero de 1966, en el grupo Tiembra de Combustibles de Fabero quienes transforman
la piedra en pan, han decidido que si no hay pan no hay piedra. La madrugada es testigo de sus pensamientos
rápidos, espasmódicos, un sinfín de sensaciones, de temores y miedos que van y
vienen. ¿Qué será de nosotros al salir?, ¿conseguiremos la paga?, ¿nos pegarán?,
y si nos echan… ¿Qué será de la paisana
y los guajes?...
El encierro es una medida contundente, desesperada, entre
planificada y espontánea, pero muy arriesgada. El grisú de la mina asfixia, una
dictadura de 30 años más. Ellos han elegido. O todo o nada. Ya no hay marcha
atrás. O los derechos o el cuartel. Afuera las mujeres rezan, los perros
ladran, los guardias braman, los compañeros negocian, la empresa niega, los
niños juegan, el sindicato (vertical) teme, la dictadura reprime, la noche
avanza, la madrugada despega.
El día regresa pero en la mina la noche continúa. El sueño no
prende, el despertar no llega. Al fondo de la galería se vislumbra una luz. Los nervios se
ponen de punta, están más afilados que las barrenas de los martillos.
¡Tranquilos somos nosotros!. Los compañeros hablan, “¡lo habéis conseguido! ¡Fuera!
Nos van a pagar y no habrá represalias. Gracias”. Quienes llevan años negándoles la palabra los han tenido que
escuchar.
Son las 14 horas del día 2, segundo día después del primer encierro
en la cuenca de Fabero. “Lo hemos conseguido”, piensan a voces los mineros al
salir por la bocamina. “Ya os cogeremos”, les sueltan los del tricornio. “Que
miedo hemos pasado”, exclaman las sufridas esposas al verlos pasar. “Lo conseguisteis.
¡Por ahora!”, resuena en un despacho de la gran ciudad.
Pararse para que algo se mueva. Encerrarse para conseguir la
libertad. Dinamita que no explota y grisú que no deflagra. Una mina que tiembla.
Paradojas del destino.
Tiembra tiembla,
tiembla la cuenca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario