A comienzos de los años 60, y hasta el final del franquismo, el PCE era conocido como El Partido, sin más apelativos, al fin y al cabo es la única organización que consigue una regeneración de sus estructuras tras la dura represión de posguerra. Cuestión que era motivo de un orgullo poco disimulado entre sus militantes y simpatizantes. Los análisis del partido habían situado a la clase obrera a la vanguardia de la lucha antifranquista. Como resultado de ello, destina sus esfuerzos a desarrollar un complejo entramado de células en los principales centros de trabajo del país y de las comarcas de Laciana y El Bierzo. Siguen la máxima de socializar la política, para politizar la sociedad.
Tras las huelgas de
1962 el partido vivirá un impulso con la incorporación de una nueva generación
de jóvenes obreros. En este activismo las redes personales, de confianza, de
amistad, de prestigio laboral, juegan un papel determinante. José Ramón Vega,
de Laciana, explica que la creación de las primeras Comisiones Obreras “fue
fundamental, porque no es igual un militante comunista si al mismo tiempo está
en Comisiones Obreras, está entre los trabajadores.”
La militancia comunista tiene cuatro focos principales.
La cuenca minera de El Bierzo Alto, dirigida hasta su detención en 1960 por Daniel García, también responsable del Comité Provincial. La comarca de Fabero, con una base más amplia y un mayor desarrollo organizativo, destacando Lillo del Bierzo, el Moscú de El Bierzo. Laciana, cuya organización comarcal es dirigida por Ramiro Pol, experimenta un gran salto tras las huelgas de 1962. La cuarta zona será Ponferrada y alrededores, incluida la cuenca de minería férrica.En
los pueblos carboníferos la composición social del PCE es minera en su
composición y con pequeños comerciantes en su dirección. En Ponferrada encontramos
una mayor diversidad social, trabajadores de la construcción, la MSP o Endesa,
convivirán con profesionales liberales y autónomos.
La organización en
ambas comarcas está dirigida por un instructor clandestino, Teo o Jaime, que mantiene el contacto con la dirección exterior en
Francia, y que a su vez coordina otras provincias de la meseta. La dirección
sobre el terreno, con trabajo clandestino, pero sin entrar en la
clandestinidad, recaía en el farmacéutico José María Martínez, quien dirige el Partido desde 1957, hasta la huelgona de 1962, cuando es sustituido
por Manuel Jesús López, tapicero asentado en Ponferrada.
A la altura de 1963 el
Comité Comarcal del PCE de Ponferrada, que agrupaba también a Laciana, lo
componían siete miembros: Arsenio Marcos, fontanero en Compostilla I; Mena y
Rogelio, mineros; Pepe, Manuel Jesús
López, tapicero; Ramiro Pol, comerciante en Villablino; Felix Santos, peón de ENESA,
y un representante de Fabero, vacante tras las últimas detenciones.
En la cuenca del Cua la organización está compuesta
principalmente por mineros. Por entonces aunque “con fluctuaciones existía
confianza orgánica” en Rogelio Torres, Gervasio García,
Avelino Linacero o Andrés González, según la Causa sumarísima
21/63. También en otros cómo Primitivo,
Gregorio, Gabriel, Gaspar, Antonio, Freire, Antonio el Asturiano o Valerio de
la Sierra, cantinero, que es quien
dirige el núcleo comunista.
En la capital de El
Bierzo serían, José María Martínez y Emilio de la Calzada, intelectuales –analista farmacéutico y médico-, Antonio, minero; Arsenio Marcos, fontanero;
Manuel Jesus López,
Pepe, tapicero que desempeñaba la
responsabilidad de transmisión de información;
y Felix Santos, peón de ENESA.
También Sevilla, a quien la dirección
consideraba como el camarada más propicio,
pero su extensa familia le impedía asumir responsabilidades. Sergio y María
José, que tenían una tienda cerca del casco histórico; Herrero, el cerrajero “Quiles”
o el modisto Martínez.
A medio camino entre la
figura del militante y el simpatizante se situaban las esposas de muchos
militantes, que desarrollan una labor imprescindible. Algunas causaban la
desconfianza de Teo, que las
calificaba negativamente en sus informes. A la de Félix como buscarruidos. De la de Daniel García,
diría que es nada Potable. Otras como
Choni, la mujer de Antonio, que
colaboraba en las labores de Propaganda, viajando a León a recogerla, era la
más apreciada por el instructor.
En Laciana, el PCE
tiene un núcleo en cada pueblo y un comité Comarcal, dirigido por Ramiro Pol.
Cuenta con algunas células en los distintos grupos de MSP, comenzando por
María. Entre otros militantes estarían “El Cuco”, “Moncó” y Tomás Pérez Ramón,
de Caboalles de Abajo; Armando, dueño del bar “El Recreo” de Villager de
Laciana; “El Pis”, Ángel Martínez, de Villaseca de Laciana. A este grupo se le
uniría Aníbal Arias, minero asturiano que llega en 1962.
Tras el proceso
huelguístico de 1962 el PCE sale reforzado en el Valle al incorporarse jóvenes
mineros, especialmente en Caboalles de Arriba donde ingresan Saturno López,
Alfredo Teberga, Lolo El Quinto, Higinio Berlanga, Faustino García y Baltasar. En el resto del valle se
irían incorporando, entre otros, José Ramón Vega, Constante, Manuel Bouzas,
Luis Barrero, Luis El Trampa, Oscar,
Hermógenes, Adolfo Maurín, Félix, Suarez Alonso, José Antonio Leiguarda y
Benjamín Rubio, que es a quien debemos esta relación. A comienzos de los 70 se
unirán dirigentes obreros cómo Pepe
Rodríguez o Manuel Lastra.
El PCE tiene relación
con algunos curas. Javier Sotuela, a través de Pepe el tapicero en Ponferrada y cierta conexión con Francisco
Beltrán. Es una relación de intereses en la que cada una de las partes,
afirmaba que era la otra la que colaboraba. Javier Sotuela afirma en relación
al Partido Comunista que “eran ellos los que colaboraban con nosotros”. Víctor
Bayón, instructor clandestino que sustituye a Teo, sostendrá lo contrario, reconociendo el apoyo del clero
progresista hacia los intereses del partido. Lo cierto es que ambos movimientos
colaboraron, especialmente en la práctica, a través de las comisiones de
obreros primero y las Comisiones Obreras, después.
Las condiciones de la
clandestinidad son realmente duras y exigían agudizar el ingenio. Teo en
sus viajes a León, contactaba con Angelita, militante comunista a la que
entregaba, o de la que recibía, propaganda. Para evitar la vigilancia policial
y pasar desapercibidos, realizan encuentros en restaurantes o dan paseos, para
charlar, simulando ser novios. Otras
veces Emilio Calzada que tenía coche, en un arriesgado viaje, se desplazaba a
buscar la propaganda.
También mujeres, como
la berciana Choni, realizan tareas de
propaganda, como enlace para recogerla y traerla desde León. El aparato de propaganda comunista era uno
de los elementos más importantes y que requería la máxima seguridad. Una vez en
la comarca, la propaganda la echaban de noche, por las calles y los caminos de
las minas o, en un contacto más directo, mano a mano, cómo el Mundo Obrero. La
misión era realmente arriesgada, el reparto de propaganda se castigaba con
penas de hasta 3 años de prisión, elevándose hasta 6 en el caso de quienes la
preparaban e imprimían.
No menos duro era el
papel de muchas mujeres que esperaban en casa, soportando el miedo a una
detención, y por tanto, la pérdida del sustento económico familiar. José Ramón
Vega recuerda que su esposa se quedaba llorando en casa cuando iban a realizar
tareas de propaganda: “que poco suenan las mujeres en estas cosas, porque mi
mujer no iba a las reuniones, no iba a volver
los trabajadores (…) porque ya tenía bastante”.
Los militantes tratan
de convencerlas de la importancia de la labor que realizan: “Yo se lo explicaba
a la mujer. Mira, no estamos solamente luchando pa´ hoy defenderlo nosotros.
Estamos luchando para lo que va a ser el futuro, mañana. ¿Qué es, que vamos a
consentir que nuestros hijos vivan en estas condiciones? No podemos. (…) para
conseguir las libertades, para conseguir una democracia.”
En otras ocasiones, las
condiciones de la clandestinidad exigían la máxima discreción y secretismo,
incluso en el seno de la propia familia. Así lo relata Isabel García, hablando
de las reuniones de Andrés González: “No me contaba, porque él tenía tantos problemas…mira
a lo mejor venía, un sábado… y mira… mañana domingo tengo que marchar a no sé
dónde”.
Las actividades de agit-prop comunista, en la terminología de la época, también incluían la trasmisión de
información a través de Radio España Independiente. Este medio juega un papel
fundamental en el desarrollo de las luchas, es la emisora que toda persona que
no simpatice con el régimen escucha. Sus instrucciones, informaciones y
consignas refuerzan la labor de los y las militantes, tanto con orientaciones
como con refuerzo moral, al ver reflejada su realidad más directa. El contacto
con la Pirenaica es indirecto, a través de Francia. La policía conocía
los pseudónimos más frecuentes, como LILLO,
en el caso Andrés González o ANTON Y TORRES, Ramiro Pol.
El PCE trata de formar a sus militantes con libros
compartidos, también a través de la radio, el Mundo Obrero, periódico quincenal
distribuido por la militancia, y Nuestra Bandera, revista teórica. Algunos de
los más destacados, como el lillego Valerio
de la Sierra, participará en un cursos de formación en la República Democrática
Alemana.
Las cantinas son lugares comunes para conversaciones
rápidas. Sin embargo, las reuniones, siempre en pequeños grupos, se desarrollan
en distintos lugares, especialmente en el monte, en bares, escombreras, vías
del tren o en casas particulares. En el barrio de Colominas en Villablino, como las
contras de las ventanas no cerraban bien, en las ventanas ponían trapos y
mantas, para que la luz no saliese a la calle. A las reuniones llegaban de
forma escalonada y también a la salida se dispersaban.
En el Valle de Laciana
un lugar de reunión y reparto de propaganda es el bar El Recreo en Villager, regentado por Armando un antiguo militante
de la CNT de Fabero, o la tienda de Ramiro Pol en Villablino, tejidos Carlos
Gurdiel. En Lillo del Bierzo la cantina de Valerio de La Sierra. En Ponferrada
son frecuentes los contactos en los bares Piturri
o El Bolo y en el laboratorio de José
María Martínez.
Existían enlaces, que llevaban y traían, se movían llevando instrucciones o haciendo de
intermediarios con curas u otras personas de otros pueblos. Lugares como
Piedrafita de Babia o la Coyada eran zonas de encuentro con la militancia
asturiana o con los mineros de Babia.
Entre
1960 y 1963, coincidiendo con el mayor impulso para la reorganización del
partido, será cuando la represión se ceba con la militancia antifranquista y se
produzcan tres caídas de militantes
del PCE en El Bierzo y Laciana. A pesar de ello, el músculo que le proporcionan
los movimientos huelguísticos, no conseguirán la desarticulación del que será
el partido del antifranquismo.
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