El 7 de marzo se celebra el Día Internacional de la Lectura y aunque según Eloy Terrón “no es elegante ni progresista propugnar la práctica de la lectura como si estuviéramos en el siglo XIX”, hemos decidido contradecirlo y hacerlo.
El gran intelectual berciano publicaba un artículo en 1993 con el título de esta entrada que, creemos, merece la pena rescatar. En el mismo, Terrón reivindica un hecho tan humano y “rudimentario” como el pararse y pensar. Una acción que nos diferencia de los animales y que nos permite tomar conciencia de nuestra actividad. Un hecho, basado en la experiencia, vinculado al lenguaje y que nos facilita el dominio del medio en que vivimos y su transformación mediante los más desarrollados adelantos tecnológicos.
Eloy Terrón destaca que en las sociedades avanzadas actuales se requiere, si cabe con más importancia, el desarrollo del “pensamiento de parte de los individuos, si quieren usar y disfrutar de las cosas”, incluido el consumo o la utilización de servicios. Las personas debemos contar con un andamiaje de conocimiento que nos permita orientarnos en sociedades complejas y para ello, hay que leer. Necesitamos conceptos, explica el faberense, “pues, aunque nosotros podamos representarnos imágenes, pensamos solamente con palabras, porque lo exige la estructura de nuestra conciencia.”Leer nos permite
recoger los progresos previos, realizar la actividad de pensar y no empezar de
cero, “vivificar” el pensamiento “depositado en los libros”, pues “los modernos
somos como enanos aupados a los hombres de gigantes; podemos ver más lejos que
ellos.” Además, permite poner en contacto nuestro pensamiento individual y
potenciarlo de forma coral.
Su pensamiento,
congelado en el tiempo por sus numerosos escritos, es de rabiosa actualidad. Si
hacemos el pequeño esfuerzo de sustituir el microfilm, el teletexto, la cinta
de vídeo o el disco por Instagram, twitter, youtube o spotify, podremos
comprender mejor el mundo en que vivimos.
“Los medios visuales no
nos proporcionan «pensamiento» como la lectura, solamente nos proporcionan
percepciones, que las podemos transformar en pensamiento o no.”
Una sociedad compleja
que se adentra en la revolución 4.0, en la era de la inteligencia artificial, de
la nanotecnología, de la robotización y de la transición energética, requiere
de guías de pensamiento, y también de lectura. Pues citando a Terrón, “ninguna
máquina elabora conocimiento como cualquier hombre corriente, las máquinas por
sí mismas nunca podrán aplicar la ciencia a diseñar y a fabricar objetos,
mercancías para el mercado. Por eso es falso que las máquinas puedan sustituir
a los libros, es decir, a un soporte de textos, ya sea como el libro o de otro
tipo.”
Para conseguir este objetivo,
me permito recomendaros la Biblioteca Digital Eloy Terrón que contiene multitud
de textos en formato digital para adentrarnos en su pensamiento. La web (https://ahf-filosofia.es/?page_id=268
) es un proyecto desarrollado por Rafael Jerez Mir. En ella podemos acercarnos
a gran parte de sus trabajos ordenados en 7 temáticas (Estudios
Autobiográficos, Filosofía, Historia, Educación, Política, Sociología y
Antropología) y también textos que hablan sobre su obra.
A continuación
reproducimos el contenido íntegro del texto de Eloy Terrón:
“Significación política y cultural de la
lectura, Eloy Terrón
(Revista
Utopías-Nuestra Bandera. Nº 156-157/agosto-noviembre /1993)
No es elegante ni
progresista propugnar la práctica de la lectura como si estuviéramos en el
siglo XIX, cuando no existía otro soporte para la palabra que el papel, el
libro. Pero hoy es un atraso hablar de la Galaxia Gutberg, que ha sido
felizmente sustituida por el vídeo, el microfilm, el teletexto y, claro está,
por los ordenadores. Leer hoy es una práctica demodé; leer hoy como se hacía en
el siglo XVI, en el XVIII o en el XIX, cuando no existían verdaderos sustitutos
de la lectura como resultado de los grandes avances de la tecnotrónica, del
vídeo, de la televisión y de los ordenadores, constituye un atraso y una
pérdida de tiempo; ahora el primado lo ostentan los medios audiovisuales que
abren la marcha del progreso y de la civilización. Actualmente hay que ceder el
puesto a las nuevas técnicas, hay que confiar en los instrumentos del futuro,
porque, hay que desengañarse, el futuro está ahí y nos lo descubren los
japoneses, los coreanos o los fabricantes de Hong Kong, etc., pues ha llegado
la hora de que avancemos de la prehistoria del pensamiento, mediante el uso de
nuestros rudimentarios, lentos y falibles recursos de pensar a los nuevos
instrumentos de pensar, los ordenadores de la... decimoctava generación y las
máquinas de I. A., que producen un pensamiento objetivo, rápido, eficaz y a la
altura de las necesidades de nuestra era tecnotrónica (o tekno tronika, sin ñ,
claro está). No hay que olvidar tampoco que vale más una imagen que mil
palabras, ventaja fácilmente apreciable en la mayoría de las especies animales,
pues parece que todos ellos poseen riquísimas imágenes no contaminadas por los
conceptos.
A los avanzados
adalides y esforzados propagandistas que, con el patrocinio y el mecenazgo de
las poderosísimas corporaciones del universo del CHIP, nos tratan de convencer
de nuestro retraso mental y nuestro empeño en pensar con los viejos
instrumentos, pues, a estos impertérritos promotores de la revolución
Teknotrónika hay que decirles que el pensar, ese rudimentario pensar que ha
producido la lliada, la Divina Comedia,
el Quijote, la Fenomenología del espíritu, el Origen de las especies, Guerra y
paz, y otras muchas obras no menos importantes, es el órgano o instrumento
de un animal y solamente de él; nadie más que un animal puede realizar esa
función de pensar: la función más elevada, en la que la evolución cósmica se
vuelve sobre sí misma y se piensa, toma conciencia de sí, se hace
autoconsciente.
No es difícil
comprender que la actividad de pensar es la actividad más elevada que puede
realizar el hombre y que sólo él puede llevar a cabo. En primer lugar, el
pensar es una función de un ser vivo, que por la posición que ocupa en la
naturaleza y su tardía aparición ha alcanzado una organización muy compleja,
una masa proporcionalmente elevada de tejido nervioso y fuertemente
concentrada, ya que el encéfalo y la médula constituyen la parte dominante, una
laringe altamente desarrollada y muy rica en terminaciones neuromusculares, que
permite a los individuos emitir una enorme diversidad de sonidos, lo que
constituye la base de la gran riqueza del lenguaje. Pero éste es sólo la
dimensión biológica del proceso de pensar; sin embargo, éste sólo es posible
por la acumulación de la experiencia humana acumulada en la enorme riqueza del
medio humano (todas las transformaciones llevadas a cabo por el hombre en la
naturaleza para convertir un mundo hostil en la morada segura y satisfactoria
para los hombres). Los hombres al construir el medio humano han desprendido
experiencia en su acción y la vincularon a los sonidos del lenguaje,
convirtiéndolos así en palabras cargadas de significados, es decir, de
experiencia, creando una especie, de «duplicado ideal» de la realidad (del
medio humano), cuyo soporte, como es claro, son las palabras. Este «duplicado
ideal», al que tienen acceso los hombres, tanto por el aprendizaje de la lengua
como por el uso y la familiaridad con los elementos del medio humano, es lo que
permite a los hombres pensar.
Aunque en la
construcción del medio humano los hombres desempeñaron una fuerte actividad
muscular, fue la penosidad del trabajo la que impulsó a los hombres a recoger
experiencia y a idear fórmulas para ahorrar esfuerzos y reducir el gasto
muscular y sustituirlo por animales, por instrumentos y máquinas, hasta tal
punto que actualmente en los países industriales avanzados, donde antes había
docenas de hombres, ahora sólo hay unas pocas máquinas; otro ejemplo
ilustrativo nos los proporcionan la migración temporal de docenas de miles de
segadores gallegos, que bajaban hasta La Mancha y que hoy unas pocas
cosechadoras no sólo cumplen la misma tarea, sino que además trillan, limpian,
envasan, etc. Se tiene la impresión de que cuanto más progresa la cultura,
menos trabajo muscular se reserva a los hombres, pero, sin embargo, más tareas
intelectuales, que nadie más que los hombres pueden desarrollar, y sólo ellos:
la tarea de pensar.
Pero hay algo más
difícil e importante todavía; a medida que mejoran las condiciones de vida en
las sociedades capitalistas industriales, el consumo de mercancías y la
utilización de servicios requieren de manera creciente más pensamiento de parte
de los individuos, si quieren usar y disfrutar de las cosas. El simple hecho de
vivir en una sociedad industrial avanzada, vivir en las grandes ciudades, en
las urbanizaciones modernas, requiere un mayor desarrollo de su capacidad de
pensar si quiere llevar una vida satisfactoria, todo lo contrario de lo que
ocurría a los habitantes de nuestras aldeas de subsistencia. La enorme
proliferación de los medios de comunicación de masas, que algún chusco los
denomina «medios audiovisuales de entontecimiento de masas», si se quiere
mantener la libertad, su integridad intelectual y su equilibrio. Cuanto más
avanza la sociedad, hay mayores comodidades y, en resumen, se vive mejor, mayor
es la necesidad que tienen los hombres de disponer de un pensamiento abstracto,
un pensamiento más abarcador que proporcione a los hombres un sentimiento de
seguridad, una sensación de que las oleadas de estímulos, de provocaciones, no
anonadan a los individuos y los sumerge en el caos. Para evitar éstos y otros
peligros semejantes, los hombres tienen que conocer el medio en que viven, y
cuanto más complicadas se hacen las sociedades, más indispensable se hace una
idea fidegina del ámbito socioeconómico y cultural en que viven. Se trata de
una ley que rige la actividad de los seres vivos, concretamente de los
animales: que el animal tiene que disponer de alguna idea (concepción) de la
realidad, del hábitat, inmediato directo, en el que el animal hace su vida.
Compárese, si no, la amplitud y la riqueza de detalles de la idea de la
realidad de un campesino que nunca salió del valle donde está situada su aldea,
con la idea que necesita un buhonero que con su caja al hombro va de pueblo en
pueblo o de aldea en aldea ofreciendo su mercancía, pero sin detenerse en
ninguna.
Cada hombre tiene que
disponer de una idea representativa del ámbito en el que hace su vida, pero en
las sociedades industriales avanzadas esta idea representativa de la realidad
no puede construirse a base de la experiencia ganada directamente por el
individuo de la realidad; actualmente hay que proporcionar a los individuos un
esquema o idea de la realidad en la que ha de vivir, elaborada con los
conocimientos más adecuados, para que con el menor esfuerzo intelectual cuente
con una guía correcta y eficaz para el desenvolvimiento de su vida. Ahora bien,
el pensamiento que necesitan todos los hombres para conducir su acción, guiar
su vida o para su actividad profesional es el pensamiento corriente, el
pensamiento abstracto porque alcanza la máxima generalidad, es el pensamiento
general, es el pensamiento construido por conceptos elevados al máximo nivel de
abstracción y generalización, conceptos y juicios que se utilizarían siempre
que las condiciones fuesen las mismas. Son conceptos vinculados a palabras que
utilizaríamos en situaciones idénticas.
Aquí nos encontramos
con la primera afirmación rotunda y absoluta: el pensamiento tiene que estar formulado
en palabras cargadas de significados (es decir, conceptos), pues, aunque
nosotros podamos representarnos imágenes, pensamos solamente con palabras,
porque lo exige la estructura de nuestra conciencia (ésta puede con toda razón
definirse como el conocimiento que conoce; pero, me atrevería a afirmar, que
dudo con firmeza que pueda existir un conocimiento, un pensamiento que no
utilice únicamente conceptos (de cosas y de procesos).
Los relatos,
narraciones, las descripciones, las teorías que encontramos en los libros (y
naturalmente en otros tipos de soportes como el microfilm, la pantalla de
televisión –teletexto- , cinta de vídeo, disco y pantalla de ordenador, etc.),
todos esos contenidos están elaborados con la misma materia prima: palabras en
su máximo grado de abstracción, conceptos. Pero tales narraciones conceptuales,
congeladas o petrificadas en los diferentes tipos de soportes son absolutamente
inactivos, aunque se conserven invariables durante miles de años; sin embargo,
transferidos esos contenidos a una conciencia adquieren una nueva vida, la vida
en que fueron creados, y pueden alumbrar nuevos conocimientos. Pues el
conocimiento sólo es creador y activo constituyendo la materia prima de una
conciencia. Porque el conocimiento fosilizado o congelado en los libros u otros
soportes es el mismo; es el mismo tipo de pensamiento, pero solamente el
conocimiento que yace rígido en los libros se transforma inmediatamente que
accede a una conciencia. Esta fecundación del pensamiento individual de, un hombre
o mujer vivos es tan real y tan viva, tan activa y eficaz, que hace siglos que
los hombres de la edad moderna formularon aquel pensamiento tan hermoso: los
modernos somos como enanos aupados a los hombres de gigantes; podemos ver más
lejos que ellos. Por eso el pensamiento depositado en los libros se vivifica y
transforma inmediatamente, que penetra en una conciencia, y este poder
taumatúrgico del conocimiento tiene su razón de ser en que representa la
verdadera esencia humana, es, además, la esencia humana fundamentalmente
comunicable; es comunicación pura.
No parece necesario
proponer nuevos argumentos en favor: primero, de que la actividad más propia,
más genuina, más elevado del hombre es la actividad de pensar, porque el
pensamiento humano es el proceso culminante de la evolución cósmica y que los
avances de la civilización hacen absolutamente necesario que los hombres
dediquen más esfuerzos a la tarea de pensar la realidad en que vivimos y, como
cuestión de vida o muerte, hay que pensar en las consecuencias a corto, medio y
a largo plazo de las cada día más poderosas acciones sobre la naturaleza;
segundo, el pensamiento que nos ha elaborado y depositado en los libros se hace
activo y fecundo tan pronto como penetra en una mente, y que esta fecundación
es inevitable, es necesaria porque nuestro pensamiento individual se potencia y
desarrolla inmediatamente que entra en contacto con el pensamiento que está
depositado, congelado en los libros u otros soportes, hasta el punto de que no
hay mente que se pueda resistir a la acción fecundadora del pensamiento, porque
como esencia humana comunicable que es el pensamiento depositado en los libros
es irresistible.
Dado el estrecho
paralelismo existente entre el pensamiento depositado en los libros y la actividad
pensante de un hombre, el ejercicio más eficaz para elevarse al pensar
abstracto es la lectura, pasando por sus tres etapas de lectura en voz alta,
lectura en voz baja, hasta la lectura silenciosa o lectura inarticulada que es
ya verdadero pensamiento, verdadero pensar. Sin el apoyo de la lectura un
hombre puede llegar al pensamiento abstracto, pero encontrará dificultades; sin
embargo, a través de la lectura, el joven e incluso el adolescente se adaptará
pronto al pensamiento abstracto, o sea, la forma general de pensamiento.
¡Cuidado! Los medios
visuales no nos proporcionan «pensamiento» como la lectura, solamente nos
proporcionan percepciones, que las podemos transformar en pensamiento o no.
Ninguna máquina elabora
conocimiento como cualquier hombre corriente, las máquinas por sí mismas nunca
podrán aplicar la ciencia a diseñar y a fabricar objetos, mercancías para el
mercado. Por eso es falso que las máquinas puedan sustituir a los libros, es
decir, a un soporte de textos, ya sea como el libro o de otro tipo.”
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