El pasado 12 de noviembre de 2020 se conocía que el escritor lacianiego Luis Mateo Díez había sido galardonado con el Premio Nacional de Letras Españolas 2020, un premio otorgado por el Ministerio de Cultura y Deporte.
Este prestigioso galardón reconoce la trascendencia del autor, que actualmente es miembro de la RAE, y su obra literaria. El jurado destacó “su singularidad (…) en diversos géneros, y especialmente como narrador”, una literatura que “es heredera de una cultura oral en la que nace y de la que registra su progresiva desaparición".
A la altura de 1982, Mateo Díez cuenta ya con 40 años, y varias obras publicadas. Sin embargo todavía permanece en “un segundo plano” a pesar de ser “uno de esos narradores españoles de profunda y personalísima dicción, de jugoso y madurado estilo”. Los motivos, “circunstancias, casi siempre ajenas a consideraciones y valoraciones estrictamente literarias” por su interés en sacar aquello que no resuena tanto en los “santuarios madrileños”, temas que se centran en el ámbito local de comarcas como El Bierzo, Laciana y Babia. Quien firma estas citas es nada menos que Julio Llamazares.
La revista Nueva Estafeta recoge las palabras del también escritor leonés, criado en la cuenca minera de Sabero, que concluye así:
“Esperemos que su primera novela larga. Las estaciones provinciales, de próxima aparición, sirva para situar las cosas en su sitio y para que Luis Mateo Diez alcance la resonancia que le corresponde dentro del actual panorama narrativo español.”
Casi 40 años después, podemos decir que el lacianiego ha alcanzado “la resonancia que le corresponde dentro del actual panorama narrativo español.”
A continuación
reproducimos el artículo completo, titulado “El Placer de Narrar”, escrito por
Julio Llamazares en la revista Nueva Estafeta, número 44, correspondiente a los
meses de agosto y septiembre de 1982:
“EL
PLACER DE NARRAR
-LUIS MATEO DIEZ:
Relato de Babia. Papalaguinda. Valencia, 1981-.
Luis Mateo Diez
(Villablino—León—, 1942) es uno de esos narradores españoles de profunda y personalísima
dicción, de jugoso y madurado estilo, que, por unas u otras circunstancias,
casi siempre ajenas a consideraciones y valoraciones estrictamente literarias,
ha permanecido hasta el momento en un segundo plano, injusto a todas luces, del
actual panorama narrativo español. Además de su desinteresado y total
alejamiento de los circuitos y santuarios madrileños donde se reparten
prebendas y bendiciones literarias, el interés de Luis Mateo Diez por temas
narrativos de ámbito local—al margen completamente de modas y tendencias— puede
ser la causa principal de ese olvido y desconocimiento en que se halla relegado
este insólito y sorprendente narrador al que yo sitúo, pese a la aparente
osadía de mi afirmación, en uno de los primeros lugares de la actual narrativa
española.
Un ejemplo más,
extremadamente clarificador en este caso, de todo lo dicho anteriormente lo
constituye su último libro publicado. Relato de Babia, amalgamada e insólita
narración en la que Luis Mateo Diez nos traza de una manera aparentemente más
etnológica que literaria la epopeya desolada y rota de una tierra mítica y
legendaria; la Babia arcaica de resonancias celta-astures, la comarca de
impresionante belleza, enclavada en pleno corazón de la alta montaña leonesa,
que sirvió de lugar de caza y recreo a los reyes leoneses, que fue criadero de
caballos salvajes y paso de peregrinos hacia Santiago, que fue escenario de
guerras y pasto de rebaños trashumantes y que, hoy, conserva todavía, pese al
progresivo abandono y ruina de sus pueblos, gran parte del interesantísimo
acervo cultural y etnológico que sus hombres forjaron siglo a siglo hasta
convertirla en una de las comarcas naturales de mayor interés paisajístico y
cultural de León y del país entero.
Pero no nos engañemos.
Una vez más, como ya señalamos que sucede en los libros de Luis Mateo Diez
(Memorial de hierbas, Apócrifo del clavel y la espina, o el mancomunado,
insólito y corrosivo Parnasillo provincial de poetas apócrifos), nos
encontramos, sobre todo, ante Una construcción inequívocamente narrativa, ante
una forma de contar innegablemente literaria en lo que de creativo y suprarreal
pueda tener el lenguaje y el estilo utilizado. Luis Mateo Diez es uno de esos
narradores a los que les sigue interesando esencialmente contar cosas. Y
contarlas de forma despaciosa, morosa, saboreando su propio relato, recuperando
ese placer de narrar que ha sido común siempre a todos los grandes novelistas.
En el caso de Relato de Babia, Luis Mateo Diez nos cuenta leyendas y
testimonios, costumbres y recuerdos de una tierra hermosa y mitológica en la que
él hunde sus propias raíces. Pero de la misma manera nos podría contar una
novela babiana, una novela argumenta! en la que se fueran engarzando todos los
datos culturales y etnológicos, paisajísticos y geográficos, que aquí se
acumulan. Y el hecho de que el libro lleve un titulo tan sugestivo y sugerente
como Relato de Babia nos sitúa inmediatamente en el campo inequívoco de lo
narrativo, de lo que se relata.
El libro se nos
presenta, más que como un relato lineal y uniforme, como un collage de diversos
géneros narrativos (si es que hoy se puede seguir hablando todavía de géneros)
en el que se dan la mano a lo largo de las páginas del libro, entrelazándose,
el cuento y la recreación poética, el reportaje periodístico y la recopilación
de datos etnográficos. El viajero, el narrador, recorre la Babia mitológica por
sus caminos y por sus leyendas, por sus pueblos, mitos y costumbres. Y, así, va
de la descripción emocionada y nostálgica de las distintas Babias (el Valle del
Luna, la Babia Baja y la Babia Alta) a la exposición literaria e incluso,
gráfica, de las diversas y ancestrales costumbres autóctonas (los filándones,
la trashumancia, los bailes, juegos y canciones, la alzada vaquera...); del
estudio breve del lenguaje babiano—el pachuezo— a las transcripciones
estrictamente magnetofónicas de los testimonios de algunos viejos lugareños,
como Cesáreo Alba, el vaqueiro de Torrestío, o Adelaida Valero, la última
babiana del pueblecito abandonado de La Cueta. Para una mayor idea de totalidad
de este Relato de Babia, el libro se completa con varias fotografías de
impecable técnica y belleza, de las que es autor Femando Diez, y con una serie
de dibujos ilustrativos de Antón Diez. Estamos, pues, ante un libro total, ante
una amalgama perfectamente urdida de grafías y géneros literarios que
convierten este Relato de Babia en una obra insólita y difícilmente
clasificable.
Volvamos al principio,
al resbaladizo concepto de lo narrativo. Si el lector de Relato de Babia
analiza con atención el estilo, el lenguaje utilizado, la forma de contar,
observará una urdimbre interlineal y entrelazada, una serie de capas de
lenguaje y de ficción superpuestas que son las que caracterizan, en último
término, cualquier plano narrativo, cualquier construcción o relato, sea cual
sea su objeto de tratamiento, su tema. En este caso es etnológico. En Parnasillo...
era esperpéntico-poético. En Memorial de hierbas y en Apócrifo del clavel y la
espina exclusivamente narrativos (ficción o recreación imaginativa de recuerdos
y datos reales). Pero, por encima de temas, enfoques y tratamientos, el lector
observará siempre el jugoso lenguaje, el madurado tratamiento personal de la
interesante e injustamente desconocida pluma de Luis Mateo Diez. Un estilo, un
lenguaje y una forma de contar que, si, en Relato de Babia, le acerca un poco a
la particular manera de contar de los antiguos bardos, en Memorial de hierbas o
en Apócrifo..., le convierten en un narrador puro y peculiar, de personalísima
dicción, que, como ya dije al principio, permanece injustamente ignorado pese a
su indiscutible calidad literaria. La limitada y localizada distribución de
Relato de Babia impedirá un conocimiento más amplio de la obra de Luis Mateo
Diez. Esperemos que su primera novela larga. Las estaciones provinciales, de
próxima aparición, sirva para situar las cosas en su sitio y para que Luis
Mateo Diez alcance la resonancia que le corresponde dentro del actual panorama
narrativo español.
JULIO LLAMAZARES ”
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