“Vosotros, los trabajadores, soléis olvidar que habéis perdido una guerra” es una frase que se le atribuye al falangista Girón de Velasco, primer Ministro de Trabajo con Franco. Una cita que define de forma nítida una forma de entender el Estado y la política desde una óptica de clase. Uno de los objetivos del nuevo régimen es destruir el potente movimiento obrero desarrollado durante el periodo republicano, que en Laciana y El Bierzo alcanzó un alto grado de organización.
La Organización Sindical Española (OSE) es uno de los primeros instrumentos que pone en marcha la dictadura. En palabras del Secretario General de Falange, el objetivo en relación a los trabajadores es el de “disciplinarse, encuadrarles y educarles en el nuevo credo”, puesto que “en su gran mayoría eran marxistas o anarquistas” y, por tanto, no debía “perderse de vista su tendencia y deformación”.
El nuevo Estado
Naciona-Sindicalista reprime duramente las huelgas y las organizaciones
obreras. Tratan de “superar” la lucha de clases y unir “en hermandad cristiana
y falangista” a empresarios, técnicos y trabajadores. Los principios del
sindicato oficial, de afiliación obligatoria, se basan en la “Unidad, Totalidad
y Jerarquía”. Sus mandos son miembros
de FET de las JONS, en una línea jerárquica y de obediencia debida. Se
autodefine como un “instrumento al servicio del Estado, a través del cual
realizará principalmente su política económica”. En la minería, que se militariza,
ese control cuartelarío es literal. Las
relaciones en la empresa se establecerán con los principios de “fidelidad y
subordinación en el personal.”
Las Obras Sindicales,
de carácter asistencial, cómo la vivienda, sanidad o tiempo libre, constituyeron
un factor secundario, frente al principal de control y encuadramiento de los
trabajadores.
En esta zona la OSE se
organiza en base a delegaciones comarcales, con sede en Villablino (incluida
Babia) y Ponferrada. El sindicato y la economía cuentan con 28 ramas, pero en
estas comarcas destaca el Sindicato del Combustible, por el enorme peso de la
minería del carbón. En 1947 las Delegaciones Comarcales del Sindicato del
Combustible se situaban en Villablino y Bembibre, además de la local de
Matarrosa del Sil. A ellas se añadirían en 1950 otra comarcal, Ponferrada, y
cuatro locales, Fabero, Toreno, Torre del Bierzo y Villaseca. Posteriormente se
crean las Delegaciones de Santa Cruz del Sil y Brañuelas. En localidades cómo
Villafranca del Bierzo también se ubicarán delegaciones comarcales para su
ámbito de influencia, especialmente Hermandades
de Labradores y Ganaderos.
La legislación
establece un intervencionismo asimétrico. El sindicalismo vertical
refuerza el poder patronal en el seno de la empresa. Estos tienen sus
organizaciones autónomas y ocupan la dirección del sindicato. Mientras, los
trabajadores no tienen posibilidad de asociarse libremente.
A la altura de 1950 el
Jefe del Sindicato Provincial del Combustible era el empresario minero Juan J.
Olíden. Cuestión que, según el investigador Pedro Víctor Fernández, explica el
hecho de que “se olvidaba, o le concedía menos importancia, a la labor asistencial
de consultas laborales y problemas de la población trabajadora, que eran de una
profundidad alarmante”.
A cambio de esta
disciplina y subordinación del trabajador a la empresa y el Estado, la
legislación ofrecía la estabilidad laboral. Los despidos y modificaciones
sustanciales de las condiciones laborales deberían ser aprobados por
Magistratura del Trabajo.
Con la
paz social de la dictadura los
salarios bajan un 40% y no
alcanzan los niveles de 1935 hasta 1956. Las jornadas laborales
aumentan, en la minería pasan de 7 a 9 horas, aunque en la práctica no
finalizan hasta que se termina el trabajo asignado; las horas extras son
obligatorias, se cumplen sin cobrarlas. Incluso, en la España católica se
autoriza el trabajo en domingo, festivos y se compensan en metálico las
vacaciones, lo que supone su
eliminación. El Estado franquista estaba diseñado para evitar la
redistribución de la riqueza.
La marcada desigualdad,
en favor de la parte empresarial, se muestra a las claras en las cuencas
mineras. En 1945, el propio sindicato, por boca de su Delegado Provincial,
Jesús Zaera, cuestiona la utilidad del verticalismo para los trabajadores. Así
en un informe sobre Fabero explica:
“Al salir del trabajo
¿cómo iban a reclamar contra la Empresa a los representantes de aquella que de
un sitio era su Jefe y los castigaba y en el otro era el Delegado Sindical ante
el que tenían que plantear las reclamaciones por lo que consideraban muy
justo”. Concluye diciendo que es como si “no existiese la Delegación Sindical
de Fabero nada más que sobre el papel.”
A pesar de que el
ministro Fraga Iribarne, en los años sesenta, señalase este sistema cómo la
creación más completa y poderosa que nunca hubiera en España, lo cierto es que
los “productores” consideran a la OSE
como “un cuento, [ante] la apatía de los mandos Sindicales y la alegría
consiguiente por parte de los patronos”.
La propuesta
nacional-sindicalista no enraizó en la clase obrera. Durante los primeros años
de postguerra los informes recogen el malestar que se vive en las comarcas.
En Laciana constatan
que “existe un núcleo bastante definido de elementos descontentos con el actual
régimen”. En Toral de los Vados reconocen la “antipatía” hacia la dictadura. En El Bierzo Alto, destacando Bembibre,
Folgoso de la Ribera o Torre del Bierzo, constatan el crecimiento del
descontento por la falta de medios de vida y “lo arraigado que está el
marxismo”.
En Fabero el “trato despótico” de las empresas y su
relación con la Falange y la OSE agravaba la situación, para frustración de las
autoridades franquistas: “El ambiente es de gran disgusto general por la
explotación que ejercen algunas empresas en la imposibilidad de hacer llegar a
estas latitudes el espíritu que ha formado el Movimiento Nacional”.
A partir de 1944 en
unas votaciones muy mediatizadas, comienza la elección de
enlaces sindicales. Su función se limitaría a informar de los problemas al
Jurado de Empresa, presidido por el Empresario o la persona en quien este
delegaba. En los falangistas recaía el control político de las estructuras. La
Delegación de Sindicatos da instrucciones precisas ante cada convocatoria. Las
que recibe Jesús Zaera en 1957 son claras. En caso de que surjan candidatos no
afines al régimen, debía “declarar la incapacidad para ser elegible”.
Hasta los años 60 estos procesos se viven entre el boicot y la abstención por indiferencia por parte de los trabajadores, aunque existían ciertos precedentes de infiltración estos eran dispersos. Benjamín Rubio explicaba cómo se vivían en Laciana: “votábamos al más tonto, como pasó en nuestro grupo, a uno que era casi subnormal, o a una mula, (…) no hacíamos ni puto caso, hasta las elecciones del 63”. En ese momento, se empieza a materializar un cambio de estrategia en la oposición al régimen, la infiltración en el sindicato vertical, un hecho que se desarrollará en años posteriores y que dará un impulso a sus posiciones, desde la “guarida del lobo”.
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