Presentación

Nuestra historia, a modo de presentación

viernes, 13 de noviembre de 2020

El Sindicato Vertical en El Bierzo y Laciana

 

“Vosotros, los trabajadores, soléis olvidar que habéis perdido una guerra” es una frase que se le atribuye al falangista Girón de Velasco, primer Ministro de Trabajo con Franco. Una cita que define de forma nítida una forma de entender el Estado y la política desde una óptica de clase. Uno de los objetivos del nuevo régimen es destruir el potente movimiento obrero desarrollado durante el periodo republicano, que en Laciana y El Bierzo alcanzó un alto grado de organización.

La Organización Sindical Española (OSE) es uno de los primeros instrumentos que pone en marcha la dictadura. En palabras del Secretario General de Falange, el objetivo en relación a los trabajadores es el de “disciplinarse, encuadrarles y educarles en el nuevo credo”, puesto que “en su gran mayoría eran marxistas o anarquistas” y, por tanto, no debía “perderse de vista su tendencia y deformación”.

El nuevo Estado Naciona-Sindicalista reprime duramente las huelgas y las organizaciones obreras. Tratan de “superar” la lucha de clases y unir “en hermandad cristiana y falangista” a empresarios, técnicos y trabajadores. Los principios del sindicato oficial, de afiliación obligatoria, se basan en la “Unidad, Totalidad y Jerarquía”. Sus mandos son miembros de FET de las JONS, en una línea jerárquica y de obediencia debida. Se autodefine como un “instrumento al servicio del Estado, a través del cual realizará principalmente su política económica”. En la minería, que se militariza, ese control cuartelarío es literal. Las relaciones en la empresa se establecerán con los principios de “fidelidad y subordinación en el personal.”

Las Obras Sindicales, de carácter asistencial, cómo la vivienda, sanidad o tiempo libre, constituyeron un factor secundario, frente al principal de control y encuadramiento de los trabajadores.

En esta zona la OSE se organiza en base a delegaciones comarcales, con sede en Villablino (incluida Babia) y Ponferrada. El sindicato y la economía cuentan con 28 ramas, pero en estas comarcas destaca el Sindicato del Combustible, por el enorme peso de la minería del carbón. En 1947 las Delegaciones Comarcales del Sindicato del Combustible se situaban en Villablino y Bembibre, además de la local de Matarrosa del Sil. A ellas se añadirían en 1950 otra comarcal, Ponferrada, y cuatro locales, Fabero, Toreno, Torre del Bierzo y Villaseca. Posteriormente se crean las Delegaciones de Santa Cruz del Sil y Brañuelas. En localidades cómo Villafranca del Bierzo también se ubicarán delegaciones comarcales para su ámbito de influencia, especialmente Hermandades de Labradores y Ganaderos.

La legislación establece un intervencionismo asimétrico. El sindicalismo vertical refuerza el poder patronal en el seno de la empresa. Estos tienen sus organizaciones autónomas y ocupan la dirección del sindicato. Mientras, los trabajadores no tienen posibilidad de asociarse libremente.

A la altura de 1950 el Jefe del Sindicato Provincial del Combustible era el empresario minero Juan J. Olíden. Cuestión que, según el investigador Pedro Víctor Fernández, explica el hecho de que “se olvidaba, o le concedía menos importancia, a la labor asistencial de consultas laborales y problemas de la población trabajadora, que eran de una profundidad alarmante”.

A cambio de esta disciplina y subordinación del trabajador a la empresa y el Estado, la legislación ofrecía la estabilidad laboral. Los despidos y modificaciones sustanciales de las condiciones laborales deberían ser aprobados por Magistratura del Trabajo.

Con la paz social de la dictadura los salarios bajan un 40% y no alcanzan los niveles de 1935 hasta 1956. Las jornadas laborales aumentan, en la minería pasan de 7 a 9 horas, aunque en la práctica no finalizan hasta que se termina el trabajo asignado; las horas extras son obligatorias, se cumplen sin cobrarlas. Incluso, en la España católica se autoriza el trabajo en domingo, festivos y se compensan en metálico las vacaciones, lo que supone su eliminación. El Estado franquista estaba diseñado para evitar la redistribución de la riqueza.

La marcada desigualdad, en favor de la parte empresarial, se muestra a las claras en las cuencas mineras. En 1945, el propio sindicato, por boca de su Delegado Provincial, Jesús Zaera, cuestiona la utilidad del verticalismo para los trabajadores. Así en un informe sobre Fabero explica:

“Al salir del trabajo ¿cómo iban a reclamar contra la Empresa a los representantes de aquella que de un sitio era su Jefe y los castigaba y en el otro era el Delegado Sindical ante el que tenían que plantear las reclamaciones por lo que consideraban muy justo”. Concluye diciendo que es como si “no existiese la Delegación Sindical de Fabero nada más que sobre el papel.”

A pesar de que el ministro Fraga Iribarne, en los años sesenta, señalase este sistema cómo la creación más completa y poderosa que nunca hubiera en España, lo cierto es que los “productores” consideran a la OSE como “un cuento, [ante] la apatía de los mandos Sindicales y la alegría consiguiente por parte de los patronos”.

La propuesta nacional-sindicalista no enraizó en la clase obrera. Durante los primeros años de postguerra los informes recogen el malestar que se vive en las comarcas.  

En Laciana constatan que “existe un núcleo bastante definido de elementos descontentos con el actual régimen”. En Toral de los Vados reconocen la “antipatía hacia la dictadura. En El Bierzo Alto, destacando Bembibre, Folgoso de la Ribera o Torre del Bierzo, constatan el crecimiento del descontento por la falta de medios de vida y “lo arraigado que está el marxismo”.

En Fabero el “trato despótico” de las empresas y su relación con la Falange y la OSE agravaba la situación, para frustración de las autoridades franquistas: “El ambiente es de gran disgusto general por la explotación que ejercen algunas empresas en la imposibilidad de hacer llegar a estas latitudes el espíritu que ha formado el Movimiento Nacional”.

A partir de 1944 en unas votaciones muy mediatizadas, comienza la elección de enlaces sindicales. Su función se limitaría a informar de los problemas al Jurado de Empresa, presidido por el Empresario o la persona en quien este delegaba. En los falangistas recaía el control político de las estructuras. La Delegación de Sindicatos da instrucciones precisas ante cada convocatoria. Las que recibe Jesús Zaera en 1957 son claras. En caso de que surjan candidatos no afines al régimen, debía “declarar la incapacidad para ser elegible”.

Hasta los años 60 estos procesos se viven entre el boicot y la abstención por indiferencia por parte de los trabajadores, aunque existían ciertos precedentes de infiltración estos eran dispersos. Benjamín Rubio explicaba cómo se vivían en Laciana: “votábamos al más tonto, como pasó en nuestro grupo, a uno que era casi subnormal, o a una mula, (…) no hacíamos ni puto caso, hasta las elecciones del 63”. En ese momento, se empieza a materializar un cambio de estrategia en la oposición al régimen, la infiltración en el sindicato vertical, un hecho que se desarrollará en años posteriores y que dará un impulso a sus posiciones, desde la “guarida del lobo”.

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