Los relatos históricos, incluso los de los blogs cómo Nuestra Historia, que pretenden acercar hechos del pasado poco conocidos, suelen centrarse en las grandes batallas, en la épica de la resistencia, la gloria de las -escasas- victorias o el dolor de la derrota. Sin embargo, más allá de estos hechos destacados la vida sigue, una intrahistoria, que en el caso de la guerrilla termina con la derrota, el exilio y una vida familiar marcada por ello. La cual, a pesar de su dureza suele pasarse por alto. Recientemente publicábamos una entrevista al guerrillero Quico, testimonio vivo de la resistencia democrática y armada al franquismo en El Bierzo. Hoy nos adentraremos en dos hechos que suelen pasar desapercibidos, la mujer guerrillera y los niños y niñas que sufrieron el exilio de sus familias.
Una historia que abordaremos a través de los testimonios de Pilar y Odette
Martínez, hermana e hija del guerrillero de Cabañas Raras. Un testimonio al que
podremos acercarnos a través de las entrevistas a Pilar, aquí, y a Odette, aquí . Entrevistas
que fueron la base del libro “Testimonio de la memoria”, de la profesora e
historiadora Esther López y que podemos descargar aquí.
Una obra que
aborda la historia y memoria de la resistencia, tres palabras que tienen nombre
de mujer. Mujeres que dan su testimonio, cómo las también bercianas Julia y Ángela Losada, de las que hablaremos
próximamente.
Cómo explica en el prólogo Dolores Cabra, de la asociación Guerra y
Exilio (AGE) “Hay
dos formas de entender nuestro pasado: la historia y la memoria. La historia se
construye, la memoria se hereda.” Los testimonios recogidos, al ser procesados
y dados a conocer, pasan de la esfera privada a la pública, “la voz del pueblo,
la voz reprimida, contada con miedo o con entusiasmo, ya no es mito, es
historia.” El historiador es “fabricante de historia, (…) es el hacedor.”. La
memoria y los testimonios orales conservados, son materiales para construirla.
También para construir una forma social de acercarnos a nuestro pasado. Y para
Nuestra Historia, materiales para poner a disposición de nuestras y nuestros lectores.
Dolores Cabra explica cómo la transición dejó fuera a mucha gente,
especialmente “a exiliados, presos, muertos del pasado, y sobre todo a los más
firmes resistentes, los guerrilleros antifranquistas”.
Pilar y Odette
son dos bercianas, una nacida en Cabañas y otra en Francia. Voces de mujer, las
grandes excluidas y olvidadas por la historia en general, y de la resistencia
armada al franquismo, en particular. Una labor de rescate de la memoria oral de
dos protagonistas, que son a su vez transmisoras, especialmente Odette,
creadora de numerosas entrevistas y documentales. Ella nos explica que «el
valor esencial de estos testimonios es entregarnos la mirada de los vencidos
enfocada desde abajo, es hacernos oír una palabra que había sido (...)
enterrada (...) por los discursos oficiales».
Pilar Martínez fue
protagonista directa de la resistencia antifranquista. Cómo otras decenas de
mujeres fueron fundamentales en el mantenimiento de las guerrillas, especialmente
cómo puntos de apoyo y enlaces. Esto las ha convertido en «las invisibles de
los invisibles». Cargando, además, con el “doble estigma” que soportaron las
combatientes antifranquistas: “bandoleras o putas”, cómo explica su sobrina
Odette.
Sus testimonios
vienen a romper las concepciones tradicionales herederas de la visión
franquista de la historia de la postguerra. Especialmente el “supuesto
apoliticismo de las mujeres del medio rural en la década de los cuarenta”,
explica Esther.
Aunque la
historia de Pilar ha quedado relegada
a la de su hermano, Francisco Martínez «Quico», ella forma parte de la
resistencia al franquismo por méritos propios. Un compromiso heredado de su
familia, especialmente de su madre Obdulia López, más «corajosa» que
su padre.
Como tantas
familias bercianas fueron víctimas de la represión. Sin embargo, y a pesar de
las torturas, ni a ella ni a sus familiares lograron nunca sacarles ninguna
información. Su papel en la acogida de guerrilleros es crucial para el
sostenimiento de la resistencia. Del mítico Girón, Pilar destaca su
compañerismo y humanidad: «Era muy bueno, muy amable, no dormía para que
durmieran los otros. (…) siempre me animaba: no tengas miedo. Porque yo era muy
miedosa, yo no era por mí, era por ellos».
Pilar explica
cómo su familia es muy apreciada en su localidad y con un importante apoyo a la
guerrilla, aunque unánime: «Cabañas Raras era un pueblo que no estaban todos
con la guerrilla. Algunos lo decían por
detrás pero a la cara no te decían nunca nada».
De su tiempo en
el exilio destaca la sensación de libertad: «era la gloria entera». Una libertad que contrastaba con la vida bajo la
dictadura y que significó un refuerzo a su compromiso político, esta vez con el
exilio político organizado. «En Francia sí que estábamos en el Partido
[Comunista] mi marido y yo. Aquello eran flores, lo peor era esto. Fue muy
triste para las que tuvimos que estar aquí».”
En 1956 Pilar regresa
a Cabañasacompañada de su madre. Su maleta viene cargada de miedos e ilusiones,
y también de un “doble fondo” lleno de
propaganda del PCE.
En el país galo
se quedaba Odette Martínez, hija de Quico.
Una niña que creció conviviendo con el compromiso de los exiliados políticos
por la vuelta de las libertades a España. Su historia, es una de esas
intrahistorias no contadas, las de quienes derrotados huyen del país, historias
familiares marcadas por las represión. Desde pequeña aprende a convivir con la
«construcción de silencio», a pesar de que su padre pronto le trasmitiese su
relato. Varios son los elementos que la marcan.
Por un lado,
destaca el hecho de haber «crecido en un país doble: Francia, y la cultura
francesa; y ese país clandestino [España] que es presente-ausente (…) No
comprendes nada, pero hay algo que te da miedo, que te esconden, y que no
puedes racionalizar siendo niña». En su casa, cobijo habitual de exiliados
políticos, recuerda cómo la dictadura, a pesar de la lejanía, está presente. Cuando
estos llegan se cambiaban hasta las voces.
Por otro lado, siendo niña percibe el estigma de ser la hija del guerrillero.
Cuando viaja con su madre a El Bierzo, los pasos de su familia son seguidos de
cerca: «Cuando voy, la guardia civil les interroga. Y esa tensión la siento,
así como recojo palabras al vuelo como «armas», «tortura», «muerte»... (...) no
hay explicación. Percibo el miedo».
El sufrimiento provocado
le hizo incluso alejarse temporalmente de sus raíces españolas: «yo he sentido
la herida de mi padre de ser un exiliado, de pertenecer a esa memoria
silenciada». La reinstauración de la democracia en España en 1978, no supuso la
condena del franquismo y la dignificación de la resistencia democrática. Un
hecho que contrasta con cómo se vive en Francia, donde son considerados héroes
de la patria. Odette resalta que «era un escándalo que estas personas siguiesen
criminalizadas», especialmente la resistencia armada.
Sin embargo, con
42 años de edad vive un «giro de conciencia». Comienza a rescatar la memoria de
los combatientes antifranquistas, a dar visibilidad a «esas voces que seguían
silenciadas y prohibidas.» Acompaña a su padre a recorrer los pasajes de la
guerrilla y a recoger los testimonios de enlaces y guerrilleros. Un hecho que
la convierte en parte de esa historia, y a la vez, en relatora. Una prueba es
el documental «La isla de Chelo».
Las vidas de
Pilar y Odette Martínez son cercanas y complementarias. Viven el compromiso
antifranquista en primera persona, desde dos visiones diferentes. Su lucha
perdura, esta vez cómo guerrillas contra el olvido. Una lucha por rescatar la
memoria de aquellas y aquellos militantes por la democracia represaliados. Aquellos
que, cómo afirmaba Bertol Brech, fueron perseguidos
por buenas razones.
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