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viernes, 25 de septiembre de 2020

Daniel García, el minero “entusiasta” de Bembibre que reconstruyó el PCE leonés durante el franquismo


Los mineros del carbón fueron el colectivo laboral más numeroso, organizado y reivindicativo de la provincia de León a lo largo de siglo XX. El Partido Comunista de España fue el partido del antifranquismo. A comienzos de los años 60, y hasta el final del franquismo, el PCE era conocido como El Partido, sin más apelativos. Al fin y al cabo era la única organización clandestina y democrática que había conseguido una regeneración de sus estructuras en la provincia.

Las organizaciones tradicionales de la clase obrera como el PSOE, la UGT y la CNT, estaban totalmente desarticuladas, y las guerrillas, que habían sido la oposición más seria, desaparecen en 1951. A finales de los años 40, el PCE cambia su estrategia, dejando atrás la guerrilla con la incorporación de nuevos militantes, especialmente vinculados a la minería y RENFE. Estos se añadirían a los antiguos presos de los campos de trabajo forzado que se quedaron en la zona.

La militancia comunista tiene cuatro focos principales, la cuenca minera de El Bierzo Alto, el área de Ponferrada y las cuencas de Fabero y Laciana. A partir de los años 60 su actividad principal bascula hacia las dos últimas, sin embargo durante los años 50 el principal dirigente del PCE en la zona va a estar establecido en Bembibre. Se trata de Daniel García, minero en la empresa “Guadalupe y Otras” en San Andrés de las Puentes, municipio de Torre del Bierzo.

En este activismo las redes personales, de confianza, de amistad, de familia, de prestigio laboral, juegan un papel determinante. En condiciones de clandestinidad la confianza, para minimizar los riesgos, era uno de los factores que cobran mayor importancia. Este es el caso de Daniel García, alias “El Cubano”, quien se integra en la dirección del PCE a través de un compañero de la mina. Sin embargo, su compromiso político ya viene de atrás. En agosto de 1940 había sido condenado a 30 años de prisión acusado de Rebelión Militar. En este compromiso antifranquista también participa su mujer. Ella, como tantas otras, ocupa una figura a medio camino entre el militante y el simpatizante. Sin embargo, su labor causaba la desconfianza de los instructores clandestinos, cómo Teo, que en sus informes internos dirá de ella que no es “nada Potable”.

En 1947 se conformará un comité provincial del PCE dirigido por Daniel García tras su paso por la cárcel. La organización leonesa, tiene vinculación con la dirección central a través del partido en Asturias. Su principal objetivo es la extensión organizativa hacia las cuencas mineras, como la de Fabero. Allí, a comienzos de los 50, ingresará el minero de Lillo del Bierzo, Andrés González, cómo consta en un sumario de 1963.

El minero bembibrense realiza continuos viajes a la capital provincial con la excusa de ir a ver el fútbol, donde frecuentaba el bar Secre. Su propietario Ángel Rodríguez Valle, es acusado de ser el responsable local del PCE.

Entre las labores del dirigente comunista estarían el desarrollo de las convocatorias que el PCE convoca a nivel nacional, como la Jornada de Reconciliación Nacional de 1958 o la de Huelga Nacional Pacífica de 1959 con una repercusión limitada, reducidas al reparto de octavillas y algún conato de bajo rendimiento en El Bierzo y Laciana.

El 31 de diciembre de 1959 Daniel García sufre un accidente en la mina, sin embargo, sus problemas no harán más que empezar. En enero de 1960, tras la celebración del VI Congreso del PCE en Praga, Checoeslovaquia, se produjeron caídas de las organizaciones del PCE en toda España, entre ellas en León. En febrero son detenidos al menos seis militantes comunistas de la provincia, incluido García, todavía de baja laboral. El Comité Provincial será desarticulado. La detención se produce a raíz de la denuncia de un cliente del bar Secre, militante de la Falange.

Los hechos habían comenzado con la apertura de la Causa Sumarísima número 47 de 1960 por Rebelión Militar a Ángel Rodríguez Valle, uno de los asistentes al cónclave, lo que precipita el resto de detenciones. En el juicio, celebrado el 3 de diciembre de 1960, son condenados a distintas penas José María Arias, Manuel Llamazares y Daniel García y absueltos Julián Barrera y Lucindo García. El que lleva la peor parte es el minero berciano, condenado a 6 años de prisión. Según la causa, “se caracteriza este procesado por ser la figura entusiasta de la organización”. García, finalmente será liberado en octubre de 1963 tras cumplir 43 meses de prisión en Burgos.

 

La libertad no implica el fin de los problemas para el veterano militante comunista. A la represión estatal, se sumará la laboral. La empresa, hasta hora en manos de Ricardo Hermosillo Rodríguez, había cambiado de dueños. La nueva concesionaria, Minas y Explotaciones Industriales (Minex S.A.), le denegará la reincorporación a su puesto de picador. La compañía abduce que con 58 años sobrepasa la edad reglamentaria para su admisión. El obrero, que carece de otros medios de subsistencia presenta múltiples escritos a distintas instancias. Alega que tras 36 años de servicios a la empresa, había sido apartado “por mandado superior y nunca por abandono (…) ni comportamiento defectuoso” y que legalmente debe ser readmitido, en el mismo centro y categoría.

 

La carta, posiblemente redactada por las jerarquías del sindicato vertical de Bembibre, termina con una curiosa fórmula dirigida al Ministro Secretario General del Movimiento: “La gracia que espera alcanzar de la rectitud y benignidad de V.E., cuya vida guarde Dios muchos años, en bien de la Patria”. Una fórmula retórica que seguramente no expresase los deseos del obrero comunista. Daniel García, una figura clave en la reconstrucción de la oposición democrática al franquismo.

 

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