En 1968, el año internacional en defensa de los Derechos Humanos, la España franquista se esforzaba más en atacarlos que en defenderlos. Mientras en Francia se libraba el famoso mayo del 68, en la comarca berciana se gestaba su particular movimiento contestatario.
1968 supone un cambio de ciclo tras un
periodo de conflictos localizados y de corta duración en el trienio 1964-67,
tras las oleadas huelguísticas de 1962 y 63. Manuel Ramos, minero en Matarrosa,
recuerda que en el 68, 69 y 70 “salíamos a huelga por año”.
Ahora los conflictos son más focalizados, pero
de más alcance y duración, con un mayor peso y dirección por parte de las
organizaciones antifranquistas, el PCE en Fabero y Villablino y la HOAC en
Matarrosa del Sil.
Durante el verano un campamento del Servicio Universitario del Trabajo (SUT) se instala en Matarrosa del Sil. Son seis estudiantes procedentes del distrito universitario de Valladolid. Forman parte de un grupo de 414 repartidos por la provincia. Combinan trabajo en la mina con un programa de extensión cultural y un informe sociológico.
Desde
el primer momento concitan los recelos de las autoridades franquistas, les
intentan prohibir realizar una obra teatral porque entre el plantel se
encuentran “elementos subversivos”. También traen órdenes directas del
Gobernador Civil de no acercarse al párroco de Matarrosa, Javier Rodríguez
Sotuela. Los estudiantes denuncian un exceso
de celo por parte de la guardia civil que los siguen de cerca. Este
estrecho control no logra impedir su participación en una huelga minera, lo que
precipitará su salida antes de terminar el programa.
En julio un amago de
huelga en Antracitas de Gaiztarro se cierra en falso y se reproducirá en
agosto. El 16 de agosto el relevo de la mañana del grupo Costillal, compuesto
por 150 mineros, se niega a entrar a trabajar y se concentran en la bocamina en
protesta ante el incumplimiento patronal.
A la cuenca del Sil se
desplaza ese mismo día un Inspector Técnico de Trabajo, el Delegado Comarcal de
Sindicatos y el Secretario Asesor. Estos se reúnen con los “aparentes portavoces”, una comisión
compuesta por mineros y dos estudiantes del S.U.T. Los estudiantes, que
pertenecen a grupos izquierdistas, asesoran a los obreros, les explican sus
derechos y como llevar a cabo sus reivindicaciones.
Las
negociaciones duran poco, las autoridades las rompen. Alegan la “imposibilidad”
del dialogo por la “irresponsabilidad de quienes hablan en nombre de los huelguistas,
la actitud de la masa allí presente y la postura rígida de la Empresa”. Los universitarios son requeridos en
el cuartel de Matarrosa y la empresa solicita su “salida urgente de la
comarca”, apoyados por el Sindicato Vertical.
La comisión obrera entrega
un documento con sus reivindicaciones de “carácter irreductible” para entrar a
trabajar, que redactan en el despacho del párroco. Especialmente denuncian la
falta de medidas de seguridad e higiene.
El
sábado comienzan los movimientos en el resto de grupos. El Centro parroquial es
el lugar desde donde surgen todas las iniciativas. Durante la misa del domingo
18, Sotuela hace un llamamiento a las mujeres para implicarse en apoyo a los
mineros. La guardia civil sigue de cerca a los trabajadores que se mueven por
los pueblos del Sil tratando de extender la huelga. El lunes 19 algunas
bocaminas aparecen sembradas de cebada y trigo. Al día siguiente, 1.170
mineros, la “práctica totalidad” de la plantilla, están en huelga según el
sindicato vertical. Los informes internos de la Organización Sindical Española
insisten en que es un conflicto “estrictamente
laboral”, pero “politizado” por
la intervención estudiantil y de Sotuela.
A la cuenca minera
llegan refuerzos de la guardia civil. Los estudiantes son expulsados por el
Gobierno Civil que los acusa de moverse en “la más pura ortodoxia comunista”
Las reuniones entre
empresa y autoridades se suceden. Los trabajadores designan una comisión
compuesta por 18 obreros. La situación se complica cuando Antracitas de Gaiztarro
despide a 200 trabajadores. Durante unos días la huelga parece flojear. La represión siembra dudas y
divide las fuerzas obreras. Al grupo Caleyo, además, llegan autobuses de
esquiroles. Javier Rodríguez se lo trasmite a las militantes del círculo católico
más cercanas. Por la tarde, las mujeres organizadas en grupos pequeños, para no
llamar la atención, suben desde Matarrosa hasta Caleyo con latas de Cola Cao
llenas de maíz y cebada. Cuando los rompehuelgas
salen de trabajar en la bocamina los
estaban esperando, les lanzan maíz y cebada mientras les insultan y les gritan:
“¡Pitas, pitas, pitas...!”. Los
esquiroles tratan de refugiarse en los autobuses, pero uno de ellos tenía las
ruedas pinchadas. Hasta la bocamina llega Sotuela, pero la guardia civil lo
echa. “¡Váyase usted a rezar el rosario!” le espetan. Las chicas son llamadas
al cuartel. De madrugada dos mineros cruzan traviesas de la vía en la bocamina.
Ese día nadie entra a trabajar, la huelga continúa.
El
miércoles 28 de agosto en Ponferrada se reúne la Junta de Conciliación Sindical.
A pesar de la ilegalidad, 18 trabajadores que forman parte la comisión obrera
elegida por los mineros participan en la negociación, que cuenta con el apoyo
de abogados. “Fue una negociación muy dura”, recuerda Antonio Bandera, miembro
de la comisión.
Finalmente se llega a
un acuerdo con dos partes, una pública y otra bajo cuerda. Es un pacto duro, difícil, con un paso adelante y otro
atrás. Consiguen las reivindicaciones económicas y la readmisión de los 200
despedidos a cambio del despido, con antecedentes penales, de los 18
integrantes de la comisión obrera. 6 de ellos son desterrados y se irán a la
provincia de Barcelona. Las represalias no terminarían ahí. A los despidos, se
añadirían otros castigos laborales, como asignación de tajos peligrosos a los
más destacados y descuentos salariales.
Durante
el mes de septiembre la tensión permanece por las cuestiones no resueltas y la
actuación de la empresa. El Gobierno Civil alerta en sus informes que en el
Centro Parroquial de Matarrosa se está llevando a cabo reuniones de “tipo
laboral y social”, por parte de “miembros que integran la Comisión nombrada por
los obreros de la Empresa”.
El alcalde de Toreno se
muestra preocupado, envía un informe al Gobierno Civil: “hay ciertas maniobras
en Gaiztarro que podrían conducir a un nuevo conflicto. He tenido una
confidencia de que si no se les paga tal como se había quedado en Ponferrada
irían a la huelga.”. Las autoridades sospechan que Gaiztarro utilizaría
subterfugios para reducir las cuantías.
La
dimensión que alcanzó el conflicto llegó a motivar una reunión extraordinaria
del Consejo Provincial del Movimiento. La presión sobre el párroco también irá
en aumento, la guardia civil lo sigue de cerca e incluso lo amenaza de muerte. Posteriormente
lo intentan procesar por “propaganda ilegal” cuando en Santa Bárbara sacan
pancartas reivindicativas en la procesión.
Sous les pavés, la plage (Bajo los adoquines, la playa) era la consigna más compartida en las barricadas parisinas. Quizás en la cuenca berciana la más acertada sería Sous les pavés, la mine (Bajo los adoquines, la mina). Una metáfora para una huelga histórica cuya repercusión resume Javier Rodríguez Sotuela: “Francia tuvo su ``Mayo del 68´´. Matarrosa tuvo ``AGOSTO´´ de 1968”.
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