Presentación

Nuestra historia, a modo de presentación

sábado, 5 de abril de 2025

Ángel Pestaña, El relojero anarquista. Un texto de Paco Ignacio Taibo II

Vamos con el tercer y último artículo de esta serie dedicada al berciano que ocupó la máxima responsabilidad en 1929 del principal sindicato en España, la CNT. Hoy, vamos a acercarnos a su figura desde la literatura. En concreto reproduciendo el capítulo “El relojero anarquista”, que nos hace un breve semblante de su biografía durante sus primeros (y duros) años de vida.

El texto corresponde al tercer capítulo del libro “Que sean fuego las estrellas” del narrador, periodista e historiador hispano-mexicano Paco Ignacio Taibo II ganador, entre otros galardones, del Premio Planeta en México. En él, hace un recorrido por el anarcosindicalismo en la Barcelona del primer tercio del siglo XX, una investigación rigurosa con una prosa cuidada, que lo convierten en un gran divulgador.

Son muchos los capítulos del libro en los que aparece, como los dedicados al diario que dirige el de Santo Tomás de las Ollas, el periódico "Solidaridad Obrera", popularmente conocido como "La Soli". Por eso, además de reproducirlo, aprovechamos para compartir el enlace al texto en PDF, por si alguno/a de nuestros lectores se anima a leerlo de forma completa:

https://www.solidaridadobrera.org/ateneo_nacho/libros/Paco%20Ignacio%20Taibo%20II%20-%20Que%20sean%20fuego%20las%20estrellas.pdf

A continuación, reproducimos el capítulo completo:

El relojero anarquista

Si uno quisiera trazar la vida del personaje ideal para contar estos tiempos, tendría la fortuna de topar con Ángel Pestaña, nacido el 14 de febrero de 1886 en un pueblucho cerca de Ponferrada, León, llamado Santo Tomás de las Ollas (una comunidad que habría de desaparecer), hijo de un obrero nómada y borracho que recorría el norte de España trabajando en la industria metalúrgica o en la minería.

A los siete años en conflicto con el alcoholismo de su padre, su madre los abandona llevándose a su hermana, a la que nunca volverá a ver. Ángel queda a cargo de su padre, analfabeto que no se preocupa por la educación de su hijo, pero que al menos es volteriano y le transmite su desprecio por los curas, cosa no menor en aquella España conservadora. Viviendo en una especie de permanente exilio económico que los lleva de Segovia a Béjar, de Canfranc a Castro Urdiales, de Achuri a Sopuerta a Las Barrietas, el padre tiene la idea de dejar a Ángel en casa de un tío que residía en Ponferrada. Se comprometió a enviar dinero para ropa y libros y el tío se haría cargo de la educación, algunos dirán que prepararlo para ser cura (idea poco compatible con la formación paterna). Sin embargo, el tío nunca envió a Ángel a la escuela; lo colocó de pastor. Huyendo de un borracho había ido a dar con un jugador y mujeriego que repartía escasa comida y muchos golpes, hasta que el muchacho huyó, refugiándose con su padrino, Tirso, el tamborilero de Santo Tomás. Terminó regresando a vivir con su progenitor para pasar más años de penurias y vagabundeo.

A los 11 años comienza a trabajar haciendo pequeños recados en las minas donde está ocupado su padre. A los diez años ya es minero. No asiste a la escuela más que unos días sueltos aquí y allá que le permiten aprender a leer. Su padre lo hacía leer en voz alta y le zumbaba cuando pronunciaba mal o se equivocaba (¿cómo lo sabría si era analfabeto?).

A los 14 años Ángel se queda huérfano al morir su padre de alcoholismo y una bronconeumonía. Hay registro de una agonía “de tres días en una habitación oscura”. Pestaña tiene que volver a la mina al día siguiente y además con una deuda de 27 pesetas. No tiene apoyo ni ayuda. “Nunca como entonces comprendí la ingratitud humana ni la dureza de sentimientos que crea la pobreza”.

A los 15 años, mientras trabajaba en una fundición de Sestao (Vizcaya), tiene su primer encuentro con las protestas obreras al participar en una huelga en defensa de la jornada de ocho horas. Salvajemente golpeado, irá a dar a prisión, donde permanecerá durante tres meses (a lo largo de su vida estará encarcelado por diferentes causas en cerca de 40 ocasiones). Conocerá la cárcel como una ingrata segunda casa.

Solo en la vida, Pestaña empieza a vagabundear por toda la cornisa cantábrica trabajando en los más variados oficios, desde la minería hasta (se dice) en una orquesta. Realmente hacía teatro los domingos en los pueblos con una compañía semiprofesional por Santander, Asturias, Burdeos, San Sebastián, como ayudante encargado del guardarropa.

Trabaja en la construcción del ferrocarril de La Robla, en la minería bilbaína, calderero en Fuenterrabía, peón de obras. No es de extrañar que con una juventud así fuera, como decía Maurín, “modesto y austero, [de] carácter ascético, retraído”. Si te machacan el alma, la rebeldía irá por dentro.

Nueva peregrinación en busca de trabajo. Cuando se encontraba en Guipúzcoa, laborando en una fábrica de espejos, se enteró de que lo buscaban por el proceso de Sestao y se fue a Francia cambiando de identidad: Ismael Nadal, alcoyano. Acabaría en Sète, en la costa mediterránea, de alpargatero.

Poco después, trabajando en la vendimia en Burdeos, conocerá a María Estés y vivirán juntos, María tiene ya una hija, Mercedes. Luego nace Josefina en 1906. De Francia, los cuatro miembros de la familia Pestaña pasan a Argel, donde se establecen, y Ángel inicia un nuevo oficio: relojero. ¿Quién le enseña? ¿Cómo aprende un oficio minucioso? Lee en esos años todo lo que cae en sus manos. “Confieso que mi formación cultural es deficientísima […], es caótica y desordenada”. Si él lo dice, lo será; pero no lo parece porque sabe muchísima historia, política contemporánea, ciencias sociales y, curiosamente, agrega, “he preferido siempre la literatura a la filosofía”.

En Orán en 1909 comienza a colaborar en la prensa anarquista, primero en Tierra y Libertad, luego en Solidaridad Obrera.

Estalla la Guerra Mundial, sale del Marruecos francés. “A causa del inicio de la guerra” desembarqué en la capital de Cataluña un día de mediados de agosto de 1914”. Lo primero que hace es conectar con Tierra y Libertad, luego con el sindicalismo cenetista. En aquellos años habría de confesar que le atraía más el anarquismo que el sindicalismo. Más allá de representaciones católicas, Ángel deriva del griego ángelo, mensajero. ¿Qué mensaje porta el recién llegado? Bajo el seudónimo Ángel P. Núñez se incorpora al Ateneo Sindicalista, “donde participará en debates encendidos sobre anarquismo y sindicalismo”. Se afilia al Sindicato de Relojeros, que no está dentro de la CNT; comienza a actuar en mítines, conferencias; luego se integra al Sindicato Metalúrgico.

Adolfo Bueso, que lo conoció en esos años, cuenta: “Pestaña era entonces un hombre joven, pero que parecía ya fatigado. Alto, flaco, de frente despejada, ojos castaños de comedida mirada, pelo negro y lacio, blanqueando prematuramente en las sienes. Afeitado de cara, descuidado en el vestir, para tormento de su compañera María. Su voz clara y su lenguaje correcto, sin amaneramientos ni latiguillos. En la discusión vehemente; en la conversación cordial y comprensivo. Al hablar tenía el leve defecto de aspirar el aire muy a menudo”.

Vivía desde 1914 en la calle de San Jerónimo con María y su hijastra Mercedes, Josefina y Eliseo (1916); Azucena, la peque que se ve en algunas fotos, nacería en 1919.

Afiliado a la CNT, Pestaña participa en el congreso internacional anarquista de 1915 en El Ferrol, donde se acuerda refundar el sindicato. Gracias a su conocimiento del francés, en 1916 traduce Las doce pruebas de la inexistencia de Dios, de Sébastien Faure. Interviene en la huelga de 1917, durante la cual será detenido. Tras una breve estancia en Zaragoza, regresa a Barcelona. Su prestigio en el movimiento crece en paralelo con su educación informal, su tesón de autodidacta.

José Viadiu, con el que colaboraría en varias aventuras periodísticas, diría que “era sobrio en extremo. La condición esencial era la tenacidad”. El tintorero Ricardo Sanz completaría: “Pestaña no fumaba, no bebía alcohol y tenía tal respeto por todo y para todo, que yo no lo comprendía”.

Los Pestaña vivían de manera muy frugal, muy cercana a la miseria, de su oficio de relojero y del trabajo de toda la familia: María, su esposa, era lavandera; la joven Mercedes trabajaba como sirvienta, y Josefina, su hija, como obrera.

Sanz narra: “Ángel me explicó los detalles de su taller. Me dijo que apenas si tenía tiempo para mirar los relojes. Claro está, siempre tenía que ir a donde era solicitado, frecuentemente para cuestiones de organización. Me enseñó varios relojes que tenía reservados en un pequeño cajón y me dijo: ‘Estos los reservo para arreglarlos en la calle de Entenza’ ” (donde se sitúa la Cárcel Modelo de Barcelona).”

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario