Del magisterio de la monarquía al de la República. Educación y analfabetismo en el primer tercio del s. XX
La localidad de Fabero cuenta con un museo llamado “La Escuela del Ayer. La pizarra borrada”. Viendo una imagen de su interior, cómo la que ilustra este artículo, no pasará inadvertido a las y los lectores la vidriera con la bandera tricolor de la república española. Entendemos que no es un hecho casual y posiblemente se trate de un guiño al gran impulso que vive la enseñanza durante el breve periodo democrático republicano.
La cultura en general y la educación en particular, serán aspectos en los que se palpe el esfuerzo modernizador de la II República de forma más clara. En la zona de Fabero las necesidades son manifiestas si atendemos a la carencia de infraestructuras, el gran absentismo escolar y analfabetismo existente en el entorno.
La escolarización no estaba extendida,
era interrumpida estacionalmente, marcada por los ciclos agrícolas y finalizaba
al llegar a los 12 o 14 años por la necesidad de conseguir un jornal en la
mina.
En 1930 la tasa de
analfabetismo en España se sitúa entre el 40 y el 45%. En la cuenca del Cua es
inferior, pero muy alta y con un claro sesgo de género. En Fabero el 35, 97% de
los habitantes son analfabetos, casi la mitad de las mujeres (48,99%) y un
cuarto de los hombres (24,68%). En Vega de Espinareda la situación es similar
con 36,64%, distribuidos en un 45,61% para las mujeres y un 27,43% en el caso
de los varones. En Berlanga del Bierzo los datos son mucho más elevados. Más de
la mitad de la población es analfabeta (54,92%), tres de cada cuatro mujeres no
saben leer ni escribir (73,62%) y un 31,64% de los hombres. Según los datos
provenientes de los registros electorales que nos ofrece Juan Manuel Martínez
Valdueza en su libro “Las elecciones generales de 1936. León y su provincia”.
Aunque quienes no eran
así calificados, la mayoría únicamente sabían leer, escribir y alguna operación
matemática. Fenómeno que no resulta extraño dados los escasos esfuerzos
gubernamentales y municipales para con la única escuela mixta existente durante
los años previos a la II República en Fabero.
A principios de los
años veinte la escuela faberense contaba con unos 50 alumnos. Había estado
dirigida por un maestro, Valentín Moradas, que además regentaba una tienda de
tejidos. Este fue expulsado “a pedradas” por las gentes del pueblo porque ponía
más atención a estos quehaceres que a enseñar, según Eloy Terrón. Ante esta
situación, remitirá la renuncia a su cargo ante el Rectorado, a través de la
Sección administrativa. Sería sustituido por otro docente de Otero de
Naraguantes, que si bien no era tan inteligente -según Terrón-, tenía mayor
dedicación.
La posición en la que
vive el personal docente en el municipio hasta la llegada de la República será
realmente precaria. La publicación educativa “Distrito Universitario” se
preguntaba en 1925: “Hoy Fabero, mañana… ¿Cuándo será el día en que los
ayuntamientos dejen de atropellar a esta clase humilde pero digna del
Magisterio?”. La cuestión no era baladí, el consistorio no proporciona casa al
maestro de Fontoria, ni dinero para que se pueda mantener. Esto se une a
retrasos en los pagos de nóminas y a la escasez de medios. El citado artículo
concluía con una nueva interpelación que puede contribuir a entender el porqué
de la situación “¿es que se cree [el ayuntamiento] que aquel maestro tiene solo
deberes y no derechos?”. En efecto, más que una profesión, la función docente
recaía más en un esfuerzo voluntarista.
En la vecina localidad de Vega de
Espinareda, además, existían Mutualidades Escolares, como las denominadas
“Infancia Previsora” (inscrita por Emilia Álvarez Velasco, el 8 de abril de
1927) o “Márgenes el Cua” (registrada en la misma fecha por Avelino López
Sabugo).
Los maestros de estos pueblos están
asociados en la “Liga de Maestros Nacionales del partido Villafranca de Bierzo”.
Una asociación que vivió no pocas turbulencias desde su creación en 1907. Tras
su primera legalización, vivirá una segunda en julio de 1920, liderada por
Froilán Alonso. Un hecho que se produce tras la conflictiva reunión el mes
previo cuando los maestros de Campelo, Vega de Espinareda, Fabero, Bárcena,
Fontoria y Lumeras, entraron en “actitud tumultuosa y agresiva” en una
asamblea, a los que se unieron otros de Villafranca, Corullón, Busmayor, Sésamo
y Espinareda de Vega”. Y una tercera, con el nombre de Asociación, con sede en
C/Campairo 2, de Villafranca.
En noviembre de 1934, “teniendo en
cuenta el aumento de la población escolar”, en el Pleno del ayuntamiento se
acuerda construir una escuela mixta en Fabero y otra en Lillo, a la vez que se
refleja la “necesidad y conveniencia de construcción de un grupo para tres escuelas
con una biblioteca ``popular´´” en los citados pueblos. Para emprender dicha
obra y dada “la pobreza del ayuntamiento” acuerdan pedir una subvención a la
Diputación por valor de 12.000 ptas. por grupo escolar.
Este esfuerzo para elevar el nivel de instrucción,
se complementará con las iniciativas sindicales como la biblioteca, ateneo o el
proyecto de “escuela racionalista” que el Sindicato Único Minero quiso
poner en marcha en Fabero y Páramo del Sil,
aunque creemos que sin éxito.
Con todo, el panorama educativo de la zona,
como el de la comarca, era desolador. En un próximo artículo analizaremos los datos
en El Bierzo y Laciana y, con la ayuda de un texto de Eloy Terrón, trataremos
de comprender sus “condicionamientos
sociales y económicos”.
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