Presentación

Nuestra historia, a modo de presentación

miércoles, 24 de enero de 2024

Entrevista a Amancio Prada. Servir al pueblo, 1981

Amancio Prada es el cantautor berciano más conocido y reconocido. Nació en Dehesas en 1949 y comenzó su carrera cómo músico en 1972. Desde entonces no ha dejado de componer y recuperar música y cancionero tradicional.

Hoy en “Nuestra Historia, El Bierzo y Laciana” recuperamos una entrevista que el periódico Servir al pueblo, órgano del MCE (Movimiento Comunista de España) le realiza en plena transición. En concreto en el número 158 (del 5 de febrero al 18 de febrero de 1981) del boletín de este pequeño partido de la llamada “izquierda radical” que tuvo una breve implantación en la comarca.

El contenido de la entrevista refleja el proceso de desmovilización y despolitización que se produce tras la transición y que afecta también al campo cultural.

Su música plasma la “indefinición” de quien se reconoce como “un cantante fronterizo” a caballo entre El Bierzo y Galicia. Además de un carácter popular que, según el dehesano, estaría desapareciendo por el retroceso del mundo rural que le dio origen y la influencia de la cultura estadounidense. “Somos un país colonizado. Política, económica, militar y culturalmente. Somos uno más de los Estados Unidos de Norteamérica. Somos una colonia. Esa es nuestra «música popular» de hoy” afirma en la entrevista. Una cultura que sería popular, siguiendo su idea, porque es conocida, pero no porque salga de las entrañas de los pueblos de España.

 

«Aquí no hay música popular»

 

“Empieza por decir que él es un cantante fronterizo. Nacido y criado en El Bierzo, la cultura gallega y castellano-leonesa se encabalgan en su persona y en su obra. «Yo reflejo —dice— esa indefinición». Y una cierta indefinición le atraviesa de parte a parte. Se reclama autor «intimista y lírico», pero no duda en reconocer a su obra una inevitable implicación política. Se rebela contra la canción «groseramente política», pero termina por argumentar su rebeldía con lenguaje político. Afirma: «Me encantaría ser muy comercial», pero se lanza de cabeza contra los desaguisados del comercio musical actual. La indefinición sólo se detiene radicalmente al borde de sus gustos musicales: «En realidad, yo canto siempre la misma canción, sólo que de diferentes maneras». Amancio Prada, uno de los cantautores más personales de nuestra música contemporánea, ha accedido a conversar con SERVIR AL PUEBLO sobre la situación de esa música y su visión de ella.

SERVIR AL PUEBLO. ¿Qué papel consideras que has jugado dentro de la canción llamada «comprometida». «protesta», «social», en estos últimas años? En qué medida te consideras parte integrante de ella?

AMANCIO PRADA.— Bueno, yo no creo que se pueda decir que haya formado parte de ese movimiento. Mis discos no han sido nunca políticos, salvo quizá el primero. Pero luego ya no.

Claro que mi música tiene una dimensión política y social, pero no pienso en eso cuando me pongo a componer. Yo me limito a cantar aquellos versos que me producen una emoción, sin pensar en su incidencia política. En otro tiempo si me la planteaba, cuando la dimensión política era la necesidad más apremiante; cuando los cantantes creíamos que la canción tal y cual... Yo no niego la necesidad y la conveniencia de una canción politice, quizá ahora más que nunca. Pero no de una canción politice de abstracciones, como siempre se ha hecho, es decir: cantar la Libertad, la Justicia, la Verdad, la Honradez, no-sé-qué y no-sé-cuantos, y estar en contra… no, yo hablo de una canción política en el sentido de una canción que analice aspectos de la vida cotidiana, que a fin de cuentas son los que…

Hay una canción política grosera, que quizá pueda ser útil, pero que no vale como arte, que es pueril. Puede ser bienintencionada, pero no basta. El arte no puede valorarse con criterios morales. Pero ahí está José Alonso, o Paco Ibáñez, que es gente muy buena, o Raimon.

S. AL P.-O María del Mar Bonet, o Lluis Llach...

A. P.—No, no, eso no es canción política. Ellos hacen más bien canción lírica… Claro que siempre puedes citar a la Guardia Civil en la introducción de una canción en un recital, pero no, eso es sólo una concesión a la galería...

S. AL P.—Entonces tu, no has estado ni te sientes en esa onda.

A. P. — Quizá yo he estado englobado en lo que la gente consideraba «canción protesta». Y ese tipo de canción puede hacerse, claro que sí…

Sin embargo, aquí todos los cantantes que antes hacían eso han renunciado ahora a seguir. haciéndolo. Desde Víctor Manuel hasta Raimon, todo el mundo parece haber renegado de aquello que antes parecía creer profundamente...

Yo no he querido nunca apoyarme en motivaciones políticas para dirigirme al público. Es muy fácil, cuando tú estás ante cinco mil personas en un escenario, hacer que levanten el puño y griten «¡Abajo la UCD!», eso está chupado. Pero, de tan chupado que está, a mí me da vergüenza. Si tienes un mínimo de honestidad. Si lo que tú pretendes es deleitar a la gente con tu arte, no puedes hacer eso, porque eso es aprovecharse de los recursos que tienes a tu disposición, de la superioridad que te da estar en el escenario, tener a tu disposición los micrófonos y los altavoces. Claro, tú dominas... Sin contar con que eso es predicar para convencidos, porque la mayoría ya tenía esas ideas antes de entrar a oírte. No sé, hacer una cosa así demuestra falta de pudor; para con uno mismo y para aquellas causas que pretendes defender. Yo creo que el mayor acto revolucionario que cabe hoy consiste en hacer bien lo que tienes entre manos; no chapucear. Sea un disco, un pan, o una entrevista...

S. AL P. -... ¿O una bomba atómica? ¿Una bomba atómica bien hecha es revolucionaria?

A. P.—Bueno... En realidad, esas cosas suelen hacerlas bien siempre.

S., AL P. —¿Cómo ves el panorama de la música popular actual en el Estado español? ¿En qué punto está el esfuerzo por investigar, sacar partido de las raíces culturales populares...?

A. P.— En realidad, no tiene sentido hablar hoy de música popular en el Estado español. Lo «popular», en el fondo, ha sido expresión de un modo de vida rural, y el escenario rural hoy en día está desapareciendo; es lógico que con él desaparezcan todas las manifestaciones culturales que le estaban ligadas. Sé ha producido una ruptura. Antes el proceso de popularización de una canción era espontáneo; ahora intervienen de modo muy determinante los medios de comunicación. De ese modo, lo popular ha dejado de ser espontáneo y libre, quedando condicionado por simples campañas de publicidad. Así que no tiene sentido hablar de “música popular”: todo puede ser «popular», a condición de que tenga una buena campaña de promoción. La cualidad de popular ha dejado ya de existir, convirtiéndose en un simple añadido exterior, artificial.

La propia música ha cambiado de función. Al principio era sencillamente un medio de expresión del autor y del cantante, y un medio de deleite del público. Luego las radios empezaron a convertirla en un intermedio para retener la atención entre dos anuncios. Ahora es la propia canción la que se he convenido ella misma en publicidad, como un anuncio en sí mismo: cuando se difunde una canción se hace como parte de un tinglado enorme, destinado a dar grandes beneficios a una empresa. Somos un país colonizado. política, económica, militar y culturalmente. Somos uno más de los Estados Unidos de Norteamérica. Oyes Radio Nacional y te preguntas cómo es que aquí no hablamos todos inglés: sólo radian prácticamente canciones en inglés. A mí me parece muy bien que se radie la buena música norteamericana, pero aquí no se radia esa música porque sea buena o mala, sino porque hay que anunciarla. Estamos en Europa. Pero no oímos música francesa, portuguesa, italiana, griega o alemana, sino música americana, bombardeada y metida en nuestras casas a diario... Somos una colonia. Esa es nuestra «música popular» de hoy.

S. AL P.—Háblanos de tu evolución de estos últimos seis años, desde «Vida e Morte» hasta «Leliadoura».

A. P.—Musicalmente, en cuanto a la forma, ha habido un enriquecimiento armónico que está plasmado en la instrumentación, siempre dentro de una formación de música de cámara, que es la que corresponde a un tipo de canción intimista y lírica como la que yo hago. En cuanto a los temas... Tanto los de Rosalía de Castro, como los de San Juan de la Cruz, como los de las «Canciones de amor y celda», como los del «Caravel de Caraveles», representan en realidad un único tema, canto, como quien dice, una misma canción de diferentes maneras.

S. AL P.—Precisamente, ¿No puede resultarse de ello una cierta monotonía en tu obra?

A. P.—No, no creo. A mí me parecen mucho más monótonas la mayoría de las canciones que se escuchan en la radio a diario. Están apoyadas en unos ritmos simplones, monótonos, sin ninguna complejidad, sin la menor variación de compás. Es un tres por cuatro desde el principio hasta el final; muy marcado, eso sí. Hay mucha gente que piensa que esa música es más rica, más variada, pero la realidad es todo lo contrario; es embrutecedora. Entonces, cualquier canción que exija un esfuerzo de reflexión, de atención para descubrir sus entrañas, provoca un rechazo. No se quiere oír. Yo pienso que el problema no está a menudo en la música misma, sino en la falta de desarrollo cultural e intelectual al que están reducidos muchos auditores...

La conversación se pierde ya por el pasillo, y Amancio Prada habla de la técnica audiovisual, y piensa en voz alta sobre la quizá inevitable muerte de los periódicos, y puede ser que también, por qué no, de la poesía. «Quizá tenga que ser así, vete a saber.»

(Entrevista realiza por J.O)

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