Las
fotografías aéreas que hoy presentamos vienen catalogadas como “Habitatges de
l'Obra Sindical del Hogar, a Toreno” y
pertenecen al fondo fotográfico digitalizado de TAF
Helicópteros, S.A (TAF: Trabajos Aéreos y Fotogramétricos). En la web de Arxius en línia se alberga el buscador de sus
fondos y otros dependientes del Departamento de Cultura de la Generalitat de
Catalunña. En él se pueden ver más de 64.000 imágenes. Algunas de
ellas pertenecientes a las comarcas de El Bierzo y Laciana. Matarrosa, Ponferrada
(el castillo, la ciudad y las obras y grupos de Endesa) o Villablino, serán
algunas que podemos ver y que en próximas entregas iremos presentando. Puede
accederse al catálogo en el siguiente enlace:
https://arxiusenlinia.cultura.gencat.cat/#/cercabasica/cerca
Además, aprovechamos para reproducir los extractos pertenecientes a Torneo de un reportaje de Carlos Fidalgo publicado el 16 de mayo de 2021 en El Diario de León bajo el título “El poblado de la torre de piedra y la malagueña que ha vuelto a ver a su madre”.
“El poblado de la torre de piedra y la
malagueña que ha vuelto a ver a su madre
Antracitas
de Gaiztarro y el Ayuntamiento impulsaron en 1956 la construcción de más de 700
viviendas mineras en Toreno y en Matarrosa, a la sombra del antiguo ‘palacio’
de los Condes de Toreno
Dos poblados mineros entrelazados por las vetas de Antracitas de Gaiztarro. Un mecánico que combatió por la República y huyó de Asturias para no ser represaliado. Dos hermanas de ojos claros, sus hijas, que caminan ocho kilómetros todos los sábados. La sombra de una torre de piedra. La huella de un conde ausente. Una pareja de septuagenarios que usa las botellas de plástico como invernaderos improvisados. Y un comerciante sentado en una vespa, con la corbata en blanco y negro.
Y hay más.
Un motero manco que fue picador antes de trabajar en otros oficios «de
titiritero» y que le da de comer macarrones y arroz blanco a sus gallinas. Once
mujeres de una misma familia, a punto de segar la hierba, encerradas en una
fotografía. Una niña con trenzas y su hermano pequeño sobre el lomo de un asno,
también atrapados por el paso del tiempo. Y una malagueña criada en el Bierzo
minero que atraviesa España con el final del estado de alarma para
reencontrarse, nueve meses después de su última visita, con su madre de 96
años, sana y salva en una residencia de Páramo.
Si la
historia de los poblados de Toreno y Matarrosa del Sil —los barrios que todo el
mundo conoce como ‘Las Obras’ y ‘Las Casas Nuevas’— fueran una madeja, estos
son los hilos de los que vamos a tirar. Y el hombre que nos va a ayudar a
hacerlo se llama Paco Vuelta y hace años que escanea viejas fotografías de los
dos pueblos para publicar una crónica visual del municipio de Toreno. Vuelta,
que de jovencito ayudó al investigador Francisco González a editar un trabajo
etnográfico sobre El habla de Toreno — «llevábamos una
grabadora que pesaba más que yo», recordaba ayer— repite ahora un paseo similar
por las dos barriadas mineras con el periodista, que solo lleva un bolígrafo y
una libreta.
Y el
recorrido comienza a la sombra de una torre medieval, en mitad de una pradera
cercada por un muro de bloques de cemento. Le llamaban ‘el palacio’ porque
perteneció a los condes de Toreno. Tiene una puerta fortificada con arco de
medio punto y «un tejado postizo» que sustituyó a las antiguas almenas después
de un incendio hace un siglo. «Hoy es un palomar, propiedad particular», dice
Vuelta antes de relatar cómo en los años cincuenta, cuando Toreno «era un
hervidero de gente, andaluces y extremeños» que venían a trabajar en el carbón,
el viejo torreón de piedra acogió a más de una familia ante la escasez de vivienda.
La situación
se volvió tan preocupante que la empresa Antracitas de Gaiztarro, la mayor de
la zona con 1.500 mineros en sus años de esplendor, y el Ayuntamiento, que por
entonces encabezaba el médico Manuel García Casas, se pusieron de acuerdo para
construir el poblado. «La única condición que puso Antracitas de Gaiztarro es
que sus mineros tuvieran preferencia a la hora de repartir las viviendas»,
asegura Vuelta, que trabajó durante 20 años en el economato de Alinos y otros
12 en las oficinas de la empresa.
El mecánico
de Gaiztarro
Para 1958 el
poblado Manuel García Casas —su nombre oficial es el de aquel alcalde— ya era
una realidad. Junto a las viviendas de planta baja se levantaron también
bloques de apartamentos de menos de cincuenta metros cuadrados como en el que
viven desde hace medio siglo la pareja de jubilados formada por Dolores García
González y Agustín Liete Da Nota. Agustín, que tiene 78 años y fue mecánico en
Antracitas de Gaiztarro, procede de una familia portuguesa de la zona de Braga.
Cuando se casó con Dolores ocupó una vivienda que ya es de su propiedad.
«Pagamos 15.000 pesetas, vaya si me acuerdo», afirma Dolores García. Cuando los
dos se encuentran con Paco Vuelta y el periodista, llovizna, y cobijados por
sendos paraguas, se disponen a caminar hacia la huerta y el gallinero que
tienen a las afueras con una bolsas llena de garrafas de plástico. «Mi hijo las
corta por la mitad y las coloca sobre los tomates para que no se hielen»,
cuenta Dolores, que parece contenta.
-
¿Y qué tal
viven aquí?
Cerradas
todas las minas de carbón, Toreno cuenta ahora con la mitad de la población que
tuvo en su momento de mayor expansión, cuando rondó los siete mil habitantes.
Pero Dolores García no se corta a sus 70 años.
«De puta
madre, hablando en plata», responde con espontaneidad. Y como el periodista no
puede evitar una corta carcajada, añade. «Tenemos nuestra pensión y aquí
estamos tranquilos. Si digo lo contrario, miento, pero no ponga lo de ‘de puta
madre’, que queda feo», se arrepiente. Al final, el periodista la convence para
que no se moleste cuando lea el periódico.
En otro
bloque de pisos, las hermanas Nieves y Susana Iglesias están a punto de entrar
en la casa donde vive la primera, vestidas con ropa deportiva después de su
paseo de los sábados. Son dos de los 11 hijos de Rodrigo Iglesias, ex
combatiente republicano que emigró de Mieres después de la guerra —y de pasar
por dos campos de prisioneros y la Legión para ‘limpiar’ su expediente— por el
miedo a sufrir represalias. Rodrigo fue mecánico, sobre todo, en la mina de San
Luis, pero se le daba tan bien que a menudo le llamaban de otras explotaciones
para sacarles de un apuro. «Era un manitas», recuerda Susana, el pelo rojo, los
ojos claros, cuando rememora el día en que su padre le arregló la cintra
transportadora a Antracitas de Gaiztarro.
Recién
llegado de Asturias, Rodrigo Iglesias conoció a Amelia Díez, poco más que una
adolescente de San Pedro Mallo, en la mina de San Luis, donde ella acarreaba
cestas. Y su historia de amor comenzó con unas «notitas» que Rodrigo le hacía llegar
a Amelia. ‘Me gustaría hablar contigo —le puso en una—. Si es que sí, me envías
una flor’. Y Amelia le envío una flor amarilla sin que Rodrigo supiera que «el
amarillo significaba calabazas», cuenta Susana. Y el periodista la imagina
sonriendo —los ojos le brillan— debajo de la mascarilla.
El
hilo del poblado de ‘Las Obras’ nos lleva ahora a la carretera principal que
conduce a Matarrosa. Allí posó, en torno a 1957, el comerciante Eugenio —en
Toreno todo el mundo le conocía por Geni, pero Vuelta no recuerda su apellido—
en una foto en blanco y negro donde se aprecian ‘Las Obras’ del poblado en
construcción. Y Geni, que tuvo tienda de ultramarinos «donde vendía de todo», y
moriría años después en un accidente de tráfico, se fotografiaba aquel día con
traje y corbata a lomos de una vespa que «no era suya», comenta Vuelta. Las
familias que iban a habitar aquellas casas, sin duda, eran los futuros clientes
de su próspero establecimiento.
(…)”
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