“Estoy contesta de estar aquí porque me recuerda nuestros años de juventud cuando por este camino pasábamos a las 7 o las 8 de la mañana a trabajar a la mina de la plata. Qué tiempos aquellos quien volviera a encontrarlos…” Así empieza esta entrevista a 5 mineras de Santa Marina de Torre.
La grabación fue realizada por el ENE Museo de Ponferrada el 14 de marzo de 2014 y se puede consultar completa aquí.
En el canal del
museo podemos encontrar otras a mineros de Fabero o un trabajador ferroviario.
En la web (http://lafabricadeluz.org/iper/ ) también se
puede acceder a fotografías y documentos que nos permiten reconstruir Nuestra
Historia, la de Laciana y El Bierzo.
En 2021
publicamos el artículo “Mujeres mineras
en El Bierzo”
en el que contábamos un poco la historia de las grandes olvidadas, hoy nos
proponemos escucharlas directamente.
La entrevista
recoge preguntas sobre la historia de estas obreras, sus hábitos de vida, de
higiene, el ocio o la sociabilidad. Como Guiana se las hacía a su abuela Libertad
Aurora en la novela corta “La línea” del libro “¿Dónde está nuestro pan?” del
escritor Abel Aparicio, quizás la obra que más ha contribuido a visibilizar el
trabajo de las mujeres mineras en los últimos años.
Ellas también
dejaron los mejores años de su vida en la mina. Cómo explica una de las
protagonistas de la entrevista: “Pasamos muchas calamidades, pero también lo
pasábamos bien”. Quien recuerda que los de la cara negra, también fueron las de
la cara negra. “Cuando salíamos de la mina no sabíamos si éramos blancas o éramos
negras”.
Una de las
constantes de las entrevistas a mineras es el compañerismo y las bromas de
trabajo, incluso a sus colegas varones. Desde atarles los pantalones de la
funda a los mineros a llenárselos de piedra. Comportamientos que forman parte
de esa cultura obrera en que el humor es una medicina para sobrellevar las
dificultades de la vida. Entre ellos también el cantar, cómo recuerda una
minera “Cantábamos mucho”.
En el vídeo
estas mujeres obreras relatan su trabajo, como cribaban el carbón y lo
seleccionaban. Una dura labor por la que les “pagaban una miseria” a pesar de
largas y penosas jornadas: “Estábamos día y noche trabajando (…) Dónde no
metían a los hombres metían a las mujeres”, relata una de ellas.
Las estrecheces
económicas se sortean entre el ingenio y la deficiente alimentación. Las
obreras llevaban de merienda “patatas fritas con cebolla, para que no se
pusieran duras”. “Éramos tercermundistas, cómo esos niños que se ven por ahí”
explica otra.
“Trabajábamos en
la mina, trabajábamos en el campo, trabajábamos lavando”. Las mineras son
conscientes de la doble o la triple tarea a la que se enfrentan las mujeres de
clase trabajadora. Cuando terminan la jornada laboral tienen que hacer frente a
multitud de tareas, preparar la comida, lavar y coser la ropa o limpiar la
casa. En cambio, “ellos, iban a la mina y manos limpias, iban 14 para el bar y
no se preocupaban”.
La vida laboral
de las mujeres era intensa pero corta en la mayor parte de las ocasiones, una
etapa intermedia entre el abandono de la infancia y el casamiento, en su mayor
parte con mineros. “Todas salíamos de la mina para casarnos” apuntan, mientras
recuerdan que les daban 5.000 pts. a modo de finiquito.
Las risas, la
vitalidad, la alegría de estas mujeres obreras forman parte de la cultura y la
historia obrera de la comarca. Estas “hijas de la derrota” cómo se autodefinía
Libertad Aurora en la antedicha novela de Aparicio, todavía tienen mucho que
decir, y nosotros, mucho que escuchar para poder contar.
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