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Nuestra historia, a modo de presentación

miércoles, 22 de febrero de 2023

23-f de 1981. El día de las hogueras en las casas de los sindicalistas de El Bierzo y Laciana

El 23 de febrero de 1981 se celebraba la votación para la investidura de Leopoldo Calvo Sotelo cuando Antonio Tejero asalta el Congreso y Jaime Milans del Bosch, directivo de MSP y militar, decreta el estado de excepción y despliega tanques en Valencia. Lejos del epicentro del golpe de Estado es la noche de los transistores y las hogueras en la casas de los sindicalistas de El Bierzo y Laciana. 

José Rodríguez, ex secretario provincial de CCOO, quema las agendas que tenía “porque me quedé yo aquí sólo en Laciana” y José Ramón Vega, otro sindicalista de CCOO en Calderón, recuerda que “la mujer me quemó todo en la huerta”. Estos son 2 de los testimonios que hemos recopilado en distintas entrevistas con algunos de sus protagonistas que junto con el reportaje “¿Dónde estabas tú el 23F? Del interior del Congreso al sindicato, las historias de cuatro bercianos”, publicado por Sara Martínez en Infobierzo en 2018, nos sirve para ilustrar este artículo.

Los representantes de los trabajadores y aquellos más significados viven las noticias que llegan de Madrid entre el miedo y la incertidumbre, y tratan de desprenderse de cualquier documento que les pueda incriminar.

Manuel Lastra, secretario comarcal de CCOO en Laciana, se encuentra en el sindicato.  “Aquel día no nos daba la risa para nada”. “Yo estaba en el sindicato cuando me llamó mi hermano (…) y me dijo que estaba oyendo la radio (…) y me dijo lo que estaba pasando en el parlamento, que estaban los diputados por el suelo.” La dirección del sindicato lo llama para que ponga a buen recaudo los archivos.

En Ponferrada el ferroviario José Leira Reguera se encarga de guardar las fichas de los afiliados al sindicato para evitar exponer sus nombres en caso de que triunfe la asonada militar. El trabajador de MSP y dirigente de la Federación Minera Julio Díaz Marcos explicaba a Infobierzo la incertidumbre con la que seguían las noticias, pues temían que “si el golpe se materializaba tendrían que irse de España porque a los primeros a los que vendrían a buscar seríamos nosotros”.

Honorino de la Concepción Gabriel trabajador de Antracitas de Fabero también lo vive “con mucha inquietud, porque si eso sale adelante volvemos al 36”.  El minero lillego valora que “los que les habían dado a nuestros padres por el culo, nos iban a seguir dando a nosotros (…) fue jodido”. Tan jodido que Florentino Quiroga, otro sindicalista faberense, recuerda que estaban “Acojonaos”. Y, al igual que en la capital de Laciana y de El Bierzo, él y Juan Vera van a un huerto y entierran “el fichero del sindicato metido en bolsas de plástico y lo tapamos con abono”.

Cómo dirigentes saben que están en el punto de mira: “éramos cabezas visibles para la extrema derecha, recuerdo mucha tensión y la música militar en la radio”, explica Quiroga. Estos militantes tienen una doble militancia que es un objetivo claro para los golpistas, a su condición sindical añadían su militancia en el Partido Comunista de España.

A pesar de todo, Julio Díaz Marcos desconfiaba del modus operandi del golpe y lo considera una maniobra para legitimar a una monarquía que cuenta con pocos apoyos: “yo sabía que tenía que fracasar por narices, desde el primer momento comprendí que era para proteger y consolidar al rey”.

En repulsa al fallido golpe de Estado CCOO y UGT convocan una huelga general de 2 horas para el día 24 con un seguimiento desigual, cómo también lo serán las manifestaciones a favor de la democracia y frente a los golpistas. El alcalde comunista de Villablino, Manuel Barrero, recuerda que “contrariamente a lo que cuentan los que tocan de oído tampoco congregó a una multitud. Apenas unas doscientas personas”, en una “noche de perros”. El hecho es bastante ilustrativo de lo que después sucedió.

El 23-F coloca al movimiento sindical por segunda vez tras la muerte de Franco a la defensiva. Si la imposibilidad de imponer la ruptura unida a la crisis provocó que se sumasen a negociar la transición y apoyar los Pactos de la Moncloa, el golpe de Estado sitúa a CCOO en la disyuntiva “libertad o fascismo” y las tareas del presente pasarían por la “unidad de los demócratas”, postergando para el futuro “la unidad de los que estén por el socialismo”, proponiendo un “Gobierno de unificación” y acercando el acuerdo con UGT y el gobierno, salarios a cambio de empleo y libertades. En junio firman el Acuerdo Nacional de Empleo (ANE) que marcará criterios sobre política socioeconómica, moderación salarial y contratación temporal más flexibles. El fantasma del Pacto Social que la dirección de CCOO llevaba años tratando de alejar, se acercó tras el golpe de Estado disciplinador que era un síntoma de que la democracia no está consolidada, cómo analizaban desde el sindicato.

La Federación Estatal Minera de CCOO analizará después que la derechización de la política de UCD con Calvo Sotelo y la crisis de UCD es la “expresión tangible de la apuesta de la oligarquía y los poderes fácticos, por instalar la bipolarización de la vida política española que pasaría por aislar a los sector centristas de UCD y fomentar a la oposición conservadora en torno a AP a ·falta de otra más homologable con los partidos europeos de dicha orientación”.

Los mineros de CCOO critican la “política exterior atlantista” de UCD y “la aplicación regresiva del título VIII de la Constitución sobre el Estado de las Autonomías, reflejada en la LOAPA, fruto del pacto UCD, PSOE.” Además de una política económica “acorde con los intereses del gran capital”. Denuncian la reconversión industrial y las políticas tendentes a privatizar las “áreas más rentables de la seguridad social”.

El golpe revivió fantasmas del pasado en las comarcas mineras, y aunque no triunfó en sus objetivos declarados, supuso una vacuna para las principales reivindicaciones del movimiento obrero y las organizaciones que habían liderado la lucha antifranquista. Se estrechan los límites de lo posible, se aprueba la LOAPA, el PSOE apoyará el ingreso en la OTAN, se legitima a la monarquía cuestionada por partidos de izquierda, se pone fin a procesos de búsqueda de desaparecidos de la dictadura y se consolida la impunidad social para el franquismo, convirtiendo, de nuevo, el miedo en uno de los ejes más activos de la vida pública.

 

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