Como
apunta en su página de Facebook la fundación, el Accésit Testimonio Histórico
fue para Alejandro Martínez Rodríguez por MARÍA, LA MADRE DE TODAS LAS HUELGAS.
Un relato sobre el inicio de la huelga de 1962 en el valle de Laciana, y por
tanto, en la provincia de León.
Aunque
podemos afirmar que es una coincidencia, pues la publicación de este relato ya
estaba planificada de antemano, aprovechamos la casualidad como motivo para
reivindicar que la musealización de estos espacios industriales no pueden
olvidar a uno de los elementos centrales que le hicieron ser el espacio icónico
que hoy son, el movimiento obrero.
El resto de relatos premiados se pueden consultar aquí:
“María, la
madre de todas las huelgas
El maíz es el
alimento de las gallinas y yo no soy un gallina, pensó cuando vio la plaza del
pozo llena de maíz y le espetó a su compañero. ¡Hay que parar! ¿O qué somos pitas?.
-¡Calla, oh!,
Que paren otros, que nos van a moler a palos en el cuartel de Villablino.
Hace días que
las vagonetas salen pintadas con tiza: “O nos aumentan los salarios, o nos
unimos a los asturianos”. Al norte de
la cordillera cantábrica llevan casi un mes en huelga y en Laciana la situación
se vive entre el miedo y la expectación, todos quieren parar, pero nadie quiere
ser el primero.
La noche del 4 al 5 de mayo de 1962 fue
larga para los militantes comunistas del Pozo María. Una mezcla de miedo y
emoción, a partes iguales, recorre su cuerpo. Una arriesgada acción con la que
estaban a punto de hacer historia. Con esta preparamos la madre que la parió, dice
Aníbal a Tomás y Belarmino mientras siembran cereal entre escombros y
estériles.
El
maíz brilla con los primeros rayos de sol, es un piquete informativo mudo pero
tremendamente ruidoso. En el cuarto de aseo nadie habla pero todo el mundo
entiende. Las miradas son penetrantes,
no matan, pero paralizan.
Cago en dios,
que nos muelen, que nos muelen a palos, murmura el minero entre dientes, como
masticando las palabras. Calla la boca y
tira la lámpara al montón, que no
somos pitas, balbucea insistente su compañero.
La sirena
suena pero ningún minero la escucha. Las lámparas se apagan sin haberse
encendido. El eco de las voces de los obreros resuena a pesar de su silencio. La
tensión contenida estalla, el tiempo detenido se acelera. La percha no baja, el
carbón no sube, la jaula no baja. La adrenalina recorre el cuerpo de los
huelguistas. Un respiro de alivio el de los sembradores, que ven su cosecha
crecer. La radio local anuncia el Estado de Excepción en un país en el que
ya era la norma. “En la cuenca minera de Villablino se
respira un ambiente extraordinario”, anuncia una carta con destino a otra
radio, La Pirenaica.
La fuerza
pública se mueve para evitar el paro. Los mineros han decidido parar, y sin embargo, algo se
mueve. Los esquiroles quieren trabajar, los de las chaquetas vagas les quieren ayudar, las mujeres se lo quieren
impedir. Cada contracción acerca el parto.
El 2 de mayo el Real
Madrid pierde la final de la Copa de Europa contra el Benfica. El 5 los mineros
de María paren una nueva huelga. El 7, para todo el valle de Laciana. Una
explosión por simpatía que, en Franco y su dictadura, produce una enorme
antipatía.
Mayo es el mes
de María. El mes de la luz. El mes de las flores. El mes del deshielo. El mes
en que la vida brota. En mayo María baja de los cielos. Sin embargo, ese año en
la España nacional católica, María no bajó de los cielos, subió de la mina. La
madre de todos, con pecado original y con dolor, parió a aquella criatura tan
hermosa. La madre de todas las huelgas.
En
ocasiones, de lo más oscuro sale lo más brillante y de lo más silencioso, un
grito atronador.
Ese mayo dio a la luz
una huelga silenciosa que hacía florecer las esperanzas de una España mejor.
Tienes razón compañero, no somos pitas.”
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