Durante los años de postguerra las cuencas mineras experimentan un gran crecimiento a raíz del boom que vive el sector. La afluencia de inmigrantes para trabajar en las minas, hace que nos encontremos con una población joven. Sin embargo, el crecimiento que experimentan los pueblos mineros no va parejo a la creación de servicios públicos que absorban las nuevas demandas.
Villablino, el municipio minero más grande de León, con 15.000 habitantes en 1958, el doble que 20 años atrás, es un ejemplo de ello. La población infantil se eleva a 4.977 personas en todo el valle. Sólo en la cabecera son 1.263 niños y niñas de 0 a 14 años, en Caboalles de Abajo 785 y 1.140 en Villaseca.
La población
escolar, entre 6 y 14 años, ronda los 2.383 en 1959 (llega a 2.723 en 1963),
desenvolviéndose en las 45 aulas que existen en todo el ayuntamiento. Villablino,
en palabras de su alcalde, Manuel Barrio, acusaba un “gravísimo problema de
enseñanza primaria”, que debería ser abordado “con toda urgencia”. Los locales
donde se imparte clase son “totalmente inadecuados, insalubres y de condiciones
higiénicas muy deficientes”. Además, existe un déficit de 35 aulas educativas,
según el Ministerio de Educación, que se incrementarían hasta 41 en 1964. Datos
alarmantes teniendo en cuenta que se calculan para unos ratios de 40 alumnos/as
por aula.
Un problema que
debería ser abordado “con toda urgencia” mediante “un amplio plan de
construcciones escolares”. Las demandas de las autoridades locales van a ser
constantes, también las denuncias y reivindicaciones por parte de la oposición,
a través de la Pirenaica o de las
reivindicaciones de las comisiones obreras en sus escritos.
La MSP incumplía
la ley de construcciones escolares, a pesar de que el 81,44% de los niños y
niñas (4.053 frente a 924 del resto familias) eran hijos e hijas de
trabajadores de la empresa y el Ministerio de Educación se ofrecía a
subvencionar el 20% de los costes, que sería deducibles en el Impuesto de
Sociedades y los edificios serían de su propiedad. En Laciana sostiene únicamente dos escuelas de
niñas en Villaseca y otra en Villablino, en un “local alquilado y totalmente
inadecuado para albergar una Escuela”. La legislación recoge que “las empresas
mineras que cuenten con una población escolar superior a treinta niños vendrán
obligadas a construir Escuelas y viviendas para maestros”.
En 1958 el
ayuntamiento se dirige a las jerarquías del régimen recordando la
“obligatoriedad para la empresa [MSP] de solucionar el problema escolar por
ella originado”. Pues su labor era “poco menos que nula”. A pesar de esas reclamaciones y de los
requerimientos de otras autoridades, la
Minero no cumple con sus
obligaciones.
En ello pesa la
autoridad de Marcelo Jorissen, El Belga,
quien afirmaba que la empresa debía “abstenerse” de cualquier “actuación que no
sea de orden laboral”, incluidas las religiosas, tan promovidas por el régimen.
Hacía años que el director de MSP rechazó la misión confesional de los jesuitas
en Ponferrada afirmando que a los obreros no hay que “tratarlos así sino con
látigo”.
A la altura de
1963 existen 54 aulas educativas repartidas por todo el Valle. Nueve aulas
privadas, pertenecientes dos a las Hermanas Mercedarias de la Caridad, 2 a la
Fundación Octavio Álvarez Carballo, una a la Fundación Álvarez de la Puerta y únicamente
cuatro de la MSP. Durante esos años la Diputación había construido 6 escuelas y
viviendas en Villaseca y Caboalles de Abajo. Y el ayuntamiento dos en Caboalles
de Arriba.
El sistema
educativo perpetúa la división entre vencedores y vencidos, contribuye a la
reproducción de una élite dominante. Años después de la guerra civil, en el
acceso a los estudios y becas se privilegia a los afectos al régimen, o quien
pueda pagárselos. A la escasa oferta educativa se le unen las dificultades para
acceder a una ayuda. En estas circunstancias, las posibilidades de promoción
social de los hijos e hijas de la clase trabajadora son escasas. No es casual,
que entre las reclamaciones de la primera comisión obrera de la MSP estuviese
el cumplimiento de la Ley de Construcciones Escolares.
A comienzos de 1963, la recién creada comisión, en
representación de “todos los productores asalariados de la Empresa”, envía una
carta al Ministro de Trabajo con sus reivindicaciones sociolaborales. El 30 de
enero consiguen sentar en una mesa a las jerarquías del Sindicato
Vertical para discutirlas
en Villablino. Aunque no constaba en los puntos del día, los mineros
exponen que existen “4.977 niños en edad escolar”, no existiendo apenas
escuelas y las que existen con unas condiciones higiénicas y de salubridad
nula. Cómo en anteriores estudios, se cifran en 35 las escuelas y viviendas
necesarias en el Valle.
Juan Sánchez Calero y Arturo Ávila Gallego, representantes del Sindicato
Vertical asumen estas reivindicaciones cómo “razonables” y se comprometen a
remitirlas al Ministro de Trabajo. El resultado, cómo las anteriores gestiones
se vislumbrará de forma más lenta. Al fin y al cabo, la empresa no necesita jóvenes
formados, necesita únicamente mineros.
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