Presentación

Nuestra historia, a modo de presentación

miércoles, 12 de agosto de 2020

Joaquín Suarez, el mártir de los mineros de Fabero

26 de abril de 1980. Sábado. Podía ser un día más en la cuenca de Fabero. No lo fue. Podría haber pasado a la historia como el día siguiente del fin de uno de tantos encierros mineros. No fue así. Ese día quedará marcado a fuego, en rojo y en negro, en el calendario de luchas de la cuenca antracitera berciana. Ese día Joaquín Suárez, minero, asturiano, militante de las CCOO, se prendió fuego frente al Ayuntamiento de Ponferrada para reivindicar la libertad de otros compañeros.

Fallecería un domingo 1 de junio, apenas unas semanas después, en la unidad de quemados del Hospital de Baracaldo. Su cuerpo no resistió las quemaduras. Dos días después, el cementerio de Mieres, en la cuenca central asturiana, sería el escenario multitudinario de la despedida, a quien permanecería ya cómo un mártir, poco recordado, poco reconocido, pero al fin y al cabo eso: "una persona que muere o sufre grandes padecimientos en defensa de sus creencias o convicciones".

¿Que es lo que sucedió? Volvamos un poco más atrás.

El 19 de abril de 1980, se produce un encierro en el grupo Jarrinas de de Antracitas de Gaiztarro en Lillo del Bierzo. 32 trabajadores se encierran en la mina en protesta por desavenencias por el pago de los destajos y el traslado de un grupo de mineros a una “zona de castigo”, con bajas remuneraciones. En su mayoría son miembros de CCOO que habían mantenido enfrentamientos con la empresa, que los aparta y concentra para que no creasen “follones” en otros sitios.

En su protesta retienen a tres ingenieros y facultativos de minas. Esta práctica frecuente en el combativo sector de la antracita berciana motivó una denuncia del Colegio de Ingenieros de Minas del Noroeste por “presunto delito de secuestro”, lo que rompió las negociaciones.

Finalmente se desbloquean cuando el 22 de abril, cómo gesto de buena voluntad, los encerrados, canjean a los ingenieros por los secretarios provinciales de CCOO y UGT, Fermín Carnero y Casimiro González, y el diputado del Grupo Mixto Andrés Fernández. La situación es tensa por la falta de avances en la negociación, CCOO trata de promover una huelga general en la zona y un grupo de mujeres paraliza la cinta de carbón en Escandal, también de Gaiztarro. Finalmente se llega a un acuerdo que pone fin al encierro.

Sin embargo, ahí no acaba la cosa. Algunos mineros son detenidos y trasladados a Ponferrada. La noticia corre cómo la pólvora y desde Fabero vecinos y mineros comienzan a trasladarse hacia la capital de El Bierzo. Ante la marea de coches la Guardia Civil corta las carreteras para impedir que sigan bajando más personas, pero un grupo numeroso ya se encontraba en la plaza del ayuntamiento.

Allí trasladan detenido a Octavio Quiroga, de la ejecutiva de la Federación Estatal Minera de CCOO, que se había entregado voluntariamente al conocer que estaba en búsqueda y captura.

El ambiente es cada vez más tenso, la policía trata de desalojar a los manifestantes y en ese momento Joaquín Suarez, minero de Hijos de García Simón, se rocía de gasolina y se quema a lo bonzo.

El trabajador se lanza contra el cordón policial, sus compañeros lo apagan, el desconcierto se apodera de la plaza, el minero se niega al auxilio de los cuerpos de seguridad: “que estos hijos de puta no me toquen”. Finalmente una ambulancia lo traslada al hospital.

Tras el desconcierto inicial la tensión contenida se desata. José Antonio López, “Mister”, testigo de los hechos, lo relata así en el libro de la Federación Minerometalúrgica de CCOO de Castilla y León: “en el momento en que lo llevan, pues aquello estalló. Estalló, empezamos a palos, y los soltaron (...) En aquellos momentos, ya llegó una orden de que los soltaran, los soltaron. (…) casi los sacaron del calabozo a empujones”.

Los mineros detenidos finalmente no fueron procesados, una prueba de que la justicia depende de los equilibrios de fuerzas. Una detención que los trabajadores consideran una provocación, una decisión “muy política” del gobierno de la UCD. Con ellos intentaron realizar una acción ejemplarizante que terminó en tragedia, el miedo a nuevas movilizaciones y un aumento de la conflictividad hizo que las autoridades finalmente desistieran del procesamiento. Especialmente en un contexto de movilizaciones cómo la histórica huelga de los mineros de Crimedesa en Burgos.

Desde luego un episodio duro, trágico, que 40 años después conviene recordar. Aunque cómo explica Quiroga  sean “historias que te acuerdas y después te joden”.

 

 

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