Presentación

Nuestra historia, a modo de presentación

viernes, 29 de noviembre de 2024

La represión a la revolución de 1934 en Laciana y El Bierzo, informe de Félix Gordón Ordás (I)

La revolución de 1934 tuvo un gran impacto en estas comarcas mineras. Tras el control del movimiento, nos encontraremos una represión selectiva hacia los trabajadores, tanto en el plano judicial como laboral. Así como la ilegalización de las organizaciones e instituciones obreras. Tal y como ya se había vivido en la insurrección de 1933 con epicentro en Fabero.

La fuerza pública controlará todo El Bierzo entre el 9 y el 10 octubre, llegando a Laciana el 11. A partir de este momento, las detenciones se cuentan por cientos. Se practica “una represión selectiva, en la que se buscaba castigar a un gran volumen de personas privándoles de libertad durante meses”, aunque algunos posteriormente sean absueltos, como explica el historiador Alejandro Rodríguez.

En algunos casos, como el del minero José Guerra, residente en Toreno, detenido por los hechos acaecidos en Santa Marina, serán ejecutados a los pocos días.

Las difíciles condiciones de los privados de libertad, los llevará a protagonizar huelgas de hambre como la que tuvo lugar en la cárcel de Ponferrada. Algunos detenidos, liberados a los pocos meses, serían apresados de nuevo y sometidos a fuertes palizas que acabaron incluso con su vida, como el caso de Emilio Moldes.

Este proceso represivo será trasladado a la esfera laboral. Tras la revolución de Octubre, la patronal aprovechó la oportunidad, con el beneplácito del gobierno para despedir de sus empresas a los obreros que simpatizaban con las ideas revolucionarias, incluso de forma preventiva, en una suerte de revancha patronal.

El diario “La Democracia” recogía en su edición del 13 de octubre, que “solo quedará como nota destacada los que han sido despedidos al presentarse nuevamente al trabajo y los detenidos, muchísimos de ellos acusados simplemente de coaccionar o haberse reunido ilegalmente”.

Un ejemplo cercano de la actuación de estas empresas lo tenemos en las directrices internas elaboradas por la MSP. Marcelo Jorissen envía instrucciones por carta a sus subordinados en Laciana en las que dicta que “únicamente podrá ser conservados en sus puestos los individuos imprescindibles y en el menor número posible (…) Si pudiera ser convendría que trabajase solamente los que hayan observado mejor conducta.” Mineros destinados a labores principalmente de conservación “hasta averiguar cuál fue su actitud durante la huelga revolucionaria”. Además las empresas elaboran listas negras: “nuestro fichero especial”, en palabras del directivo caracterizado por su carácter represivo.

El comandante de la Guardia Civil, el denominado “Sr. Doval” visitará el 12 de noviembre Fabero para “la gestión de desarme de estas cuencas mineras”. Las fuerzas públicas se concentrarán en la localidad durante un largo periodo.

La libertad de los presos políticos y sociales dio lugar a una campaña de firmas por su liberación, que recorrió todos los puntos de España, incluso los más recónditos. Martirios fue la palabra con la que el ex ministro de Industria y Comercio y diputado por León alzó la voz en el Congreso de los Diputados, Félix Gordón Ordás, por la liberación de los revolucionarios y frente a las torturas, para lo que exigió una comisión parlamentaria que fue desoída por la mayoría conservadora de la cámara. Tras ella denunciaba la situación de presos bestialmente machacados a golpes”. Algunos como Eusebio Ferrero, de Bembibre, sufrierongolpeaduras tremendas”, también señala que “fueron casos salientes de esas palizas Nemesio Pascual y Daniel Huerga Merayo”. El leonés apunta “que en la República española ninguna autoridad legítima puede salirse impunemente de los cauces de la justicia y de la ley.

En su investigación “La represión de la Revolución de Octubre. Informe de Félix Gordón Ordás, ex ministro de la República y diputado en Cortes por León” recoge testimonios de las torturas recibidas por algunos presos de la revolución en Asturias, Palencia y León. De ellos hemos escogido los casos pertenecientes a Laciana y El Bierzo, que compartiremos en dos artículos. En este primero recogemos las palabras generales sobre la cárcel de Astorga y Bembibre y los casos de:

-        José Fernández Galán, vecino de Caboalles de Abajo.

-        José Pérez y Toribio Fernández, vecinos de Matarrosa del Sil.

-        Nemesio Pascual, vecino de Matarrosa, y de Daniel Huerga Merayo, Fermín Orallo y Luciano Domínguez, vecinos de Bembibre.

En la segunda entrega nos centraremos en los casos de

-        Laureano Cuervo, de Langre.

-        Vicente Blanco González, vecino de Villaseca de Laciana.

Más cuestiones generales de los detenidos de Villablino y otros hacinamientos en Astorga y reproducimos las conclusiones.

(…)

Cuartel-cárcel de Astorga

Mientras desempeñó la Comandancia militar en este cuartel-cárcel don Baltasar Chinchilla, de vez en cuando subían a las celdas un cabo y varios soldados portadores de una orden de dicho jefe para que les fuera entregado un preso. Cumplida la orden lo bajaban y lo ponían en manos de la Guardia Civil, que apaleaba al recluso durante mucho tiempo. Lo devolvían después de bien golpeado, y los soldados lo tornaban a la celda. Fueron casos salientes de esas palizas Nemesio Pascual y Daniel Huerga Merayo, de que me ocuparé aparte. Pero no fueron los únicos.

Poseo los nombres de testigos de los dos siguientes casos:
José Fernández Galán, vecino de Caboalles de Abajo (León), fue detenido en su casa el día 23 de octubre. Trasladado a dicho cuartel-cárcel, ocupaba, con otros detenidos, la celda número 6. El 15 de noviembre, cuando pasaba por la nave correspondiente a su celda, a la hora en que esto se permitía, por la tarde (de cinco a seis), la Guardia Civil, que hacía centinela en el corredor abierto exterior, penetró en la nave, se apoderó del preso, lo bajó al cuerpo de guardia y lo apaleó durísimamente en un cuarto anejo.

El día 18 de noviembre, a altas horas de la noche, los vecinos de Matarrosa (León) José Pérez y Toribio Fernández, naturales de Villarmeriel, que ocupaban, en unión de otros presos, la celda número 12 de este cuartel-cárcel, fueron sacados de ella por los funcionarios de Prisiones y entregados a la Guardia Civil, que los apaleó sin piedad en una habitación cercana al cuerpo de guardia. A la mañana siguiente se les reintegró a su encierro en el estado consiguiente a la atroz paliza sufrida. No recibieron asistencia médica. Desde que desempeña la mencionada Comandancia militar el Sr. Madroñero esto ha cambiado radicalmente. Me afirman, sin embargo, que aun fue apaleado un preso joven, cuyo nombre desconozco, el día 20 de diciembre. Estoy seguro de que el comandante Madroñero no ha dado la orden ni ha tenido conocimiento del hecho.”

Bembibre
Pasaron por Bembibre (León), próximamente doscientos detenidos. A la casi totalidad de ellos les pegaron brutalmente en la Casa Ayuntamiento, que es donde está la cárcel. Las palizas las daban en el salón de sesiones, que fue habilitado para cuartel general. Antes de pegarles les hacían quitarse a los detenidos las chaquetas, diciéndoles que ellas no tenían la culpa —frase que se ha repetido con singular exactitud en casi todos los lugares de apaleamiento en la zona minera de León—, y seguidamente se despachaban sobre ellos a su gusto. En este pueblo demostró la Guardia Civil una marcada preferencia por los culatazos en los pies, que impedían andar a quienes los recibían, ocasionando a muchos inflamaciones y heridas de consideración.

De todos estos malos tratos fueron testigos presenciales el alcalde, el secretario del Ayuntamiento y el secretario del Juzgado municipal, los tres hombres de derechas, que, seguramente, no lo negarían si fueran interrogados. Por otra parte, la inmensa mayoría de los habitantes de Bembibre, por estar tan céntrico el lugar de la tortura, oyeron los gritos desgarradores de los atormentados. Bastantes personas me hablaron de ello durante mi breve estancia en Bembibre. Destacan entre los casos los de Nemesio Pascual, vecino de Matarrosa, y de Daniel Huerga Merayo y Luciano Domínguez, vecinos de Bembibre, que expondré aparte. Estos tres individuos están ahora en el cuartel-cárcel de Astorga, donde se ha seguido golpeando sin compasión a los dos primeros, como ya queda dicho anteriormente. Allí está también otra infeliz víctima, un chiquillo de quince años, que aun parece más niño por su delicada complexión, quien llegó con la piel de las muñecas cortada por las esposas y el cuerpo cubierto por las huellas de una paliza bestial; es el pinche o dependiente de la Cooperativa obrera de Matarrosa.”

Caso de Nemesio Pascual
Detenido en Matarrosa (León) el día 8 de octubre, fue conducido a Bembibre el mismo día. Del 8 al 16 recibió allí diecinueve bárbaras palizas, llevadas hasta hacerle perder el sentido y tener que ser devuelto en brazos de otros presos al calabozo. Hubo día en que fue apaleado hasta cinco veces.
El 11 de octubre se le llamó a careo con uno de sus denunciantes, Mariano Núñez o Muñiz, vecino de Bembibre, viajante de la casa Gatón, de León. Como los careados no se pusieran de acuerdo, Mariano golpeó sañudamente al detenido en el acto del careo y delante de la guardia civil. Al día siguiente declaró Nemesio Pascual ante el Juez Militar, quien le careó con otro delator, José de la Fuente, vecino de Corbón del Sil, llamado “Pepe el Cubano”, no poniéndose tampoco de acuerdo delator y delatado. “Pepe el Cubano”, a presencia del Juez Militar, abofeteó al detenido.

Como queda dicho, después de prestar declaración ante el citado Juez siguió Nemesio Pascual siendo apaleado diariamente por la guardia civil, hasta el 16 de octubre inclusive. El día 17 fue trasladado al cuartel-cárcel de Astorga y encerrado en la celda número 12. El 21 de octubre se le hizo comparecer ante el Juez, quien le notificó el procesamiento. El 4 de noviembre los funcionarios de prisiones lo entregaron al Comandante Militar Sr. Chinchilla que !o había reclamado, y éste se lo entregó a su vez a la guardia civil, que en el cuarto anejo al Cuerpo de Guardia le apaleó por vigésima vez. Devuelto a rastras a la celda sufrió en ella dos colapsos consecutivos. Estuvo varios días sin poderse levantar de la paja en que yacía y todos creyeron que dejaba de existir. No recibió asistencia médica.

Caso de Daniel Huerga Merayo
Detenido en Bembibre el día 18 de octubre recibió su primera paliza en la tarde de ese día. Durante la noche del 18 al 19 fue víctima de dos palizas más y de una cuarta en la tarde del 19. Se le trasladó acto seguido al cuartel-cárcel de Astorga. Allí prestó declaración el día 20 ante el Juez Instructor, teniente don Manuel González Lanchas. Aterrorizado por el trato sufrido en Bembibre, parece ser que confirmó en esta declaración una parte de las falsedades que en dicho pueblo le habían sido arrancadas con tormentos, y entre ellas una acusación contra el vecino de Bembibre Fermín Orallo. El 29 de octubre los funcionarios de prisiones lo entregaron, obedeciendo orden del Comandante Militar, quien lo puso a disposición de la guardia civil del puesto del pueblo mencionado, que se encontraba en Astorga, sufriendo el preso la quinta paliza durante varias horas. El 31, con el mismo procedimiento, fue apaleado por sexta y séptima vez. Y el 4 de noviembre recibió la octava y última paliza. Durante ella, en un rapto de desesperación, hizo frente a los guardias, se escapó y salió al patio del cuartel ensangrentado y gritando. El teniente de Guardia Sr. Alique le detuvo pistola en mano y se lo devolvió a los guardias, quienes lo amarraron y le golpearon hasta quedar extenuados. El 15 de diciembre fue llamado por el teniente Lanchas a careo con Fermín Orallo. Daniel Huerga quiso explicar el motivo de su falsa acusación; pero el Juez creyó que bastaba con consignar únicamente que la acusación falsa había sido hecha por temor a malos tratos. Fermín Orallo fue puesto en libertad.

Caso de Luciano Domínguez
Luciano Domínguez, de Bembibre, ingresó en la cárcel-cuartel de Astorga en uno de los últimos días del mes de octubre. Iba ensangrentado, con todas las ropas desgarradas y revolcadas en barro; tenía una costilla rota, grandes desgarrones en las partes blandas del torso y una pierna encogida, sin duda por efecto de haberle machacado un haz de nervios. Sin asistencia ninguna pasó doce días tumbado sobre un montón de paja. Las heridas se le infectaron y manaban pus a chorros. El médico de la prisión le vio una vez y sin inclinarse siquiera sobre él le dijo que no tenía nada. A un médico socialista de León, don Francisco Rico, también preso, no se le permitió curarle. A los trece días de estar en esta situación, el practicante le dio una pomada en las heridas que no tenían costra. Días después, y a pesar de los buenos deseos de un funcionario de prisiones que pedía se le llevara al hospital, fue metido en una celda sin curarle. Ninguna nueva noticia tengo de él.”

“(…)


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