ocupan el sitio donde no queda nadie…”
Estas estrofas son un resumen de dos miradas sobre
la mal llamada reconversión de la minería del carbón. Dos miradas distintas,
provenientes de un mismo lugar, El Bierzo Alto, en dos momentos diferentes,
1994 y 2020 y de dos géneros complementarios para radiografiar la sociedad, la
música y el periodismo. Una visión masculina, la de un minero músico que
comienza a ver las consecuencias de los primeros cierres sin alternativas del
sector antracitero. La otra, la de una joven periodista que comienza a abrir el
periódico de su vida cuando el cierre del sector ya es total y la falta de
alternativas empuja a la emigración hacia otras regiones de España.
Se trata de la canción “Camino de Santa Cruz” compuesta por Nono G. Ferrero en 1994 y el artículo “La generación perdida del carbón” de Isabel Pérez Pérez en 2020.
Este “cha, cha, cha minero”
se puede escuchar en el siguiente enlace: https://www.youtube.com/watch?v=gbVoYjX2mt4
Además la acompañamos del artículo ““Camino de Santa
cruz de Montes”, una historia de mina y música” publicado por Bembibre Digital
el día de Santa Bárbara de 2018 y que cuenta su historia. En el segundo caso
reproducimos también integro el artículo de la periodista berciana en el
digital La Marea.
…
1)
Camino
de Santa cruz de Montes”, una historia de mina y música
“Camino de Santa Cruz” es una preciosa canción compuesta por Nono G.
Ferrero hace ya 24 años, capaz de hacer aflorar fuertes sentimientos y
emociones, e incluso que a alguno se le encoja el corazón. Con ella queremos
celebrar una festividad de Santa Bárbara muy especial, pocos días después de
que se anunciara el cierre de la última mina de carbón que quedaba en la
comarca.
“Algunos recuerdos flotan en el aire
ocupan el sitio donde no queda nadie…”
“Mira el minero con su mirada
mira el futuro pero no ve nada…”
Nono García Ferreo nos explica cómo, cuándo y en qué contexto surgió esta canción
Un mes y un día cualquiera del año 1994
Mi amigo Ginés Gómez Cánovas, gran músico, compositor y mi guitarrista
preferido, y yo subimos al pueblo de Santa Cruz de Montes por una serpenteante
carretera, escoltada en su margen derecho por el río y las escombreras de la
empresa minera “Campomanes Hermanos”, testigos ambos de 100 años de extracción
minera de carbón. Por esa época ya se iniciaba una paulatina decadencia de los
pueblos del Bierzo Alto, a base de reconversiones y prejubilaciones, que ponen
cuesta abajo los años dulces de la minería del carbón, que la crisis del
petróleo había alentado.
Subíamos a Santa Cruz a ensayar con nuestro grupo de Pop- Rock. Ya
compartíamos músicos (Texe y Luis Morín) de otro grupo mítico de Hard-Cord,
“Los Sam”, auténticos profetas en su tierra. Nuestro grupo se llamaba “La
Terraza” y aunque a vosotros, lo más seguro es que no os suene de nada, puedo
aseguraros que para los cuatro componentes del grupo ese nombre era muy
importante.
Además de la música, compartíamos en “El Bar” (un pueblo sin bar ni es
pueblo ni es ná) largos ratos con la gente de Santa Cruz y, cerveza en mano,
dibujábamos el futuro de nuestra exitosa carrera musical, sin darnos cuenta de
que lo más exitoso de aquel futuro era el presente de aquellos momentos de
juventud.
A lo largo de la vida de cada uno quedan congeladas fotografías en nuestras
almas que van más allá del tiempo, del espacio y de la materia, y eso se llama
nostalgia. Pues bien, en mi fotografía aparecen el pueblo de Santa Cruz de
Montes, sus gentes, su pasado minero, y cómo aguantaron estoicamente nuestros
ensayos de innumerables decibelios, aunque decían que “no sonaba mal del todo”.
Recuerdo muy especialmente, cómo los jóvenes de Santa Cruz en las Fiestas de
Santa Bárbara estiraban las noches como el chicle hasta más allá de la hora del
Baile-Vermout.
Un mes y un día cualquiera del año 1999
Entre largas jornadas de trabajo en “Antracitas La Silva”, y ayudando a
Chus en los cambios de pañales de nuestros tres hijos, grabé los instrumentos y
las voces de mi disco “Hombres del Mañana” en el ático de mi casa. Como
siempre, mi amigo Ginés acudió en mi ayuda y produjo la grabación.
La tecnología, evidentemente, no era la de ahora, pero las canciones que se
escriben con el corazón no necesitan artilugios: basta simplemente con una
melodía y una voz.
Camino de Santa Cruz de Montes es un cha, cha, cha minero que pertenece a
este disco y se la quiero dedicar a todos los mineros, a la música, a la
amistad, al pueblo de Santa Cruz, y sobre todo a ese camino a la mina que
recorrí tantas veces …¡Coño! Y a Santa Bárbara, ¡que hoy es su fiesta!
Nono G. Ferrero”
….
2)
“La generación perdida del
carbón
Isabel
Pérez Pérez
Vengo de una
tierra llena de vida y de cicatrices. A vista de pájaro es muy fácil perderse
entre los robles enfermos, los castaños y las encinas. Tan pronto como adoras
los ocres en otoño y los verdes en primavera, aprendes también a asimilar el
contraste que ofrecen los cementerios del negro carbón. O lo que queda de él.
Mi tierra, El Bierzo, tiene aún por cerrar una gran herida, la que ha
arrastrado a toda una comarca y a toda una generación.
Desde esta
pequeña zona situada en León, hace años calentamos los hogares de media España
(aunque eso ya no se recuerda). Es casi imposible no sentirse arraigado a una
industria que ha dado de comer a toda una región y gracias a la cual pueblos
enteros han podido edificarse. A pesar de lo que ladran algunas voces urbanas
(“es una energía sucia”), ¿importa el ecologismo cuando no se dan alternativas
de futuro? En El Bierzo respiramos el carbón durante más de un siglo y con ello
se degradó la riqueza de nuestras tierras, pero también los pulmones de muchos.
Fue un pacto con el diablo, aunque eso se supo tiempo después.
Disfrutamos
de la buenaventura y algunos vivieron a todo trapo con nuestro
particular oro negro, algo que se esfumó tan pronto como el interés de los
especuladores cambió de bando y, de la noche a la mañana, a todos ellos les
entró la sensatez y el buen hacer. De repente el medioambiente pasó a primer
plano y en este momento conocimos lo que significaba la pasividad política. Una
provincia más que de la que sacan hasta las últimas migajas y que se deja de lado:
la España vaciada.
Ahora, con
cierta perspectiva desde el fin que vocearon durante años (y con el
resentimiento propio del perdedor), vemos cómo se nos abandonó sin ninguna
opción. Casas sin pan, CO2 en el aire y dinero en dos bolsillos. A los más jóvenes,
que nos topamos con las últimas bocanadas de esta industria, nos aseguraron que
estar lejos de nuestra tierra era “progreso”. Se equivocaron.
El fin de la
minería parió una generación perdida, la que ha tenido que marcarse un futuro a
marchas forzadas. Aquella a la que prometieron una vida más próspera que la de
sus padres, pero que aún baila entre la nostalgia y la falsa fortuna de
la Gran Ciudad. Somos la primera descendencia que no ha podido
picar en la mina, pero que ha presenciado con orgullo y rabia decenas de
encierros por un salario digno y un futuro real. Una auténtica lucha obrera de
las que ya no quedan, con un final firmado contra el que era difícil pelear y
con efectos colaterales.
Mientras se
habla de falta de sensibilidad de los jóvenes y de cómo la tecnología ciega, se
olvidan de que también sufrimos con nuestra tierra abandonada. Queremos verla
de nuevo renaciendo verde, aun conviviendo con las heridas negras. Porque
mientras reivindicamos la importancia de lo rural, vemos cómo la comarca se
convierte en un simple patio de recreo de los ociosos donde “respirar aire
puro”. Nosotros, la generación perdida del carbón, no queremos más Españas vaciadas
ni Españas de usar y tirar, queremos pueblos con alternativas
reales.
A la par que
unos dejan de lado el valor de la tierra y ensalzan la del asfalto, desde lejos
apreciamos la riqueza cultural de la tradición, de la cercanía y de la
naturaleza (tan nuestra). Y es que a veces, siempre que podemos, encontramos
hueco para entonar orgullosos el “Santa Bárbara bendita”, patrona de los
mineros. El himno que también sentimos, el de los valientes que vivieron y
murieron por el carbón, el himno de una tierra caduca de corazón negro. Una que
pellizca de generación en generación y de la que han querido que nos
olvidemos.”
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