En 1953, hace ahora 70 años, se estrenaba la película “La guerra de Dios”. El film fue rodado en Torre del Bierzo, en parte en la Mina del Oro, que actualmente acoge el museo minero de la Fundación Cultura Minera. Un joven Paco Rabal fue el protagonista de una cinta que narraba los problemas de un sacerdote que debe predicar en una localidad minera marcada por las desigualdades sociales.
Un hecho que no se aleja de la realidad. Los informes internos del régimen y la jerarquía católica reconocían que “en la zona minera de Ponferrada el estado religioso es lamentable, debido a la escasez de sacerdotes y al egoísmo de las empresas.” La actitud de las jerarquías eclesiásticas, políticas y económicas contribuye a esta desazón. El párroco de otro pueblo minero, Matarrosa del Sil, Javier Rodríguez Sotuela lo corroboraba afirmando que “ellos se creían que la iglesia era de ellos, porque habían ganado la guerra”.
En los últimos tiempos se ha vuelto a hablar de esta película. Hoy presentamos un enlace desde dónde se puede ver completa, gratuita y de forma legal.
https://gloria.tv/post/q2UGzV6CjSw71yxJjBVZWcLHp#5
Además, aprovechamos para recuperar
el artículo del periodista bembibrese Carlos Fidalgo sobre la efeméride
publicado en El Diario de León el 27 de abril de 2023.
El año en que estalló ‘La guerra de Dios’ en Torre del Bierzo
«También desde el fondo de las minas
se puede ver el cielo», decían los carteles que anunciaban en los cines de la
España de posguerra la proyección de la película de Rafael Gil La
guerra de Dios, un drama sobre la pobreza y el rencor que
trajo a Torre del Bierzo a actores como Paco Rabal, el francés Claude Laydu y,
en el primer papel de su carrera, a un Jaime Blanch que hacía de niño y
que hoy se ha convertido en un rostro popular por su participación en
series como El Ministerio del Tiempo. Se cumplen ahora setenta
años del estreno de la película que puso a las minas de carbón del Bierzo Alto
en los ojos de todos los espectadores de España. Declarada de interés nacional
por el régimen, La guerra de Dios ganó la Concha de Plata a
la mejor película española en el Festival de San Sebastián, fue reconocida en
el Festival de Cine de Venecia y permitió a Paco Rabal obtener uno de los
primeros premios de su carrera; la Medalla del Círculo de Escritores
Cinematográficos al mejor actor.
Imagínense el revuelo que causó un
equipo de rodaje en Torre del Bierzo y Bembibre a principios de los años
cincuenta. Setenta años después del estreno de la película de Gil, uno de los
mayores éxitos de taquilla del año 1953, aún lo recuerdan los vecinos más mayores
y en el museo de la Fundación Cultura Minera en
Torre no solo pervive su memoria, sino que incluso hay una
frase grabada en la pared del propio Jaime Blanch, que si no ha vuelto al
Bierzo Alto en los dos últimos años ha sido por una mezcla de problemas de
salud y agenda apretada: ‘Vi salir hombres tiznados de carbón. Eran los héroes
de una España en blanco y negro. Héroes forjados a golpe de pico y luz de
carburo’.
Esa expectación que levantaron los
señores del cine quedó reflejada en la prensa de la época. «En todas partes,
pero especialmente en Torre y Bembibre, encontró grandes facilidades para el
rodaje», decía el Diario de León de Rafael Gil el 1 de diciembre de 1952.
Abordado por el periodista durante un descanso del rodaje en el Bar Virginia
junto al actor Fernando Sancho y el operador de cámara Alfredo Fraile, el
director definía La guerra de Dios como «una película
de carácter católico-social en un pueblo minero, protagonizada por un sacerdote
que batalla incansablemente para atraer al seno de la Iglesia a un nutrido
grupo de mineros», respondía Gil, políticamente correcto, después de dar
las gracias por las facilidades para rodar en la Mina del Oro de Torre del Bierzo y
en el resto de los escenarios del film.
Cartel promocional de la película en Italia, donde fue
premiada en el Festival de Cine de Venecia.
Pero entre las rendijas de la
propaganda oficial se colaba el descontento, la pobreza, y un retrato de las
penosas las condiciones del trabajo en las minas de carbón de la época. No es
extraño que, en plena eclosión del Neorrealismo, la película fuera premiada en
Venecia.
Poco antes del estreno y con motivo de
una estancia en León con la compañía de José Tamayo para representar Edipo en
el Teatro Emperador, el diario Proa también entrevistaba en
agosto de 1953 al mítico Paco Rabal, todavía en los inicios de su carrera.
Descubierto por el propio Rafael Gil cuando trabajaba como electricista en una
de sus producciones, esto es lo que Rabal respondía al periodista:
—¿De qué interpretación está más
satisfecho?
—En el teatro de Edipo,
y en el cine de La guerra de Dios, aún no estrenada.
En
otoño de ese año 1953, fue el mismo Teatro Emperador de León donde se
proyectó La guerra de Dios. Pero la sotana y el rostro angelical
de Claude Laydu —un actor que repetía un papel parecido al que había
interpretado en Diario de un cura rural (1951), otra película
monumental de Robert Bresson— no pudieron esconder ni la dureza de la mina, ni
la oscuridad de las galerías, ni los rostros tiznados de carbón de los que
todavía habla Jaime Blanch.
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