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Nuestra historia, a modo de presentación

jueves, 19 de junio de 2025

Protestas y solidaridades en el campo de Trabajo de Fabero (I)

El trabajo forzado fue un mecanismo de explotación de la fuerza de trabajo que combinaba la represión y la acumulación capitalista en beneficio del nuevo régimen franquista y sus empresas. En anteriores ocasiones hemos hablado del Penal de Fabero donde Minas Moro S.A. se lucró con la mano de obra de presos políticos republicanos.

Pese al férreo control que se vivía en el campo y a pesar de los riesgos que implicaba, se han constatado distintas formas de protesta en el mismo. Acciones individuales y colectivas, con apoyo externo de parientes, vecinos o guerrilla, solidaridades familiares o sabotajes.

En el interior del campo y acorde con la condición de ilegalidad, los presos irán conformando pequeñas formas de organización y resistencia. Su conducta estará  sometida  a códigos  que remiten directamente  a la cultura de las organizaciones obreras que al carecer de mecanismos  formales  de elección  y  representación, por las condiciones de reclusión y represión a la que están sometidos los presos, serán sustituidas por el  ascendiente  en base  a la  trayectoria  militante previa y  el comportamiento  con sus compañeros. Son los antiguos líderes de organizaciones obreras y su trayectoria de lucha conocida entre los presos lo que les permitía  encabezar reivindicaciones.

Un ejemplo será el minero ugetista Lorenzo Bañuelos. Este había sido el Presidente del Sindicato Minero Castellano y de la Casa del Pueblo en Barruelo de Santullán y formaba parte de las Juventudes Socialistas Unificadas. Había tomado parte activa en la revolución de Octubre de 1934, por lo que fue detenido e ingresado en prisión, donde permanecería hasta la amnistía decretada por el Frente Popular. Organizador de las Milicias Populares, llegaría a ser Comandante del Batallón Republicano nº 103 del Frente Norte. Tras su captura en Santander en agosto de 1937, será juzgado y condenado a pena de muerte, que le será conmutada.

De la cárcel de Santander lo trasladan al campo de Fabero, donde se erige en líder natural de los presos, protagonizando algunos episodios de resistencia. Motivo por el que sufrió una dura represión en forma de castigos, palizas, racionamiento del rancho y que incluso le podían haber costado la vida. 

La carestía de ropa y calzado desembocaron en protestas como la liderada por el propio Lorenzo Bañuelos. Pese al riesgo, se hizo un traje con hojas de mazorcas de maíz que les daban de comer a los cerdos, con este atuendo y descalzo, entró a la mina. Esta reivindicación causó tal impacto en el Director del campo que solicitó al Patronato Central ropa para los presos y sus familias.

Una forma más de represión ideológica, que formaba parte del proceso de redención de la pena, era la obligación de escuchar misa. El objetivo era la conformación de la nueva mentalidad nacional-católica y, de paso, servir como castigo a los presos. Estos debían formar en hileras de pie, mientras el párroco les contaba las “bondades del régimen” y aprovechaba para insultarles. Ante este trato vejatorio, en una ocasión, Lorenzo, tomó la decisión de darse la vuelta, dando la espalda al cura. Los demás presos, al presenciar esta acción y uno a uno, fueron girándose también como simbólica, pero tremendamente arriesgada, forma de protesta.

La solidaridad vecinal también jugó un papel destacado. En una ocasión un camión con reses enfermas fue interceptado en las inmediaciones del campo por vecinos del pueblo. Las reses estaban destinadas al sacrificio por la epidemia de epizootia de fiebre aftosa que sufrirá el ganado de los términos municipales de Vega de Espinareda y Fabero, en septiembre 1939, que se reproducirá durante años posteriores. Con palos y “horquillos” al grito de “ladrón” (refiriéndose a la dirección del campo) vecinos y vecinas de Fabero, jugándose la vida literalmente, impidieron que el vehículo llegase a su destino: “alimentar” a los presos.

Los trabajadores presos no tenían acceso a la libreta de abastecimiento que la empresa entregaba a los libres. Sin embargo, a pesar del riesgo a perderla si eran descubiertos, tenemos ejemplos como el del preso Rafael Sabugo, minero de Rabanal de Abajo (Laciana), quien recuerda la ayuda de mineros libres como Benjamín Rubio, que les dejaban la cartilla para comprar alimentos en el economato.

Las protestas y la solidaridad, por primarias que fuesen, fueron formas de defender la vida en un contexto en el que todo estaba más destinado a despreciarla. En un próximo artículo, seguiremos ahondando en esta dura realidad.

 

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