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sábado, 31 de mayo de 2025

Amalia de la Fuente Peral, luchadora social y presa política. 2 artículos de Ana Gaitero

Desde “Nuestra Historia, El Bierzo y Laciana” tenemos que confesar que llegamos a Amalia de la Fuente Peral a través del documental “La Esperanza en Marcha”. Una cinta de Eloina Terrón que hace un recorrido por la historia del movimiento obrero en Fabero. Allí ella narra su paso por el Sindicato Único Minero, adscrito a la CNT, y su participación en las asambleas. Ciertamente un documento de primera magnitud para acercarnos a una visión de género sobre las luchas y la explotación en la cuenca del Cua en los años 30. Allí, ella contaba como el sueldo lo cobraba su padre, por ejemplo, o su doble jornada, en la mina y en casa.

Hoy vamos a recuperar dos artículos de la periodista del Diario de León, Ana Gaitero, quien también desarrolló parte de su carrera profesional en nuestra comarca berciana. El primero («Dí a luz de rodillas en la cárcel de Astorga en 1940») de 2012, cuando Amalia de la Fuente tenía 95 años y el segundo (“Amalia de la Fuente. Represaliada”) de 2015 cuando se acercaba al siglo de vida a sus 98 años. En ellos narra especialmente las luchas en la guerrilla y la dura represión vivida en la posguerra, incluida su paso por distintas cárceles donde dio a luz y perdió a un hijo.

“«Dí a luz de rodillas en la cárcel de Astorga en 1940»

19.08.2012

Ana Gaitero | León

 

Amalia de la Fuente Peral tiene 95 años y una memoria tan prodigiosa como serena. Es una de las miles de presas de Franco cuya tragedia ha permanecido en la sombra de la historia y de la memoria. Todo empezó con la Guerra Civil.

«Estaba en Fabero en la mina y como había que estar afiliada, me puse en las juventudes de la CNT porque ‘hablaba’ con el chico más destacado. Cuando estalló la guerra nos marchamos por el monte hasta que pudimos pasar a Asturias», cuenta la mujer.

Pasada la guerra, regresó. «Un día fui a Cacabelos con mi padre, mi marido y otros hermanos. Fui a comprar unas avellanas y vi a un hombre, Lobato, de los nacionales, que hizo muchas cosas malas: iba a sacar a la gente de casa mientras dormían».

Sus temores se confirmaron. «El lunes por la mañana fueron los guardias a buscarme a casa». Por entonces Amalia tenía una hija de tres años y estaba embarazada de ocho meses. La llevaron presa a Ponferrada. En la cárcel se encontró con muchas caras conocidas. «Eran mujeres Canedo, de Campelo, de San Juan... como habían estado por el monte», apunta. Ese era el motivo de su detención.

En Ponferrada, recuerda, «no se portaron muy bien. Me tuvieron todo el día sin darme de comer». Después la trasladaron a Astorga. Debido al avanzado embarazo, precisa, «no me podía sentar en el asiento. Iba de rodillas. Los guardias me dijeron que me bajara en el pueblo que quisiera y marchara. Pero, ¿a dónde iba yo en mi estado?». Ingresó en Astorga. Dos meses después parió entre rejas: «Me habían puesto una cama de esas de tijera, pero cuando me agarraba marcha. La directora llamó al director y le dijo: por favor, tráiganme una silla, tráiganme una silla si no esta mujer no da a luz, reviente. Me puse de rodillas y afirmada el estómago encima de la silla ya sí dí a luz. Luego me querían echar en la cama. Pero dije que no, sentía que salía y tenía miedo a hacerle daño. Era un niño muy hermoso, recuerda. Fue bautizado en la cárcel, pero «se me murió a los dos meses. Eso se lo tengo que agradecer a Lobato. Quien lo pagó todo fue la criatura», dice con tristeza.

En la cárcel de Astorga no había camas. «Dormíamos con los petates en el suelo. No había camas, no teníamos ni silla ni nada... comíamos sentadas en el suelo». En Astorga estuvo recluida con su hija de tres años, de la que no se quería separar. «Aquella niña no comía nada. El abogado que tenía se portaba muy bien y él y su novia me llevaban comida para la cría. Había otra vecina de Campelo que también tenía un niño. La celadora nos avisó de que los iban a llevar al orfanato y mandé a mi padre a buscarla». Una prima se hizo cargo de la criatura.

Sin su hija y de luto fue sometida a un consejo de guerra en León. La condenaron a muerte. «Había un sacerdote que testificó a favor mío y otro a favor del que me denunció: dijo que le habíamos ido a robar cuando estábamos en el monte». Amalia de la Fuente pasó once meses con la angustia de la pena de muerte, hasta que le conmutaron la condena por 20 años y un día de prisión. «Cumplí cuatro años, aunque en realidad fueron ocho porque como trabajaba redimía un día por cada uno de cárcel», explica.

Amalia de la Fuente se convirtió en la cocinera de la cárcel de mujeres de Amorebieta (Vizcaya), a donde fue trasladada desde Astorga. «No pedí trabajo, pero un día me llamaron y me dijeron que me iban a poner en la cocina».

Ya había demostrado sus cualidades en los fogones de la cárcel astorgana: «No podíamos comer lo que nos cocinaban en el cuartel porque había más bichos que verdura. Pedí que nos dieran la parte que nos correspondía para cocinarlo yo».

Si en Astorga su entrada en la cocina mejoró sus condiciones de vida en los últimos días de su embarazo, en Amorebieta fue muy duro hacer comidas y cenas para las 700 presas recluidas en el penal en los años 40. «Me levantaba a las cuatro de la madrugada y tuve los pies que se me cortaban de tanto calor. Había una monja a la que llamaban la Guadaña, pero conmigo se portó muy bien y me fue curando los pies», relata. Las monjas también se fiaban. Y había una que las dejaba salir a la huerta para refrescarse. «Hermana, ¿y si nos escapamos?», le preguntó en cierta ocasión para ver su reacción porque lo cierto es que «ni pensábamos en ello».

De Amorebieta recuerda una vez en que llegó un cargamento de habas de mayo. «¿Quién sabe de qué año serían. No tenían nada dentro más que bichos». Un día llegó un papel con su libertad condicional. «Puede quedarse en Bilbao y venir a trabajar aquí. Le pagaremos, me dijeron», recuerda Amalia de la Fuente.

Ella lo rechazó: «Cuando yo salga de aquí no voy a mirar ni para atrás. Tengo una hija y tengo que salir a recogerla», dijo con la determinación de volver al Bierzo. Y así lo hizo aunque poco tiempo después decidiría marcharse a León en busca de trabajo. Ha sobrevivido a su hija y vive con una nieta en Barcelona.”

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“Amalia de la Fuente. represaliada

«¿Por qué pagan más a los hombres?»

Ana Gaitero | León

08.03.2015

 

A sus 98 años le hierve la sangre al ver las noticias sobre la brecha salarial: «¿Por qué les pagan más a ellos que a ellas? Están despreciando escandalosamente a las mujeres», asegura desde Barcelona, donde vive con una nieta. Nació en Fabero y su vida está marcada por la Guerra Civil. «Al cumplir los 16 años entré a trabajar en la mina, allí me afilié a la CNT». Detenida y encarcelada en Astorga, dio a la luz a su segundo hijo en prisión. Parió de rodillas. El niño murió y su hija le esperaba con la familia. Fue condenada a pena de muerte, que luego le conmutaron. Finalmente cumplió cuatro años de cárcel, ocho a efectos penitenciarios pues por cada día que trabajaba le descontaban otro de prisión. Desde Astorga fue trasladada a Amorebieta (Vizcaya), donde la destinaron a la cocina. Cuando salió libre quisieron contratarla, pero se negó. «Ya les dije a mis compañeras que no se asomara. Cuando salga de aquí no voy a mirar para atrás». Quería estar con su hija.”

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