“Al agujero tiré toda mi vida,
abrazado
a un compañero.
Al
agujero tiré toda mi vida, tiré todos mis sueños,
y
mis ganas de vivir.”
Aztor Sekundario, Vagones de Dolor
19 de noviembre de
1984. 8:30 a.m. Piso 17, sur. Grupo Río. Combustibles
de Fabero. Fabero (León). Una bolsa de grisú acumulado durante todo el fin de
semana provoca una explosión. 3 mineros fallecen en el acto. Otros 9 son
heridos. 5 fallecerán días después.
A las 8:45 sale el primer herido. En la evacuación colaboran las ambulancias de ABSA, AFSA, la Cruz Roja de Fabero, Villafranca y Ponferrada.
El grupo Río es
considerado uno de los más modernos. Es catalogado como “piloto” y hacía pocos
meses que se había instalado una rozadora automarchante por parte de una
compañía soviética. El 7 de septiembre de ese mismo año Juan Manuel Kindelam,
Director General de Minas, tras una visita de 2 horas a la explotación declaró
sentirse “impresionado” por la tecnología que se
había incorporado. Por entonces, COFASA es la segunda empresa en
importancia de la cuenca, cuenta con 267 trabajadores (225 en plantilla y 42
temporales) y está vinculada a la multinacional
Cross y al Banco de Santander.
Sin embargo, mientras se invierte
en adelantos técnicos para sacar carbón, no se dedican unos minutos a realizar
la medición rutinaria de grisú y arrancar las turbinas. Durante el fin de
semana previo al fatídico accidente se había producido un fallo eléctrico y los
ventiladores se habían parado, el grisú se había acumulado y el riesgo se hizo evidente.
Inmediatamente los sindicatos se
dan cuenta de lo sucedido, llevan tiempo denunciando la falta de medidas, ahora
la negligencia. CCOO interpone una querella criminal. Manuel Nevado, su máximo
dirigente nacional expresará que lo sucedido “no puede arreglarse con dinero,
tal vez sí el tema de las viudas, pero no aquello, que era un asesinato de
mineros y que había que hacer algo”. UGT exige la presencia de un notario, se
muestra más cautelosa, aunque no descarta la querella (en la que acaba
participando), tras el informe del Comité y de Minas, apuntan Conrado Alonso
(diputado del PSOE) y Eumenio Fernández (secretario comarcal).
UGT y CCOO emiten un
comunicado en el que exigen más medidas de seguridad ante la “escalada de
accidentes mortales” ocurridos especialmente en la comarca de El Bierzo. Hacía
menos de 3 meses que 3
trabajadores habían fallecido en la mina María Dolores en Torre del Bierzo.
Entre medias, un reguero de muerte que hacía que a estas alturas del año 1989,
15 trabajadores hubiesen muerto solo en la minería berciana.
Los sindicatos explican
que la “patronal no garantiza la seguridad y la adecuada explotación de las
minas” y convocan un día de “paro generalizado” de 24 horas en todas las
explotaciones del país en “solidaridad con los compañeros heridos y fallecidos
y sus familias”.
COFASA lanza un
comunicado ante lo que considera “una campaña de desprestigio contra la
empresa”. Defiende que de los más de 3000 cuadros solamente 5 se “inclinaron
sin riesgo alguno para los trabajadores”. Argumenta su carácter “modélico” con
“tecnología de vanguardia, a nivel mundial”.
El 20
de noviembre más de 5.000 personas, en medio de un tremendo aguacero, despiden
en la iglesia nueva de Fabero a los 3 primeros fallecidos, Luciano Iglesias,
Adelino Alonso y Manuel García Álvarez. Maximino Álvarez, por
entonces cura auxiliar, pronuncia un sermón con una categórica denuncia: “Un
minero no es una herramienta, es una persona. Su vida no se paga con dinero
alguno, vale más que todas las empresas juntas. Todo lo que se haga por evitar
tragedias como la del lunes es urgente mandamiento para un cristiano”.
Los reyes, el
presidente del gobierno (Felipe González) y el también minero, y secretario
general del PCE, Gerardo Iglesias, envían un telegrama de condolencias. Al
funeral acudió el presidente de la Junta de Castilla y León, el socialista Demetrio
Madrid.
El resto de
accidentados, tras ser estabilizados, fueron trasladados al Hospital Camino de
Santiago de Ponferrada y a La Paz (aquí fueron visitados por una delegación de
CCOO, encabezada por Marcelino Camacho) y la Unidad de Quemados de la Cruz Roja
en Madrid. Días después, 5 de ellos no podrán superar las secuelas del
accidente y acabarán falleciendo, Manuel Tejón
Álvarez, Ramiro Guerra Díez, Santiago Álvarez Díaz, Tomás Abella de la Mata y
Emilio Álvarez González.
A pesar de la
aprobación del Estatuto Minero en 1984 y la instauración de la figura del
Delegado Minero de Seguridad y el Comité de Seguridad e Higiene, que trata de
velar por el cumplimiento de la legislación minera en este ámbito, las empresas
ponían toda clase de impedimentos para desarrollar en la práctica lo que la ley
amparaba en la teoría. Sólo entre 1977 y 1989 son 822 los mineros que dejan su
vida en accidente laboral. No solo es una cuestión de ser una profesión
peligrosa, sino que guarda relación con el modelo de negocio. La minería
española desborda en un 400% las
tasas de Reino Unido con una empresa pública. Tras la transición democrática
pierden la vida en el trabajo 4 de cada 1000 mineros y 1 de cada cuatro se ve
envuelto en un accidente, más de 25.000 al año.
Raimundo Torío,
inspector de minas, pone su empeño en esclarecer lo sucedido y redacta un
informe sobre el que se determinan las responsabilidades en el juicio. El 5 de
mayo de 1988, tras un largo proceso judicial, la
Audiencia Provincial de León dicta sentencia. Aunque no se dictamina la
causa del origen de la chispa, queda claro que el accidente fue evitable de
haberse aplicado la legislación en materia de seguridad. La audiencia condenó a
prisión menor por “imprudencia temeraria con
resultado de muertes y lesiones graves” al ingeniero-director, al
capataz del tajo y al vigilante encargado de medir el gas. A las viudas se les
resarció con 11 millones de pesetas y 9 para los padres de los mineros
solteros.
Lo de Combustibles es
“una muerte cargada de culpables” que
denunciaría Concha Martín en Bierzo 7. La pelea sindical hace que la victoria
judicial siente precedente. La de los mineros en este caso es una lucha hasta
por la vida.
El accidente de COFASA supone un antes y
un después en las condiciones de seguridad. Por primera vez varios responsables
de la explotación pisan la cárcel. No será el caso del ingeniero del grupo, Fernando Bernaldo de Quirós, que antes de
la celebración del juicio se dio a la fuga con su mujer y su hijo para eludir
la acción de la justicia. “El Ruso” moriría a los 58 años, el 23 de febrero de
2006, por las consecuencias de una paliza que la policía moscovita le propinó 14
de enero en el marco de las celebraciones del año nuevo en Rusia. Para algunos
fue justicia poética.
El 27 de enero del año 1985 la hoja parroquial de Fabero recogía un poema, de
los varios que nacieron a consecuencia del accidente mortal. Terminaba así:
“Quedaste
atrás en el tiempo, pero imborrable es tu huella.
Ya
no habrá nadie que diga que la mina no es muy negra.
Sangre
de ocho mineros, que no sea estéril tu siembra.
Descansen
en paz los muertos, Dios en su gloria los tenga.”
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