Al día siguiente se paraliza Valdesalguedo, la Reguera y la Jarrina en Lillo. La información llega a los trabajadores de los talleres de AFSA situados en el Pozo Viejo. Un camionero les avisa que los mineros están concentrados en el Pozo Julia. Inmediatamente cesan el trabajo y van andando por las tierras hasta el pozo vertical.
La dirección de la
compañía se persona en el grupo. Intentan una doble maniobra, el palo y la
zanahoria. La propuesta es un aumento del 25% en el sueldo y un millón de
pesetas a repartir entre la plantilla. Según la REI, la empresa les llega “a
suplicar que no dejen de trabajar”. Sin embargo, los trabajadores no aceptan la
postura patronal y exigen un sueldo base de 150 pesetas, la mejora de las
condiciones higiénicas y avances sociales como derecho a huelga o sindicatos
libres.
El ingeniero Don Ricardo y dos vigilantes, Domingo
Robles, y Ramón, El porto, intentaban entrar al trabajo para que
los demás hiciesen lo mismo. Tratan de meter para la jaula a los
reclamaos, los mineros que estaban
evitando la mili. Estos se resistían, pero los mandos intentan obligarlos a
empujones.
La tensión es máxima.
La plaza del pozo está rodeada de guardias civiles. Allí se encuentran
concentrados los mineros de diferentes grupos, La Jarrina, Valdesalguedo, o del
propio pozo vertical. Forcejean con la benemérita y los mandos tratando de
evitar el esquirolaje. De repente, desde la sala de compresores aparece un
grupo de mujeres que empiezan a tirar piedras y maderas. José García, mecánico
en las instalaciones del Pozo Viejo de AFSA, lo describe así:
“los del taller, fuimos
p´al Pozo Julia y había un montón de madera de la que metían pa´ postear y eso.
Estábamos todos los del taller sentados encima de las maderas… cuando las
mujeres empezaron a tirar allí a donde la jaulal... pum, pum, pum... Y nosotros
como éramos del taller dijimos, quedamos aquí, pero cuando eso empezaron a
zumbarnos a nosotros también y ya tuvimos que largar de allí”.
La benemérita, sobrepasada, llama a la Policia Armada
procedente de León. Una decena de mineros son arrestados y
posteriormente torturados. La represión es especialmente intensa cuando las
calles de Fabero aparecen sembradas de papeles
llamando a la güelga. Su carácter
indiscriminado llega a una mujer en
cinta, interrogada mientras iba a comprar el pan y fuertemente golpeada
mientras pedía auxilio. Los gritos le supusieron la detención. Los abusos de
autoridad se palpan en todos los rincones del pueblo, también en los bares.
A pesar de la represión
y las promesas, en pocos días “como si fuera un reguero de pólvora conflagrada”
se extienden por el resto de empresas del Cua. El día 17 se unen Antonio García
Simón, Minas de Fabero y Combustibles de Fabero hasta la completa paralización
el día 18 al unirse los obreros de las explotaciones de Rafael Alba.
Días después, el 6 de
junio, en toda España se podía escuchar la crónica de la Pirenaica, “La única
emisora sin censura de Franco”:
“Crónica de León.
-En la cuenca de Fabero estamos
asombrados del derroche de valor y de enstusiasmo de las mujeres. Son las que
impidieron tenazmente la ruptura d ela huelga por algunos esquiroles y
pelotilleros que intentaban entrar al trabajo para que los demás hiciesen lo
mismo. En el gurpo de Antracitas de
Fabero y en el Pzoo Verrtical de dicho grupo, fue donde las mujeres iniciaron
su valiente lucha. Y tanta era su fuerza y su entusiasmo que los puesteos de la
Guarida Civil fueron impotentes para hacerles retroceder por lo que llamaron
alarmados a la Policia Armada de León cosa que no se esperaba. La policía
Armada en número de unos 40 empezaron a golpear desesperadamente a las honrosas
mujeres de Fabero que defendeían con sus maridos e hijos el pan de sus hogares.
Las calles se llenaron de Jeeps. Trataron de hacer cundir el pánico. A
cualquier persona la paraban, insultaban e incluso abofeteaban. El 25 de mayo
la policia Armada aún estaba en Fabero. Pero ninguna de sus violencias han
podido romper la volutnad de lucha de los mineros leoneses ni hacer retroceder
a sus bravas mujeres dispuestas a no ceder hasta que sus hombres cobren
salarios decentes con los que puedan comer en sus hogares. Este espíritu de las
mujeres anima a toda la población segura de que manteniendose unida frente a
todas las presiones y violencias triunfará.”
En el verano de 1963 se
repite la oleada huelguística, también el papel de las mujeres y la represión
sufrida por las que se enfrentan a los rompehuelgas. Durante la primavera se
suceden los conflictos en AFSA. Cartas a la Pirenaica de mujeres de Fabero
alientan las movilizaciones, es un piquete radiado:
“Mientras unos amasan millones, ricos de
oro, con el sudor del minero, este no puede alimentar debidamente a sus hijos.
Eso, sin ir más lejos, me ocurre a mí y a las mujeres de otros mineros.” Esta
mujer reconoce que las huelgas le asustaban,
pero que ahora comprende su necesidad. Anima a los trabajadores a unirse,
declarar la huelga y “resistir hasta vencer.” Esboza cuales serían las tareas
del antifranquismo desde su óptica de mujer de clase trabajadora: “Todo el
mundo tiene ganas de cambios. Hay quien dice que los cambios van a venir sin
falta. Yo, aunque no entiendo de otra política que la de mi casa, como a la
hora de poner el puchero no me alcanza, y así llevo mucho tiempo, creo que los
cambios no vendrán como no los traigamos juntos los que tanto los deseamos, que
¡somos muchos!”.
Cuando en Fabero la
huelga de celo empieza a remitir tras dos meses y una pequeña victoria, una
chispa salta en Asturias. El 5 de julio comienza un paro en Mieres que se
extenderá por toda la minería asturiana, primero, y de León, después. Es una
movilización discontinua
y de intensidad variable según momentos y zonas. El 3 de septiembre se producen
los primeros paros en la cuenca del Cua, comenzando por el pozo Alicia de
COFASA. En Fabero grupos de mujeres hacen frente a esquiroles y guardia civil.
El 4 de septiembre en
un corte radiofónico analizando el papel de las mujeres en las huelgas, la
Pirenaica destaca el papel de las de la cuenca del Cua entre las movilizadas en
toda España:
“En Fabero hicieron frente con valentía a la G. Civil. Y cuando detuvieron a
algunas de ellas, sus amigas y sus maridos fueron en manifestación para exigir
a las autoridades su libertad”.
En paralelo a las
huelgas, en El Bierzo bajo van a surgir protestas frente a la concentración
parcelaria. Las mujeres
de Camponaraya se agrupan armadas con palos y herramientas y expulsan de sus tierras a
quienes iban a realizar las mediciones, temen que se infravaloren los terrenos
y afirman que no estaban dispuestas a “dejarse robar la tierra”. Nuevamente la
emisora alienta las movilizaciones: “Campesinos de El Bierzo, no dejéis que
hagan lo que quieran. Tomamos ejemplo de las mujeres de Camponaraya”.
El papel destacado que las mujeres de Fabero y
Laciana tuvieron en las movilizaciones de 1962 hizo que el reportaje que
narraba las huelgas en la provincia de León en el periódico de los exiliados
españoles “España Republicana, portavoz del movimiento antifranquista” del 1 de
julio de 1962, fuese ilustrado con un la imagen que hemos escogido para este
artículo.
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