Mucho antes de que con la crisis de 2008 surgieran organizaciones populares como la PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca), Stop Deshaucios o actualmente los Sindicatos de Inquilinos, existían organizaciones que ya lo hacían en la cuenca del Cua. Mucho antes de que estas asociaciones que se hicieron virales por paralizar los desahucios que bancos y propietarios de vivienda ejecutaron sobre familias que no podían pagar hipotecas y alquileres, en el Fabero de los años 30 ya se paraban desahucios.
A partir de 1917, con la denominada “orgía hullera” coincidiendo con la escasez de carbón producida por la I Guerra Mundial y la puesta en marcha del ferrocarril Ponferrada-Villablino, las cuencas mineras de Laciana y El Bierzo crecieron exponencialmente. La llegada de miles de inmigrantes de distintos puntos de España tuvo su correlato en las insuficiencias habitacionales (escasez de vivienda, hacinamiento y altos precios) aparejados a un rápido y desordenado crecimiento de los pueblos, elementos que serán objeto de conflicto.
Eloy Terrón explicaba en su libro “Los trabajos y los hombres. La desaparición de la cultura popular en Fabero del Bierzo” que no quedó una casa semiderruida, establo o pajar que no habilitaran para alquilar como vivienda.
El sindicalismo de carácter sociopolítico, como el Sindicato Único Minero de Fabero (ligado a la CNT), tratará de dar llegar también a este problema de la vivienda obrera y el alquiler a través de la Federación de Inquilinos que en Fabero lideraba Gregorio Rueda.
Esta institución, de carácter estatal y cuyo domicilio social estaba en la calle Doctor Cortezo 12, velaba por los intereses de los arrendatarios, tratando de bajar los precios de los alquileres y luchando contra los desahucios por retrasos o impagos.
Este movimiento social tuvo enorme repercusión en zonas de tradición anarcosindicalista como Barcelona, protagonizando huelgas de impago de alquileres y protestas frente a las casas de los propietarios. La organización también dará protección y asesoramiento jurídico y tendrá un programa para realojar de forma solidaria a quienes habían sido expulsados de sus hogares.
En julio de 1935, la filial de Fabero pasará a formar parte, de manera formal, de la asociación a nivel estatal. En una reunión celebrada en Madrid, el comité ejecutivo de la misma constataba que la sección del Cua venía “realizando una fecunda labor en la revisión de rentas”, como recoge el periódico Heraldo de Madrid en su edición del 31 de Julio de 1935. Esto debió ser un mero trámite pues dicha organización figuraba registrada legalmente desde el 21 de junio de ese año, constando como fines la “Defensa de los asociados”. Su sede social se encontraba en el número 23 del Camino de Vega de Espinareda a Lillo del Bierzo.
Existe un precedente, aunque desconocemos si tiene vinculación con el anterior o con el SUM de la localidad. Sería la Liga de Inquilinos de Matarrosa del Sil legalizada el 21 de julio de 1933 bajo la dirección de Francisco Gómez, que tenía por fin el “abaratamiento e higienización de la vivienda”.
A nivel estatal estas luchas por la vivienda contaron con el respaldo de diputadas y diputados de las organizaciones obreras, entre las que destacará la “Pasionaria”. La diputada Dolores Ibárruri tuvo una actividad frenética apoyando diversas causas sociales, entre ellas la paralización de desahucios en Madrid.
Los problemas de la vivienda obrera fueron constantes en las comarcas mineras durante el siglo XX, especialmente coincidiendo con las fechas de auge que vivió el sector. En Fabero ni el paternalismo empresarial ni el Estado resolvieron el problema en los años 30. Fue el movimiento obrero quien de forma organizada dio respuesta colectiva a un problema que era social, no familiar, ni individual.
Como hemos explicado
anteriormente, el
SUM de Fabero fue mucho más que un sindicato. Fue la organización que
vertebró la localidad durante la II República a través de un sistema capilar de
asociaciones y coberturas que no ofrecía el Estado, convirtiéndose en una
sociedad alternativa donde los trabajadores podían disfrutar de la cultura en
el Ateneo, la biblioteca o el cuadro artístico, la juventud podía organizarse
en las Juventudes Libertarias (con sede propia), las familias comprar en la
cooperativa de consumo, algunos mineros trabajar en la mina que tenían
colectividad en Bárcena de la Abadía y también, defender su derecho a la
vivienda en la Liga de Inquilinos.
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