El pasado 8 de marzo de 2025, día de la Mujer Trabajadora, Henar Fernández Mata recibía el Premio “Mujer 2025” que otorga la Asociación de Mujeres Progresistas Bercianas a mujeres que han contribuido al avance de los derechos de las mujeres. Es probable que muchas personas se preguntasen quien era Henar. Hoy en el blog “Nuestra Historia, El Bierzo y Laciana” vamos a tratar de contribuir a dar a conocer su figura. Al tiempo que aprovechamos para dar a conocer, también, el proyecto “Me presta El Bierzo”.
Empezando por esto último, tal y como consta en su página web (https://meprestaelbierzo.com) es una página web que quiere “dar voz a las personas que han construido la memoria de nuestra tierra y recuperar las historias que merecen ser contadas”. Está impulsada por un grupo de periodistas bercianos que quieren empender un “proyecto diferente”. Y así, Sara Martínez y Cesar Fernández llevan desde 2021 recuperando lo que ya es un repositorio de obligada visita sobre la memoria individual y colectiva de las personas que han destacado en la comarca berciana.
Hoy aprovechamos para recuperar la entrevista que le hicieron a Henar Fernández para dar a conocer su figura. Además, aportamos “de nuestra cosecha” el documento que firma Edilberto López, secretario general de las Comisiones Obreras bercianas en diciembre de 1987, cuando Henar es nombrada la primera Secretaria de la Mujer de CCOO en El Bierzo, y por tanto de una organización sindical en una comarca en la que el sindicalismo estaba muy masculinizado y mayoritariamente protagonizado por hombres provenientes de la minería y el metal.
“Henar Fernández, primera responsable de la Secretaría de la Mujer de
CCOO en El Bierzo: "Pensé, ¿cómo me las arreglo para irme del pueblo? Y le
comí la cabeza a mis abuelos"
“Por la mañana
no puedo, que hay manifestación por la sanidad”, responde Henar al otro lado
del teléfono. Intentamos fijar la hora para esta entrevista, pero hay citas que
continúan siendo ineludibles. Ni tibia ni dócil, la niña a la que su padre no
dejaba jugar por miedo, decía, a que se le rompieran los cristales de las gafas
y se le clavaran en los ojos, decidió entonces y sin saberlo que no se iba a
quedar sentada en la puerta contemplando cómo los demás corrían. La dignidad
está en la lucha y por suerte, siempre se encuentran aliados. Los de ella
fueron Emilia y Rogelio, los benditos abuelos maternos que se pusieron de su
lado. Salir del pueblo, respirar, huir del autoritarismo de un padre que se
oponía a que estudiara. Un machismo similar la rodearía mucho tiempo después en
la ejecutiva de un sindicato rebosante de testosterona. Ella nunca fue monja,
como muchos creen. No colgó ningún hábito para casarse con Miguel Rubio. Henar
Fernández fue modista, secretaria de Cáritas, miembro activo de la JOC
(Juventud Obrera Cristiana), auxiliar de clínica, técnica de rayos y delegada
sindical, tuvo intervenido el correo, estuvo fichada y fue la primera
responsable de la Secretaría de la Mujer de CCOO en El Bierzo. Las gafas, por
cierto, se las pusieron con siete años.
Hija y nieta
única, Henar nació en Valseco en 1946. En su casa mandaba el
padre, herrero de profesión, pero en casa de los abuelos maternos mandaba
Emilia. “Mi abuelo había estado en Cuba y tenía una mentalidad mucho más
abierta”. A Rogelio, que trabajaba en la Minero, no le entusiasmaban las vacas
ni las huertas, “y como volvió de Cuba con una gastritis estuvo el resto de su
vida a régimen”, recuerda entre risas la nieta. Ella siempre quiso irse del
pueblo, pero en aquella casa era feliz. La máquina de coser que le compró su
abuela con 16 años sería su primer pasaporte. Primero, bajó a Palacios del Sil
para aprender a utilizarla y más tarde se fue con una modista a Villablino. “Mi
abuela me buscó también una academia que preparaba el examen de ingreso al
instituto en Ponferrada, pero mi padre no me dejó bajar a examinarme”.
La chiquilla
volvió a casa sabiendo que las cosas no se quedarían así. “Pensé, ¿cómo me las
arreglo yo para irme del pueblo? Y le comí la cabeza a mis abuelos”. La primera
excusa fue aprender patronaje. Emilia la matriculó entonces en la Academia
Morgazas de Corte y Confección en Ponferrada y le buscó alojamiento con un
matrimonio. Cuando las clases terminaron, Henar puso en marcha un nuevo plan,
“convencer a mi abuela para que se vinieran a vivir a Ponferrada”. Lo
consiguió, claro, y pronto los tres vivían en la ciudad y ella trabajaba con
una modista. En su vinculación con la JOC también encontramos a Emilia. “Ella
era muy religiosa y mi abuelo muy ateo. De hecho, él le decía que como se
pusiera malo era culpa de ella que lo había cogido en la iglesia”. Así, Henar
empezó a pasar por la Basílica de la Encina al terminar la jornada y entabló
relación con un grupo de jóvenes que se reunían, hacían excursiones y obras de
teatro. “La JOC fue muy importante porque me obligó a pensar. Analizábamos por
qué pasaban las cosas”.
“Cuando fui a pedir el pasaporte me llamaron, me hicieron
otra vez mil preguntas y no me lo dieron. No lo conseguí hasta que murió
Franco”
Comenzó a
trabajar como secretaria en Cáritas después de alquilar una máquina de escribir
y aprender mecanografía por su cuenta en casa. Empezaron también las reuniones
por toda España y los pequeños actos subversivos que la pondrían en el punto de
mira del régimen. “Si los grises nos dan palos y no hay libertad sindical, no
puede haber Navidad”, entonaron en la Iglesia de Valseco con la música de ‘Los
peces en el río’. “Nos denunciaron y fue la policía a Cáritas a hacerme mil
preguntas: con quién me relacionaba, con quién vivía…”. Henar también se
escribía con los miembros de la JOC en Asturias. “Y como de aquella se estaban
formando las Comisiones Obreras, el cartero un día me dijo: “ten cuidado porque
está la correspondencia de esta calle intervenida y solo tienes tú”. Cada vez
más activa, poco después la propusieron como responsable de JOC en la
emigración en Suiza. “Cuando fui a pedir el pasaporte me llamaron, me hicieron
otra vez mil preguntas y no me lo dieron. No lo conseguí hasta que murió
Franco. Un primo de mi padre era policía en Madrid y por curiosidad le
pregunté. Buscó mi ficha y me dijo que los motivos alegados eran la
correspondencia con CCOO de Asturias, que era mentira, y las cartas con Javier Sotuela”.
En la JOC
conoció a Miguel Rubio y cuando él abandonó el sacerdocio y se marchó a Madrid,
ella se fue con él. “Fueron años muy duros”. Pocos ingresos, varios trabajos e
infinidad de cursos. Finalmente la llamaron para incorporarse como auxiliar de
clínica en Gijón y, tras unos meses en Asturias, pidió el traslado a Madrid.
Pasó primero por Puerta de Hierro y después por el Ramón y Cajal antes de
solicitar un nuevo traslado, esta vez para El Bierzo, cuando Miguel consiguió
la plaza como secretario de Ayuntamiento en Sancedo. Hablamos de los primero
80, del Hospital que hoy es Universidad y de una plantilla sanitaria que
contaba entonces con un único afiliado a CCOO . “Me presenté con otros
compañeros y salimos”. Ya como delegada sindical, fue durante un tiempo la
única mujer en la ejecutiva del sindicato en la comarca. ¿Vivió comportamientos
machistas? Evidentemente. Cuando llegó la jubilación, Henar ya trabajaba como
técnico de rayos en Picotuerto.
El activismo de reflexión y calle continúa siendo prioritario en su vida, aunque la sociedad ha cambiado. Miembro desde hace años de la asociación Flora Tristán, “quizá sea hoy el feminismo el único movimiento que se está cuestionando las cosas y puede ser una esperanza”. Durante el franquismo, “la lucha se produjo desde muchos frentes y los movimientos de la Iglesia y el PC fueron parte vital pasando por encima del sindicato vertical”. “Hoy”, dice, “los sindicatos se han aburguesado y falta conciencia obrera y solidaridad. Que cada uno se busque la vida como pueda le va muy bien al sistema”. Ni tibia ni dócil, decíamos, sigue llevando gafas.
Sara Martínez Rodríguez”
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