El Plan de Estabilización de 1959 impulsa un nuevo modelo de acumulación que se abre al comercio y al capital exterior. Al interior se traduce en precios altos, salarios bajos y altas tasas de acumulación de beneficios.
Esta
liberalización económica no se tradujo en una liberalización del estrecho control
que la dictadura ejercía sobre la clase obrera. El capitalismo del
desarrollismo, según Eloy Terrón, “irrumpe en unas condiciones de violencia, de
ausencia de leyes y sin ningún tipo de control sobre unas desenfrenadas ansias
de poder y riqueza”.
En la provincia
de León se traduce en una crisis. Empresas cómo Cementos Villafranca o
Conservas Ledo quiebran. En Cosmos y en varias obras de Endesa se producen
despidos. El paro aumenta sin mecanismos de protección social. Se produce una regresión de las rentas provinciales, según
reconocen los informes del sindicato oficial, y un malestar social creciente.
La emigración es la primera válvula de escape. Como reconoce ante el Consejo
Económico Sindical Provincial de León Manuel Fuentes Irurosqui en 1967.
Un
sector energético descapitalizado tras años de autarquía se enfrenta a la
liberalización. Empresas “acostumbradas” a trabajar “a base de créditos
bancarios, no quieren o no saben hacerlo al restringirse éstos”. Viven con
“desilusión” la eliminación de organismos intervencionistas. Como explica
Amando Fernández Delegado Provincial de Sindicatos en sus “Informes sobre
ambiente económico-social” Los documentos internos del régimen alumbran lo que
se trata de ocultar en las informaciones públicas.
La
delegación comarcal de la Organización Sindical Española de Ponferrada, se
dirige al sindicato Nacional del Combustible. Solicita que se controle la
importación y que no se perjudique a la producción nacional.
“Reducción de
las actividades empresariales al mínimo”, alertan las autoridades sindicales,
un 40% en la minería. El duro invierno de 1960 da un respiro temporal, pero el Plan se salda con la destrucción de
cerca de 8.000 puestos de trabajo en las cuencas mineras leonesas. La crisis
repercute en bajadas de salarios y destajos. La OSE propone medidas que van
desde la Acción Concertada a la readaptación del personal a través de escuelas
de FP en Villablino y Bembibre.
La inflación que
desencadena supone un freno de las inversiones empresariales. La MSP da carpetazo al proyecto de construir
una siderurgia en Ponferrada que hubiera significado 2.000 millones de pts. de
desembolso para su puesta en marcha.
Sin embargo, a
pesar de la crisis hullera, durante el periodo 1955-65 el reparto de beneficios
es constante. La MSP supera el 30%, muy por encima del 10% del resto de
empresas ligadas al Banco Central, con firmas tan destacadas como Dragados y
Construcciones o Cepsa. La crisis que sufre a partir de los 70, coincidiendo
con un periodo de bonanza del sector, se fragua ahora. Una estrategia de sus
accionistas que evita la reinversión en mecanización y modernización de sus
estructuras productivas.
El Delegado
Provincial de Sindicatos, redacta un informe sobre el “Ambiente económico
social” en el que reconoce el descontento:
“Obreros,
mineros: Descontento general porque empieza a correrse el rumor de que se ha
dejado sin efecto la esperada modificación de la Reglamentación Nacional de
Trabajo de Minas de carbón (…) Preocupación y retención (…) ante el temor de
una posible liberalización de las antracitas que, de llevarse a cabo,
originaría un paro total en esta rama de laboreo.”
La incertidumbre se extiende entre los
trabajadores que ven cómo se aumentan los precios de productos básicos, se
reducen jornales y temen que se llegue “al despido libre”. El Sindicato
Vertical se siente incapaz al “carecer de consignas y orientaciones”.
A la crisis se
le suma el descontento con los convenios y los nuevos sistemas de cronometraje que sin sindicatos libres, se
traducen en bajadas de salarios, intensificación del esfuerzo y aumento de los
accidentes.
El sindicato
vertical provincial reconoce que el resultado de los convenios depende “de la
postura y conciencia social de la empresa”. Desde la Delegación faberense lo
corroboran. Gonzalo Ramos en una carta a Amando Fernández afirmar ver “entrar
el hambre en mi casa” pues “estos Judíos de Empresarios, tienen el alma tan
negra”, y el resultado son pérdidas de hasta 200 pts por nómina.
En Laciana el
minero comunista José Ramón Vega explica que la cronometración “reventaban a la
gente (…) Tenías un perro detrás apuntando el tiempo que echabas y los metros
que avanzabas”. Benjamín Rubio apunta
que las relaciones laborales se convierten en “una tiranía, sanciones a
mansalva”. Cuando se produce un accidente, incluso mortal, las empresas se
lavaban las manos entregando al difunto una papeleta
de sanción por imprudencia, culpabilizándolo del mismo.
A pesar de todo, tiempo después la discusión de los
convenios contribuirá a potenciar la acción colectiva de los trabajadores, con
cierta cobertura para elaborar las reivindicaciones.
En este contexto la paz social añorada por el
franquismo, el silencio de las bayonetas, comenzará a resquebrajarse. Entre los
meses finales de 1959 y 1960 se registran las primeras huelgas de celo, paros,
plantes, huelgas y comisiones. El Plan de Estabilización había desestabilizado
la paz social en El Bierzo y Laciana. Pero eso, lo desarrollaremos en un
próximo artículo.
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